Crisis política en Italia
Las apreturas de una Italia en plena crisis
La UE mira con lupa unas cuentas repletas de «trampas». Los problemas de Gobierno podrían forzar al país a tener que subir el IVA
La UE mira con lupa unas cuentas repletas de «trampas». Los problemas de Gobierno podrían forzar al país a tener que subir el IVA.
Con la crisis de Gobierno provocada por el líder de la Liga, Matteo Salvini, Italia se debate entre unas elecciones anticipadas que podrían celebrarse ya a finales de octubre o una mayoría parlamentaria alternativa con el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y el socialdemócrata Partido Democrático (PD). En la estrategia fulgurante de Salvini, escenificada en apenas unos días y mientras hacía campaña por las playas, se esconden una serie de compromisos económicos que amenazan de nuevo a Italia. El líder de la Liga argumenta que su intención es acudir de forma urgente a las urnas para formar un nuevo Ejecutivo y diseñar unos nuevos presupuestos sin las manos atadas. Pero la realidad es que esas cuentas contienen demasiadas «trampas».
En primer lugar, porque estarán miradas por lupa por la Unión Europea. En los últimos meses Italia ya se ha librado dos veces en el último minuto de que la Comisión le abriera un procedimiento por déficit excesivo, que podría haber supuesto una multa de hasta 3.500 millones. Tras una dura negociación, el Gobierno de la Liga y el M5E aceptaron rebajar el déficit hasta el 2,04%, lo que ya eran cuatro décimas más de lo que exigía la UE. Además, no se hizo un esfuerzo por atajar el déficit estructural como reclamó Bruselas. En mayo volvió la amenaza de la Comisión, que fue de nuevo prorrogada por el Ejecutivo, con el compromiso de que estas cuentas serían más austeras. Ahora Salvini ha tratado de evitar tener que redactar unos presupuestos bajo la supervisión de la UE.
Si finalmente hubiera elecciones y no se forma un Gobierno en un plazo casi récord, habrá que prorrogar las cuentas del pasado año. Sin embargo, en este escenario no sería posible activar una cláusula para impedir la subida del IVA general del 22% actual al 25% y del 10% al 13% en el caso del IVA reducido. En 2011, en plena crisis de deuda, la UE le exigió a Italia que debía subir este impuesto, aunque también le concedió al gabinete de Silvio Berlusconi que destinara unos 23.000 millones de euros anuales para evitar la subida, a cambio de recortes en gastos corrientes.
El incremento del IVA se ha impedido siempre desde entonces, aunque no haya ido acompañado de un descenso del gasto. La UE ha hecho la vista gorda hasta ahora, porque entiende que elevar la tasa que más repercute en los consumidores podría hundir aún más la delicada economía italiana. Por tanto, el país transalpino necesita un gabinete que active esta partida (una de las más costosas de los presupuestos), por lo que desde las instituciones apuestan por la estabilidad del Ejecutivo.
Salvini ya había anunciado una nueva ley presupuestaria expansiva. Al igual que hizo el año pasado, con la promesa de que supondría un aumento del PIB del 1,5%, que finalmente no se ha visto. Con la guerra comercial entre Estados Unidos y China y las economías europeas estancadas, la previsión de esta semana de Moody’s es que Italia cerrará 2019 con un incremento del 0,2% de su PIB. Los datos oficiales ya han marcado un retroceso en varios meses de este ejercicio, mientras que la producción industrial (fundamental en una economía exportadora como la italiana) de julio también registró un retroceso del 0,6%. Con todos estos elementos, Salvini habría querido aprovechar su tendencia positiva en las encuestas, antes de que los indicadores económicos puedan hacerlo caer.
Cuando se desató la crisis de Gobierno, la prima de riesgo llegó a los 240 puntos básicos, aunque esta semana ha cerrado por debajo de los 200. Con todas estas dificultades, el Estado tendrá que colocar en lo que queda de año 125.000 millones de euros en deuda pública, según un estudio de Intesa Sanpaolo. Se trata de una de las cantidades más elevadas entre los países de la UE. En los últimos meses el clima en los mercados se ha relajado y Roma ha conseguido vender 284.000 millones. Sin embargo, la inestabilidad política podría espantar de nuevo a los inversores.
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