Tenis
Djokovic gana a Kyrgios y suma su séptimo Wimbledon y su Grand Slam 21
El serbio remonta ante el australiano (4-6, 6-3, 6-4 y 7-6 [7/3]) y se coloca a un “Grande” de Rafa Nadal
Novak Djokovic pudo con el vértigo del 21. En una final contra Kyrgios que tuvo que trabajarse mucho (4-6, 6-3, 6-4 y 7-6 [7/3]), se convirtió en (todavía más) leyenda de Wimbledon al ganar por séptima vez en la Catedral, la cuarta consecutiva. Iguala así a Pete Sampras y se coloca a un triunfo en el All England Club del récord de ocho de Roger Federer. Como a uno está ya también de Nadal en la pelea histórica por los Grand Slams. En el US Open de 2021 tuvo la primera oportunidad de conquistar su vigésimo primer “Grande” y le pudo la presión ante Medvedev. En Australia 2022 no jugó por la que se lio al no estar vacunado y Rafa le superó en Roland Garros y puso dos de distancia, al llegar al 22. Pero en la hierba resucitó Nole y ya está de nuevo al acecho del español, aunque posiblemente este año no tenga posibilidad de igualarlo porque según está la normativa ahora no puede acudir al US Open al no estar vacunado del covid. No podía fallar el serbio y no lo hizo.
La locura se instaló en la cabeza de Kyrgios al finalizar el segundo set. Djokovic había conseguido un rato antes romper, por fin, el servicio del australiano, pero cuando sacaba para cerrar el parcial tuvo dudas, como una doble falta de inicio. Se vio con 0-40. Kyrgios amenazaba de verdad pero el serbio no sólo levantó esas tres pelotas de rotura, también pudo con una cuarta. Y así se puso 1-1 y se evitó una situación límite. Y entonces Nick empezó a gritar en la central de Wimbledon.
Parecía el principio del fin, de la estabilidad que había mostrado Kyrgios hasta ese momento, crecido en un escenario desconocido para él. Era su primera final de Grand Slam, enfrente estaba una leyenda, pero jugó con un descaro sorprendente. El rodillo habitual con el saque, que lo ejecuta de forma increíble, incluidos segundos a 200 kilómetros por hora, buena mano en la red y alguna bola de esas por debajo de las piernas e incluso en su cuarto punto, un saque por abajo, para que no fuera todo tan serio, que había mucho en juego pero hay que disfrutar. Estaba combinando a la perfección Kyrgios el show con el tenis y se llevó el primer set en un abrir y cerrar de ojos, en media hora, sin que a Djokovic apenas le diera tiempo a entrar en calor y sin que en realidad hubiera hecho nada demasiado mal. Simplemente su rival fue mejor.
Unos apuros, en realidad, nada nuevos para Nole en este Wimbledon, que empezó muy por detrás los cuartos de final ante Sinner (dos sets a cero) y también las semifinales con Norrie (1-0). Pero siempre encuentra la manera de volver, de buscarle las vueltas al partido, de sentirse cómodo, y poco a poco fue restando los servicios de Kyrgios, por muy rápido que vinieran. Ya no callaba el australiano, mirando a su palco para desfogarse y sobreviviendo en la pista, tirando de recursos, de un “gran Willy” para ganar un punto, de una volea imposible, un bote pronto... Sabía sufrir el de Canberra, y ya tiene mérito, ante un Djokovic que estaba en su mejor momento, en ese modo “no fallo ni una que no toca e incluso meto alguna que nadie más metería”.
El partido parecía ya encauzado por Novak. Lo tenía donde quería mientras Kyrgios se quejaba, a veces con razón porque el público hablaba cuando iba a sacar, otras sin motivo aparente, sólo como distracción, quizá para que la mente no estuviera del todo en el partido, el más importante de su vida, y que eso no le agobiara. Charla a charla con los suyos, iba sacando los juegos al servicio como podía, mientras Djokovic iba sumando argumentos en su raqueta. Si hasta ese momento la palabra era “solidez” también empezó a añadir Nole “precisión” y “contundencia” para encontrar ganadores y tiros que parecían teledirigidos. Con esa dinámica, el tercer parcial seguía igualado, porque esto es hierba, por muy pelada que estuviera ya la zona de la línea de fondo, y normalmente todo se decide en cuatro o cinco detalles, hay menos espacio para salir de los apuros.
El break de Nole en ese tercer parcial llegó quizá en el juego más inesperado, porque Kyrgios había conectado muy buenos saques y se vio con 40-0. Pero no supo ganar el punto que le faltaba, Djokovic las puso dentro, encontró una derecha ganadora, y fue recortando mientras el australiano no dejaba de gritar a su palco “¿por qué? ¿por qué?” y así se le fue escapando el juego y se le terminó marchando el set.
Nick pasó de la histeria a la seriedad. Estaba callado mientras decía que no con la cabeza y el serbio se iba a cambiar al vestuario. Respiró Kyrgios. El negativismo parecía que se había instalado en él, pero el huracán pasó y volvió a ponerse serio, sin reprocharse los fallos, para llevar el partido a un cuarto set vibrante, el más disputado, con los dos tenistas a pleno rendimiento. La tensión cambió de lado cuando Kyrgios forzó el tie break. Fue Djokovic el que empezó a intercambiar opiniones de forma vehemente con su palco.
Lo que había en juego se notó de verdad en el ambiente en ese momento, pero un desempate en un partido así es territorio Djokovic, música para sus oídos. Los ha jugado muchas veces. Se puso en modo pared, a pasar mil bolas por encima de la red, a restar de cualquier manera, para que fuera su rival quien las tirara lejos. Empezó Kyrgios con una doble falta. Después falló Nole un revés, pero su oponente no lo aprovechó y cometió cuatro errores seguidos para verse con 6-1. Era el fin.
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