Javier Santacruz
Dinero negro
Estado Islámico es el grupo terrorista más rico del mundo. Las extorsiones, el cobro de impuestos y el tráfico de petróleo constituyen sus principales fuentes de financiación.
Peligrosos, temidos y sanguinarios. Son los más buscados. EI no es ni mucho menos una banda de piratas que trapichean con drogas o armamento. El «califato de los ladrones» se ha convertido en un «Estado» con presupuesto propio, impuestos y una enmarañada estructura social. La organización terrorista más importante del mundo ha diseñado su propio sistema económico. Pero...
¿Cómo se financia?
Lejos de la imagen que en ocasiones se proyecta, los yihadistas cuentan con una financiación potente, proveniente de varias fuentes, entre las que destacan la extorsión y la imposición de tasas a quienes transitan por su territorio, el tráfico de petróleo y el contrabando de mercancías en Asia Central. Estado Islámico es el grupo terrorista mejor dotado económicamente del mundo. Sus ingresos anuales se sitúan en torno a los 2.000 millones de euros, aunque fuentes consultadas resaltan que rozan los 3.000 millones. Las supuestas donaciones privadas desde el mundo musulmán, procedentes desde países del área del Golfo como Arabia Saudí, Qatar o Kuwait, han conformado una de sus fuentes de ingresos más significativas, aunque Vladimir Putin acusa a cerca de una cuarentena de países de financiar al grupo terrorista, «entre ellos varios del G20». Más allá de la retórica habitual del presidente ruso, Javier Santacruz, profesor del IEB, asegura que la financiación de Estado Islámico es clara. «Por eso en el G20 ya se ha mostrado interés en bombardear los pozos de petróleo y, de esta forma, cortar las fuentes de financiación de este estado terrorista». Pese a que las ayudas de otros países persisten, Dáesh ha multiplicado sus vías de captación de ingresos durante los últimos años.
De igual modo que los grupos de crimen organizado, Estado Islámico saquea a un sinfín de ciudadanos. Su principal fuente de financiación es la extorsión a iraquíes y sirios, a quienes obligan a pagar un «impuesto» revolucionario que puede llegar a suponer hasta el 50% de su renta disponible. Mediante la coacción y la amenaza, cobran tasas por el uso de vehículos o el alquiler de viviendas, lo que justifican como moneda de cambio por una supuesta protección. Según «The Wall Street Journal», las ventas de riquezas arqueológicas de territorios ocupados reportan a su hucha unos 100 millones de dólares al año.
Además, los contados cristianos que todavía habitan en la zona abonan un tributo llamado «dhimmi». Los secuestros de ciudadanos occidentales, a los que en ocasiones amenazan con degollar, rondaron los 19 millones el pasado año.
Parte del «cash» del que disponen para remunerar a los combatientes yihadistas lo obtienen a través de la venta de mujeres capturadas en Irak, a las que convierten al islam y por las que obtienen unos 1.000 dólares por cada una. El fanatismo religioso y la arcaica mentalidad de sus integrantes no impiden que hagan uso tanto de las nuevas tecnologías como de las redes sociales en aras de captar nuevos terroristas y difundir su radicalizado mensaje. Tampoco rechazan beneficiarse de las fuentes alternativas de financiación utilizadas por las compañías más modernas y parecidas a las campañas de «crowdfunding». Estado Islámico proporciona a los aproximadamente ocho millones de habitantes de sus territorios servicios educativos y médicos, aunque buena parte de su presupuesto se dedica a comprar armamento y a cubrir las nóminas de sus filas. La inversión en infraestructuras, en cambio, resulta prácticamente nula, ya que son conscientes de la alta probabilidad que sufren de ser derrumbadas.
Aunque no sea la mayor con la que cuentan, el comercio de crudo constituye una fuente efectiva de financiación para el ISIS. Los terroristas roban camiones repletos de petróleo de la producción estatal para venderlo a otros comerciantes, fundamentalmente turcos y nigerianos. El precio de venta es muy bajo, en torno a los 25 dólares por barril. Y la estrategia resulta sumamente atractiva para los operadores de Asia Central. Algunas fuentes estadounidenses cifran en unos 40 millones de dólares los ingresos mensuales por la venta de crudo en el mercado negro –unos 480 millones de dólares al año–. Así se explica que los bombardeos sobre su territorio fijen el objetivo en bastiones estratégicos relacionados con las infraestructuras petroleras. De hecho, la Fuerza Aérea estadounidense destruyó el lunes un convoy de 116 camiones cisterna, y hace un mes los bombarderos B-1 norteamericanos golpearon el campo petrolero de Al Omar, el mayor de cuantos poseen.
Santacruz considera que carecen de capacidad para transportar y refinar de forma masiva el crudo, para lo que se sirven de sus clientes que, a cambio de hacer el refino y la distribución, pueden comprar el petróleo a mitad de precio. «Acometen el mantenimiento de las instalaciones y la producción gracias a una política de salarios altos hacia los ingenieros y técnicos que trabajan en los campos petroleros de Siria e Irak».
El profesor del IEB revela que si sumamos la producción de Siria e Irak antes y después de la aparición del ISIS, nos encontramos con una diferencia de 1,5 millones de barriles, mientras que la producción total de la OPEP continúa siendo de 30 millones de barriles. «Es muy probable que esa diferencia de barriles diarios producidos la esté introduciendo en el mercado Estado Islámico», agrega el profesor del IEB.
25 dólares por barril
Dáesh controla siete campos petroleros y dos refinerías en el norte de Irak y el 60% de los campos sirios. De algunos estudios se desprende que este califato tiene una capacidad de producción próxima a los 350.000 barriles por día, a pesar de que sólo produzcan entre 50.000 y 60.000 diariamente, que luego venden en el mercado negro a la mitad del precio oficial, aproximadamente. Según este informe policial, «hay indicios de que el petróleo se negocia y llega al régimen sirio de Bashar Al-Assad» y a «determinados estados miembros de la UE, que compran el crudo procedente del Daesh a bajo precio». A pesar de que la reciente ofensiva militar de la coalición internacional sobre las refinerías haya estrechado sus ingresos, el Estado Islámico ha llegado a obtener un millón de dólares al día por esta actividad. Si bien calcular con exactitud los beneficios que le aporta la venta de crudo se antoja como imposible, se sabe que entre los compradores existen particulares turcos, pero que Estado Islámico ha llegado a suministrarlo a precio de ganga incluso a sus peores enemigos.