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Energía
¿Qué será del carbón a partir de 2018?
La industria, cada vez más cuestionada por su impacto medioambiental, mira con preocupación el futuro ante el fin del programa de ayudas del Gobierno ese año.
La industria del carbón se apaga en España. La imagen de los «gueules noires» (caras negras), lámpara en ristre, saliendo de la mina, tras subir en esas aparatosas jaulas, con el rostro manchado de hollín, poco a poco, está dejando de formar parte del paisaje rural de nuestro y ha pasado a instalarse en el imaginario colectivo de un sector para el que, sin duda alguna, todo tiempo pasado fue mejor. Atrás quedaron los años dorados de una industria que fue clave para la expansión económica del Viejo Continente y la conquista de derechos sociales en los siglos XIX y XX.
Reino Unido ya ha anunciado que cerrará sus plantas en 2025, mientras que en España el futuro de la extracción de carbón pende de un hilo. En 1998, los sindicatos mineros y el gobierno firmaron un plan de inversiones para revitalizar el sector, modernizar sus infraestructuras y potenciar su competitividad. Un acuerdo que se prorrogaría en 2006, cuando se firmó el segundo plan, y 2013, este último con una sustancial reducción de las ayudas y en medio de una enorme movilización de los colectivos mineros que marcharon por la capital, tras recorrer a pie cientos de kilómetros, al grito de «Madrid entero se siente minero».
No más rebajas
Ahora, cuando solamente faltan dos años para que el mencionado plan llegue a su término, el sector contempla su futuro con preocupación y reclama al Ejecutivo que satisfaga lo acordado y no rebaje más las ayudas. «Antes de ponernos a pensar en lo que sucederá después de 2018, pedimos al Gobierno que cumpla con lo pactado porque el sector está en una situación límite», advierte José Luis Villares, responsable de Minería y Energía de la Federación de Industria de Comisiones Obreras de Asturias. El pasado año, el Ejecutivo de Mariano Rajoy fijó en 31,1 millones de euros las ayudas previstas en el Plan de Cierre del Carbón.
«Esta industria lleva en reestructuración desde la década de los 90. Cuando entramos en Europa trabajaban en el sector alrededor de 21.000 personas, hoy apenas quedan 3.800», explica el dirigente sindical. De estos, la mayoria, unos 3.000, trabaja en Asturias, que sin duda es la región más castigada, y el resto repartidos entre Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha.
Paralelamente, la industria ha tenido que recortar su producción ante la escasa demanda de esta materia prima. Y es que, paradójicamente, a día de hoy a la central térmica de Soto de Ribera, en Asturias, le sale más barato quemar carbón de China o de Australia que de la mina de Langreo. «No se está consumiendo el carbón nacional, que es más caro que el extranjero, ni existen mecanismos que potencien su uso», apunta el portavoz de CC OO. Según los datos del Ministerio de Industria, la producción de carbón en España ha caído de 23,4 millones de toneladas en el año 2000 a 3,9 millones en 2014. «El déficit de carbón generado por la disminución de la producción nacional se ha suplido en su gran mayoría por el carbón importado, que ha aumentado un 19,6% en el último año, hasta los 16,2 millones de toneladas», indica Manuel Monge, profesor del Departamento de Económicas de la Universidad de Navarra.
Cumbre del clima
Es imposible abordar el debate sobre el futuro del carbón sin tener en cuenta los aspectos climáticos y medioambientales. Y es que el carbón es el combustible fósil que libera más gases de efecto invernadero y su uso va en contra de los compromisos adquiridos por la UE en la pasada Cumbre del Clima de París: reducir en un 40% las emisiones de dióxido de carbono, frente a los niveles de 1990. «La industria del carbón viene experimentando una constante reestructuración enmarcada en las distintas regulaciones europeas. Esto se debe al apoyo de la Unión al fomento de las energías limpias y por la clara apuesta en la disminución de CO2», explica Monge.
Así se explica que el importe de las subvenciones al sector se reduzca año a año. El ejercicio pasado las ayudas se contrajeron un 40%; para este año está previsto que lo hagan en un 60% y para 2017, en un 75%. El objetivo es que las subvenciones desaparezcan en 2018 y que todas las empresas que las hayan recibido y no sean competitivas echen el cierre.
Sin embargo, el mercado impone sus paradojas y en España el carbón continúa siendo la segunda fuente de generación energética, sólo por detrás de la nuclear. «La falta de eficiencia de las renovables, así como su dependencia de las circunstancias meteorológicas, hace que España siga dependiendo de este combustible fósil», indica Monge. El ocaso de la minera del carbón en nuestro país no es sino la representación a escala nacional de un problema mundial. «La sociedad está cada vez más concienciada con los temas medioambientales y el carbón es la fuente de energía más sucia», afirma el docente de la Universidad de Navarra. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AEI), este material podría ser directamente responsable de en torno al 60% de total de emisiones de efecto invernadero registradas en el planeta desde el año 2000.
Alemania
Eso no quita para que en estados altamente industrializados como Alemania, el carbón todavía tenga cuerda para rato. En este país, el Gobierno de Merkel y los sindicatos han alcanzado un acuerdo para mantener una extracción de 180 millones de toneladas de lignito a partir de 2019 con cerca de 15.000 trabajadores.
Un plan que despierta envidias en España y que, desde CC OO, ponen como ejemplo: «Es el camino a seguir», asegura Villares. En Polonia, el argumento para proteger el sector es el temor a que su sistema energético dependa del gas ruso en un momento de tensiones entre la Unión Europea y el gigante del este. Se trata de un movimiento a contracorriente si se juzga la evolución del consumo de este material en las principales economías del mundo –Estados Unidos (-11%), China (-5,7%) y Alemania (-3%)-, pero que mantiene las minas activas y la industria en marcha.
Lo que sucederá a partir de 2018 nadie lo sabe; lo que parece seguro es que con un peso cada vez más importante de las renovables en el mix energético mundial, la reestructuración continuará.
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