Banco Popular
Cómo colapsó el Popular y se salvó la banca española
Los accionistas del Popular perdieron todo. El Santander evitó el desastre, lo rescató e hizo negocio y evitó el desastre.
Los accionistas del Popular perdieron todo. El Santander evitó el desastre, lo rescató e hizo negocio y evitó el desastre.
Jesús Rivasés- El 7 de junio de 2017, el casi centenario Banco Popular implosionó. Realmente todo ocurrió horas antes, en la noche del 6 de junio, hace un año, aunque solo se supo en la mañana del 7. Fue entonces cuando los 300.000 accionistas –grandes, medianos y pequeños– supieron que habían perdido su dinero. Muchos intentan ahora recuperar su inversión en los tribunales. Pueden darles la razón, pero durante años hicieron oídos sordos a la muy delicada –y pública– situación de la entidad.
El Banco Popular, fundado en 1926 y entre cuyos accionistas iniciales figuraba el rey Alfonso XIII, llegó a ser el banco más rentable del mundo durante varios años, bajo la presidencia de Luis Valls Taberner (1926-2004), un genio de las finanzas de su época, que ha pasado a la historia de la banca española calificado como «el banquero florentino».
Valls, desde principios de los años sesenta del siglo XX hasta su retirada, ya enfermo, a principos del nuevo milenio, hizo un banco de autor, espectacularmente rentable que, sin embargo fue incapaz de sobrevivir a su creador. Valls diseñó su sucesión y eligió al aplicado y eficaz Ángel Ron, pero fue incapaz –tampoco estaba a su alcance– de prever la Gran Recesión, la mayor crisis económica desde 1929.
Luis Valls eludió los más graves problemas. Es histórico su artículo, aparecido en el diario «El País» (20 febrero 1981), titulado «Los banqueros caminan hacia la reserva», en el que, con el pretexto de la entonces exitosa serie de televisión «Centenial», comentaba que el Gobierno de la época –suspicaz con las empresas y los bancos– empujaba a los señores del dinero hacia las reservas, como hizo el de Washington con los piel rojas en su día. Aquello estuvo a punto de costarle el cargo y, como él mismo comentó luego en privado, «me salvó el golpe de Estado fallido de Tejero». Valls sobrevivió y, a partir de entonces, el Popular vivió lustros prodigiosos, con una rentabilidad espectacular, en la que competía con el banco el estadounindense Bank One, mientras era la envidia de sus colegas españoles y de todo el mundo.
Nada es definitivo
La crisis del Popular es uno de los daños colaterales de la Gran Depresión y, además, de sus propios errores. El banco dejó de ser uno de los más rentables y en el intento de recuperar posiciones llegó tarde a sector inmobiliario. Tomó posiciones arriesgadas cuando ese mercado ya estaba maduro. Luego, para ganar tamaño adquirió otra entidad con problemas, el Banco Pastor. Lejos de mejorar complicó su situación. Los teóricos lo explican muy bien: la suma de un banco en dificultades y la de otro en apuros da como resultado una entidad, salvo exepciones, inviable. El Popular que presidía Ron quedó atrapado en esa trampa. Todo se complicó con ampliaciones de capital en las que entraron accionistas –mexicanos- en busca de un negocio fácil y rápido, que desembocaron en una trifulca en el consejo de administración.
Ángel Ron fue depuesto y sustituido por Emilio Saracho, un exitoso «banquero de inversión» que siempre admitió que lo suyo no era la banca «retail». Puso todo de su parte, pero fracasó en el empeño y, ahora, en privado, admite que es iluso «decir que los auditores den fe de las cuentas de los bancos». Hace un año, todo acabó. Ante la amenaza de quiebra, el propio Saracho accedió a vender el Popular al Santander por un euro. Los accionistas perdieron todo su dinero. El banco de Ana Botín –el BBVA declinó participar– asumió el riesgo, salvó a la banca española de un más que posible contagio y espera que, con el tiempo, el Popular sea negocio. Luis Valls, ahora sí, se refugiaría en la reserva india.
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