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Hazaña

Alcaraz gana Wimbledon a Djokovic, una victoria que simboliza el cambio de era

Tras cuatro horas y 43 minutos, Carlos venció (1-6, 7-6 [8/6], 6-1, 3-6 y 6-4) a la leyenda serbia, que no perdía en Wimbledon desde 2017

La bestia terminó cediendo, hincó la rodilla por fin. Y se levantó del suelo después de la última estocada, después de la derecha que no pudo devolver, tras cinco horas de una batalla épica, de un partido que entra ya en la historia de Wimbledon, de los mejores que se ha visto, para dar la enhorabuena a quien le acababa de derrotar (1-6, 7-6 [8/6], 6-1, 3-6 y 6-4). La bestia, menuda bestia, Novak Djokovic. El héroe, un nuevo héroe, menudo es tan bien: se llama Carlos Alcaraz y es el rey del tenis y nadie puede discutirlo. Ya era número uno del mundo, sí, y tenía un Grand Slam con sólo 20 años, pero ganar a Novak en la pista central de Wimbledon es mucho más que una victoria, es un símbolo, el cambio de época que tanto tiempo se llevaba esperando, pero no llegaba porque Djokovic, junto con Nadal y Federer, han ido acabando con las esperanzas de una generación tras otra. El suizo ya se ha retirado y a Rafa le queda el último baile, pero el serbio está con el hambre de siempre, con 36 años, pero en plena forma, y eso multiplica el volumen de la hazaña que ha conseguido Alcaraz.

Porque hubo un momento del encuentro en el que empezó a ser el de toda la vida de Nole. Ha ganado allí siete veces y buscaba igualar el récord de ocho títulos de Federer. No perdía allí desde 2017, y en la central desde 2013. Tiene 23 Grand Slams y se las sabe todas y jugó un partidazo que no fue suficiente para vencer a Alcaraz. Era un duelo psicológico para el murciano después de lo que había pasado en Roland Garros, de los calambres que le entraron por los nervios y le impidieron competir. Esta vez los nervios llegaron en el primer set. No era él. «¡Dale, aunque vaya a la valla!», se recriminaba. Sufrió un 6-1 que Nole intentó por todos los medios que fuera un 6-0. Quería imponer desde el principio, asfixiar al veinteañero, pero no lo logró. Se soltó Alcaraz por fin y empezó a encontrarse. La dejada, la sonrisa, un break rápido y la rápida recuperación de su rival, que no quería dejar pasar una. Qué difícil es jugar contra Novak: lo resta todo, y a los pies, hace jugar todo, presiona siempre, te acorrala. Había estudiado bien el partido y con los segundos saques casi siempre los tiraba a la derecha del español, porque las devoluciones de Alcaraz en todo el torneo con el revés han sido increíbles. Pero no le afectó que el serbio recuperara la rotura porque su tenis ya fluía. El más difícil todavía fue llegar al tie break en el segundo set. Era clave, porque ceder ahí era tener una desventaja seguramente insalvable. Y Djokovic sólo había perdido un solo desempate en todo el año en Grand Slams, sin mayor trascendencia en Australia. Incluso llegó a mandar Novak 0-3. Lo raro fue que ahí regalara alguna de más, rarísimo, y Carlos lo aprovechó para igualar el partido.

El espectáculo

Llegaron entonces los mejores momentos del murciano. Era él más que nunca y comenzó mandón en el tercer parcial, donde se vivió un (otro) momento para la eternidad con un juego que duró ¡26 minutos! Hubo hasta 13 empates y el español no logró la rotura, la segunda en este set, hasta la séptima oportunidad. «¡Carlos, Carlos!», gritaba la grada. Es un ídolo. Se agarraba al partido Djokovic con todo, como siempre hace. Parecía muerto, se enfrentaba al público, se quejaba del viento y finalmente se dejó ir. Recibió el 6-1 de vuelta, se marchó al vestuario, respiró y volvió como nuevo. Siempre revive el jugador con más Grand Slams de la historias. Mil veces se le ha visto así, y recupera el color y el tenis y en un momento te la ha liado. Así se llevó el cuarto set.

Todo parecía a favor para él: no suele perdonar ahí porque juegan él y su leyenda. Un quinto set en una final «Grande» es su territorio y después de salvar una pelota de rotura, tuvo su oportunidad. Claro que Carlos también estaba convencido esta vez. Con una defensa increíble, al límite que Djokovic no supo resolver, evitó Carlos el 2-0 en este parcial. No lo podía creer. Cómo corrió Carlos ante lo imposible y cómo sí aprovechó él su oportunidad al juego siguiente en otro punto parecido, larguísimo, en el que primero mandó el murciano, luego su rival, después se fue al suelo el serbio, se levantó, siguió, se fue para adelante y ya Alcaraz le pasó con un revés paralelo. No aguantó el defensor del título y reventó la raqueta contra el palo de la red, a la que dejó una marca. Esa rotura era oro, pero quedaba mucho, sólo era un 2-1, quedaban muchísimos juegos por delante, demasiada presión que aguantar. Alcaraz siempre se dice que para ganar a los mejores hay que ser valiente y en esos momentos no renunció a lo que es: más dejadas, apretó de verdad con la derecha, ningún reproche, un globo increíble. Fue sumando con su saque ante un oponente, un monstruo, que lo dio todo. Ya no había restos de cansancio, respiraba Novak, se golpeaba las piernas con las raquetas, corría como un gamo. Puso todo de su parte, pero no logró quebrar la confianza de un chico de 20 años que estaba a punto de hacer algo increíble.

El último saque era ya la oportunidad final. «Temblará», pensaba Nole. Pero de eso nada, jugó dos dejadas para empezar, y eso que la primera la falló, y la última pelota corta la rompió para revolcarse en la hierba de placer mientras en el palco Juan Carlos Ferrero, el técnico, saltaba, se abrazaba con todos y lloraba de pura felicidad. Alcaraz se une a Santana, Nadal, Conchita y Garbiñe como españoles campeones de Wimbledon.