Sostenibilidad
11.000 vueltas al mundo con aceite de cocina usado
Los 30 millones de litros de biocombustibles vendidos por Repsol hasta agosto, producidos en su planta de Cartagena, son hasta un 90% menos contaminantes
Brillantes y transparentes como el agua y hasta un 90% menos contaminantes que el diésel o la gasolina convencional. Por su aspecto e impacto en el medio ambiente, nadie diría que los biocombustibles necesitan someterse a la prueba del Carbono 14 para encontrar las diferencias con los carburantes de origen fósil. Se producen a partir de residuos pero sus prestaciones una vez dentro del vehículo son exactamente las mismas que las de los combustibles procedentes del petróleo, ayudando a descarbonizar el transporte sin necesidad de cambiar el parque existente ni las infraestructuras. La punta de lanza de esta innovadora solución en la Península Ibérica se encuentra en Cartagena, en la refinería de Repsol ahora reconvertida en un centro multienergético, donde se ubica la primera planta de España y Portugal dedicada desde abril a la producción de combustibles 100% renovables a gran escala que pueden utilizarse en coches, camiones, barcos y aviones.
La planta de biocombustibles se despliega como un intrincado laberinto de acero y energía, donde las tuberías se entrelazan en un caleidoscopio industrial. Cada una lleva su propio color: el rojo vibrante de las líneas calor (generado con electricidad, no vapor), el azul sereno del agua, el amarillo resplandeciente de los gases, y el verde, símbolo de los flujos renovables. Todas estas arterias conectan los órganos esenciales de la planta: cuatro tanques para almacenar los residuos, un núcleo de procesamiento, una planta de hidrógeno y varios tanques para almacenar los biocombustibles resultantes de la transformación de residuos.
En este espacio de 46.000 m2, cuatro veces la Plaza Mayor de Madrid, todo respira orden, eficiencia y armonía, pero no el «adictivo» aroma de una gasolinera. En su lugar, ciertas zonas recuerdan más a la cocina de un restaurante que lleva varios meses sin cambiar el aceite de la freidora. No es de extrañar, porque estos biocombustibles –diésel renovable (Diésel e+10 Zero), gasolina renovable (Efitec 95 Zero), combustible de aviación sostenible y biopropano– se producen a partir de residuos orgánicos, como el aceite de cocina usado, que cualquier usuario puede entregar en 450 estaciones de Repsol a cambio de 30 céntimos por litro para repostar; residuos agroalimentarios; biomasa agroforestal o la fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos y se pueden utilizar en cualquier medio de transporte: automóviles, camiones, autobuses, barcos o aviones. En cuanto a sus características, la densidad de estos biocombustibles es menor que la de los combustibles fósiles pero Repsol usa aditivos para compensar esa diferencia y que ni el consumidor ni el motor de su vehículo noten ningún cambio.
En 2023, Repsol se convirtió en la primera compañía del sector en suministrar combustibles 100% renovables en estaciones de servicio de la Península Ibérica y hoy ya están disponibles en más de 500 de sus estaciones de servicio en España y Portugal, con el objetivo de alcanzar 600 puntos de venta a finales de este año y 1.500 en 2025 (cerca de la mitad de la red de Repsol). Con ello, Repsol tendría la red de estaciones de servicio más grande de Europa con este tipo de combustibles. Para ello, la planta de Cartagena, en la que Repsol ha invertido 250 millones de euros, tiene una capacidad de producción de 250.000 toneladas de combustibles renovables anuales que permitirán evitar la emisión de 900.000 toneladas de CO2 al año. Asimismo, está previsto que la energética abra una segunda planta de combustibles renovables en Puertollano en 2026 (120 millones de inversión), que sumará 240.000 toneladas anuales a la producción, y se estudian nuevos desarrollos antes de 2030.
No obstante, la escala todavía es pequeña. Hasta agosto, Repsol ha vendido 30 millones de litros de biocombustibles en las estaciones de servicio en las que están implementados (alrededor del 10% de las ventas en esas estaciones). Esto equivale a 11.000 vueltas al mundo y un millón de trayectos Madrid-Cartagena. Un factor determinante en su aún discreta implantación es el precio. Actualmente, el combustible renovable de Repsol es entre 10 y 12 céntimos más caro por litro que el diésel y la gasolina premium.
