Una vez más Carlos Sainz ha vuelto a romper todos los pronósticos. A pesar de sus 61 años y una grave lesión de espalda a resultas del vuelco sufrido el pasado año en el Dakar, el piloto madrileño ha logrado un nuevo triunfo, y ya van cuatro, en la carrera más dura del mundo. Nada es por casualidad. Sus éxitos son consecuencia de un enorme trabajo, una preparación física excelente y unos conocimientos técnicos superiores a los del resto de los pilotos. Además de un conductor rapidísimo, Sainz es único en la comunicación con los ingenieros y el desarrollo y la puesta a punto de sus vehículos hasta en los más mínimos detalles. Ya sean de rallies o de raids.

Sus virtudes las ha demostrado desde sus inicios con el desarrollo de todos los coches que han llegado a la cima en el mundial de rallies, desde los Toyota Celica y los Subaru Impreza a los Ford Escort y Focus o los Citroën Xsara. O cuando desarrolló para otros pilotos de Volkswagen el Polo WRC. Y lo mismo ha hecho con los coches del Dakar, ya que ha logrado hacer campeones a todos los que ha evolucionado y conducido. Todos sin excepción han llegado a lo más alto. Además ha ganado con el Volkswagen Touareg en 2010, con el Peugeot en 2018, con el Mini en 2020 y ahora con el Audi y con un coche especialmente complicado por su elevado componente eléctrico.

Hoy se abrirá un periodo de reflexión en el que Carlos hará resumen de lo que ha pasado y tomará una decisión sobre su futuro en pocas semanas. Encima de su mesa de Madrid le esperan al menos dos ofertas de marcas que requieren sus servicios para el desarrollo de la máquina que volverá a ganar el Dakar en dos o tres años. Y Carlos es posible que sorprenda otra vez al mundo aceptando un nuevo reto para triunfar en el Dakar.

Y lo volverá a hacer.