
Hípica
"Tuvimos que tirarnos al agua para salvar a un poni pequeño"
Laura Collado, propietaria del Club Ecuestre Catarroja, detalla la tragedia provocada por la DANA

La DANA que ha azotado la costa levantina ha provocado una devastación en Valencia que también ha afectado a la hípica. Laura Collado, la propietaria del Club Ecuestre Catarroja, es una más de los miles de afectados.
El lunes 28 el aviso de una alumna llevó a Laura a tomar precauciones y cancelar algunas clases. "Una amiga y alumna del centro me mandó un correo de la Universidad de Valencia donde advertían sobre la alerta por lluvias y les pedían no acudir a clases. Así que ese día decidí suspender nuestras sesiones, especialmente la de la asociación con niños discapacitados. Hacía mucho aire, pero no llovía", comenta Laura. El martes parecía un día ventoso y relativamente tranquilo, pero Laura decidió cerrar temprano por seguridad. "Me llamó una clienta medio llorando. Me decía que Catarroja estaba inundada y que había perdido todo y que estaban que se ahogaban. Me asomé a la ventana y vi que no llovía, pero la situación era alarmante", dice Laura que luego recibió una llamada de su hermana. "Me dijo que Massanassa estaba inundada, no podía llegar a su casa y su hijo estaba solo", relata. Apenas media hora después el agua ya había colapsado algunos desagües e inundaba de forma incontrolada la hípica.

"Movimos los coches y el tractor a la zona más alta del centro y salvamos a nuestros seis perros que ya tenían el agua al cuello. Llegó a subir hasta 1,20 metros y tuvimos que tirarnos al agua para salvar a un poni pequeño. Los caballos ya tenían el agua al nivel del pecho. Todo esto en completa oscuridad, porque la luz se fue sobre las ocho y media de la noche", asegura.
A medida que avanzaba la noche, la situación se tornó más desesperante. Laura y su familia recibieron las primeras alertas de emergencia entre las ocho y media y las nueve de la noche, cuando ya tenían el agua en sus instalaciones. Las alertas sonaron repetidamente durante la noche. Al amanecer, el agua todavía les llegaba por las rodillas. "Se oía el helicóptero de rescate sobrevolando, pero cuando intentaron ayudarnos a salir, decidimos quedarnos. No íbamos a dejar solos a nuestros caballos", afirma. Desde las primeras horas de la mañana, Laura vio la solidaridad entre los vecinos del pueblo: "A las 7 y 8 de la mañana, los primeros en llegar fueron los tractoristas locales apartando coches para abrir caminos. Si no fuera por ellos, no sé qué habría pasado. Ni la policía ni otros equipos de emergencia aparecieron entonces".
A lo largo de la semana, el aislamiento fue la norma con carreteras cortadas y barreras de barro que dificultaban cualquier desplazamiento. Laura incluso llegó a montar a caballo junto a su hermana menor para ayudar a su hermana mayor, que también estaba atrapada con su familia sin suministros. "Desde ese día del helicóptero que nos intentó ayudar a salir, hasta el domingo de esa misma semana, que vino un hombre de la Consejería con un familiar suyo, y porque él quiso ayudar a protectores y animales, no vino aquí nadie más ni se preocupo nadie por nosotros. La gente de aquí, del pueblo, sí que se encargó de nosotros y nos trajeron agua y comida, además de los voluntarios de toda España. Al ver el pueblo da la sensación de que hubiera caído una bomba".
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