Las ventajas son evidentes, pero la visión prohibicionista de Europa lastra su desarrollo y, por lo tanto, la demanda de estos productos, que no cuentan con incentivos fiscales ni subvenciones, un círculo vicioso que necesita romperse para hacer frente a un reto de dimensiones titánicas: el 50% o el 60% de la economía mundial no se va a poder electrificar. Precisamente por ello, Repsol viene reivindicando desde hace varios años la necesidad de apostar por la neutralidad tecnológica, es decir, no excluir a ninguna tecnología en el proceso de descarbonización, al contrario de lo que está ocurriendo ahora mismo en la UE, que en 2023 dio luz verde a la prohibición de vender motores de combustión desde 2035.
«Es una solución real, aunque menos conocida que la electrificación. Es compatible con la flota existente. Además, tampoco hay que cambiar la infraestructura, las estaciones de servicio, las vías de almacenamiento y de transporte. Esto también es economía circular. En el sector marítimo y en la aviación es la única solución para los próximos 10, 15 o 20 años», advierte Berta Cabello, directora de combustibles renovables de Repsol. «Es necesaria una firme apuesta regulatoria para equiparar los combustibles renovables con otras tecnologías para dejar que las diferentes soluciones puedan competir en el mercado en igualdad de condiciones e incentivar la producción. Esto incluye cambiar la fiscalidad actual, que grava de la misma manera a los combustibles renovables que a los convencionales», añade.
Antonio Mestre Gómez, director del Complejo Industrial de Repsol en Cartagena, recuerda que la UE tiene 19 de las 24 plantas de biocombustibles del mundo, una tecnología que no se puede dejar morir. En este mismo sentido se pronunció recientemente el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, que en su informe sobre las amenazas y retos a los que se enfrenta la economía de la UE subrayó que hay que aprovechar las infraestructuras existentes para ganar autonomía estratégica y la prohibición de coches de combustión puede ir en contra de ello. Por ello, Mestre insiste en la necesidad de que la Comisión Europea se replantee su postura sobre los motores de combustión y apueste por la neutralidad tecnológica –considerando emisiones cero a los coches que usen combustibles renovables– para no quedar atrás en la descarbonización del transporte.
Sin embargo, el panorama no es completamente negativo. La creciente presión de los inversores por adoptar prácticas sostenibles y los incentivos financieros para las empresas que cumplen con criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) están impulsando la transformación del mercado. Por lo tanto, Repsol, reconocida por Bloomberg como la petrolera con más proyectos de combustibles renovables en marcha, está bien posicionada para liderar esta transición.
La planta de Cartagena es sólo una pieza de la ambiciosa estrategia de Repsol para 2027, que incluye aumentar su capacidad total de producción de combustibles renovables a entre 1,5 y 1,7 millones de toneladas, y llegar a los 2,7 millones en 2030. Además, la empresa construirá la primera planta de combustibles sintéticos o efuels –producidos con CO2 capturado de la atmósfera e hidrógeno renovable– en Bilbao, que estará operativa en 2026, tras una inversión de 103 millones.
Alianzas clave para acelerar su expansión
La estrategia de Repsol no se detiene en la producción. La compañía ha establecido alianzas estratégicas con importantes actores del transporte como Scania, Sensé, IAG, Iberia, Vueling, Ryanair, Alsa, Avanza, Royal Caribbean, Trasmapi o Navantia, entre otros, que están utilizando combustibles renovables para descarbonizar sus operaciones. Además, Repsol firmó un acuerdo estratégico con Bunge por el que adquirió el 40% de tres instalaciones industriales operadas por Bunge Ibérica dedicadas a la producción de aceites y biocombustibles en Bilbao, Barcelona y Cartagena, cercanas a complejos industriales de Repsol. Mediante esta alianza, Repsol ha incrementado su acceso a una amplia cartera de materias primas de baja intensidad de carbono para producir combustibles renovables.