40 años del 12-1
"Podíamos haber metido quince a Malta"
En el cuarenta aniversario de la histórica goleada, Juan Señor y Poli Rincón lo recuerdan para LA RAZÓN. «Se me pone la piel de gallina», dice Poli
Mucho antes del gol de Iniesta hubo otros goles. Pero pocos tan emocionantes como el de Juan Señor. Metió varios en su carrera, pero solo uno es «EL GOL». La noche del 21 de diciembre de 1983 España entera empujó aquel grito de José Ángel de la Casa. El narrador canónico, el ejemplo de sobriedad, ha pasado a la historia por un gallo.
«Lo marqué a medias con José Ángel de la Casa y con 20 millones de españoles que lo veían por televisión», recuerda Juan Señor. Quedaban todavía seis minutos de partido y España había alcanzado el objetivo que parecía lejano en el descanso al que España llegó ganando solo por 3-1.
«Se me subieron los gemelos cuando fui a abrazar a Juan después de marcar. Los últimos minutos se me hicieron larguísimos», confiesa Poli Rincón. Él marcó cuatro de los doce goles –otros cuatro marcó Santillana; dos, Maceda; uno Sarabia y otro, el gol, de Señor– y, además, se guardó el balón con el que se jugó el partido. Entonces los encuentros se disputaban con un solo balón a no ser que se pinchara o se deshinchara y el árbitro se lo llevaba al vestuario al acabar el partido. «En aquella época no se hacía, no había hat trick ni nada de eso, pero el árbitro me debió de ver con cara de loco y me dio el balón cuando me vio llegar. Pensaría a ver qué me va a hacer este si no se lo doy. Ahora está en el museo del deporte», recuerda Poli. «No tenía la sensación de que estábamos haciendo algo histórico, pero sí de que estábamos haciendo algo muy grande», añade.
Rincón era uno de los convencidos de que España podía marcar once goles, aunque luego hicieron falta doce. La derrota de la selección, a la que nadie llamaba todavía la Roja, ante Holanda con un gol de Gullit hacía que una victoria ante Malta no fuera suficiente para llegar a la Eurocopa de Francia. Hacían falta once goles para superar a los neerlandeses en el average, que fueron uno más cuando Demanuele marcó el 1-1 casi de casualidad. Su disparo rebotó en la espalda de Maceda y despistó a Buyo, que ocupaba la portería por una lesión de Arconada.
«En el vestuario no hablábamos», dice Rincón. Pero él empezó a animar. «Yo estaba convencido. Eso si no te lo crees no lo puedes hacer. Hace falta un poco de locura», agrega. «Estuvimos tres minutos en silencio en el vestuario, pero luego Rincón era uno de los que animaba. Es un loco bueno, con esa intensidad que le pone a todo. También Camacho y Goicoechea», recuerda Juan Señor, que también creía en la remontada. «Yo soy más de creer para ver que de ver para creer», afirma emocionado.
Para convencerse de que era posible la selección estuvo concentrada durante una semana en el hotel Oromana de Alcalá de Guadaíra. Allí vieron el partido en el que Holanda derrotó a Malta por 5-0 cuatro días antes. «Muñoz nos puso el vídeo. Vimos que los holandeses les habían creado muchas ocasiones y pensamos que era posible», rememora Señor. La goleada de Irlanda a los malteses un mes antes (8-0) también ayudaba a confiar en la hazaña.
Tan convencidos estaban de que se podía lograr que ni el gol de Malta ni el penalti que falló Señor en la primera mitad les hicieron dudar. «Ni un segundo miramos atrás después de fallar el penalti. No había tiempo», confiesa. La vorágine era tal que solo había tiempo para actuar. No se podía pensar.
Santillana marcó los tres goles en la primera parte y después del descanso empezaron a caer uno detrás de otro. «Hubo un momento en que pasamos del 3-1 al 8-1», dice Poli Rincón. Él marcó nada más empezar la segunda mitad, en el minuto 47, pero tardó diez minutos en marcar el quinto. Después, en tres minutos, entre el 62 y el 64, España marcó tres más: dos de Maceda y el tercero de Rincón. Y España ya sabía que todo era posible.
«Yo jugué de lateral derecho. ¿Cuántas veces me has visto jugar de lateral derecho en la selección?», pregunta Señor. Él solo rememora otro día de peor recuerdo, el de los cuartos de final del Mundial de México en el que España cayó por penaltis contra Bélgica. «No había ninguna táctica. Nadie puede decir con qué esquema jugamos. Yo jugué de lateral derecho y en la selección solo lo hice otra vez, en México contra Bélgica. Acabamos con tres delanteros centro en el área, Santillana, Rincón y Maceda, que se quedó allí», cuenta el que entonces era jugador del Real Zaragoza. La charla de Miguel pretendía llegar al corazón de sus futbolistas antes que al estilo. «Hagan que España se sienta orgullosa de ustedes, nos dijo Miguel Muñoz. ¿Qué más te pueden decir?», recuerda Poli.
Y así llegaron los cuatro goles que faltaban: uno de Santillana, otro de Rincón, y para el final quedaban el de Sarabia y el gol de Señor. Para eso influyó la motivación de los españoles, la calidad del equipo de Muñoz y también la superioridad física. «Los malteses no eran profesionales. Les superamos técnica y físicamente. Les expulsaron a un jugador y tres días antes habían jugado contra Holanda, que les mete cinco. Ahora no sería posible», admite Señor.
«Hubiéramos metido trece o catorce, los que hubieran hecho falta. Faltaban cinco o seis minutos cuando marqué», asegura Juan. Y Rincón le da la razón. «Podíamos haber metido quince», dice. Y los dos recuerdan que Gordillo marcó uno más después del de Señor. «Era legal, pero se lo anularon», dice Rincón. Era un fuera de juego en el que VAR ahora hubiera tenido que tirar las líneas. Gordillo se quedó sin marcar, pero el partido quedó cerrado con la perfección de ese gol de Señor.
Rincón no pudo disfrutar de la Eurocopa para la que ayudó a clasificar a España y en la que llegó hasta la final, que perdió con Francia. «En aquella época era muy difícil clasificarse para la Eurocopa, solo jugaban ocho. No pude ir porque me lesioné en Hungría en el último amistoso, al marcar el gol. Luego me tuvieron que operar de los aductores. Estuve en la final sentado en el banquillo, porque me invitó la Federación», cuenta. Su sustituto fue Butragueño, aunque no llegó a debutar.
«La goleada se celebró como un título, porque veníamos de donde veníamos, de incendios, de atentados y de dos accidentes aéreos», recuerda Señor. Eran tiempos duros, los años de plomo en los que ETA mataba un día sí y otro también. El 7 de diciembre, dos semanas antes, habían chocado dos aviones en Barajas con el resultado de 93 personas muertas.
Fue una alegría para un país que no estaba acostumbrado a recibirlas. «Fue un punto de inflexión para el fútbol español», dice Señor. España venía del fracaso del Mundial 82 y había atravesado un desierto desde que ganó la Eurocopa en 1964. Por eso y por lo inesperado de la hazaña la alegría y la emoción se dispararon. «Se me pone la piel de gallina al recordarlo», dice Poli Rincón. «Vi el partido al día siguiente y me emocioné. Me sigo emocionando», añade.
Televisión Española repitió el partido al día siguiente con análisis añadidos durante el juego, pero la gente llamó para pedir que pusieran la narración original. Y en la repetición la gente pudo volver a escuchar cómo el gallo de José Ángel de la Casa empujaba el gol de Señor.
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