Mónaco

Un bostezo infinito (2-4)

Romero, en una de las paradas
Romero, en una de las paradaslarazon

Van Gaal se atrevió a desactivar el «efecto Krul» en la prórroga. Van Persie había tenido algunos problemas gástricos antes del encuentro y por eso, o porque no se le vio en todo el partido, el preparador holandés decidió agotar el tercer cambio con la entrada de Huntelaar.

Van Gaal se atrevió a desactivar el «efecto Krul» en la prórroga. Van Persie había tenido algunos problemas gástricos antes del encuentro y por eso, o porque no se le vio en todo el partido, el preparador holandés decidió agotar el tercer cambio con la entrada de Huntelaar. Una decisión que cargaba de responsabilidad a Cillessen ante los penaltis. Quizá por eso, o porque por muy estudiados que los holandeses tengan los penaltis, sigue habiendo una parte de azar incontrolable, de nervios y de saber estar que no miden las estadísticas, el héroe terminó siendo Romero, el portero argentino. El mismo que ha generado tantas críticas contra Sabella, que prefirió confiar en él que apenas jugaba en el Mónaco en lugar de otros como Willy Caballero. Pero Romero era su portero porque Argentina es un equipo y el seleccionador se preocupa por el equilibrio del grupo. Romero le devolvió la confianza con dos paradas. La primera a Vlaar, que abría la tanda. La segunda, a Sneijder. Y aunque Cillessen adivinó el lanzamiento de Maxi, la potencia del disparo hizo que no pudiera detenerlo.

Argentina está en la final con el único mérito de haber acertado más desde el punto de penalti y de terminar imponiéndose en un partido en que no se vio a su estrella. Los argentinos sacaron de centro. Higuaín y Messi se dieron un abrazo y Leo decidió que aquel era un buen lugar para vivir. Desde el centro del campo podía llegar andando a todos los sitios. En realidad, no necesitaba más. El ritmo del partido exigía más atención a los espectadores que a los futbolistas. Hay dos Messis, uno que anda sin balón y otro que acelera cuando agarra la pelota. Y que vuelve a andar cuando le toca lanzar una falta.

El partido era una pelea por ver quién administraba mejor el miedo. No se atrevía ninguno de los dos equipos a atacar por temor a que el contrario le hiciera daño. La pelota circulaba de lado a lado por el centro del campo sin más intención que mantenerla hasta convertir el encuentro en un bostezo infinito, una excusa para dejar de amar el fútbol. Si el Mundial debe ser la mejor campaña de publicidad para este deporte, el encuentro de ayer fue la mejor invitación a los espectadores a buscarse otra afición. Messi no acertaba con los balones parados. Sneijder, tampoco. Y el juego no mejoraba cuando la pelota comenzaba a moverse.

Holanda, sin espacios para aprovechar la velocidad de Robben, era un poco menos Holanda. Y cuando intentaba algún regate el «11» holandés siempre se encontraba el brazo de Demichelis o un defensa detrás de otro que terminaban quitándole la pelota. Estaba el partido predestinado a la prórroga. Porque la única vez que Robben consiguió escapar de la vigilancia de los defensas terminó apareciendo Mascherano, que pareció haber dado de repente el estirón que le negó la adolescencia para llegar a tiempo de despejar el disparo del holandés.

Sólo al final parecieron quitarse la pereza de encima los holandeses. Se animaron con esa llegada de Robben, como si empezaran a dudar, con razón, de las posibilidades de repetir el éxito en los penaltis. Van Gaal ya había decidido cambiar el equipo. Renunció a la fortaleza de De Jong y le dio el centro del campo a Clasie, un menudo mediocentro que se hizo notar nada más pisar el césped. Buscaba los pases interiores que De Jong ni siquiera se imaginaba, pero con el mismo éxito.

Sabella se echó en brazos de Agüero, al que reservaba por culpa de sus problemas musculares, y mandó al banquillo a Higuaín. También entró Palacio para intentar que su equipo se acercara más al área de Cillessen. Pero todos sus intentos terminaban en el mismo punto que los del «Pipita», en los pies de Vlaar. Argentina sólo apretó en el final de la prórroga. Pero no lo necesitaba. La suerte estaba con ella.

- Ficha técnica:

0 - Holanda: Jasper Cillessen; Bruno Martins Indi (Daryl Janmaat, m.46), Stefan De Vrij, Ron Vlaar; Dirk Kuyt, Daley Blind; Georginio Wijnaldum, Nigel de Jong (Jordy Clasie, m.62), Wesley Sneijder; Arjen Robben y Robin Van Persie (Jan-Klaas Huntelaar, m.96).

Seleccionador: Louis van Gaal.

0 - Argentina: Sergio Romero; Pablo Zabaleta, Martín Demichelis, Ezequiel Garay, Marcos Rojo; Enzo Pérez (Rodrigo Palacio, m.82), Lucas Biglia, Javier Mascherano, Ezequiel Lavezzi (Maxi Rodríguez, m.101); Lionel Messi y Gonzalo Higuaín ('Kun' Agüero, m.82).

Seleccionador: Alejandro Sabella.

Tanda de penaltis: 0-0: Vlaar, para Sergio Romero. 0-1: Leo Messi. 1-1: Arjen Robben. 1-2: Ezequiel Garay. 1-2: Wesley Sneijder, para Sergio Romero. 1-3: Sergio Argüero. 2-3: Kuyt. 2-4: Maxi Rodríguez.

El árbitro Cuneyt Cakir (TUR) amonestó a Martins Indi (44), a Huntelaar (105) por Holanda y a Demichelis (49) por Argentina

Incidencias: Semifinales del Mundial de Brasil disputadas en el estadio Arena Corinthians de Sao Paulo ante 63.287 espectadores.