Brasil
La bandera que trajo a Nadal a Río
Su ilusión después de perderse Londres y el compromiso con el COE han llevado a Rafa a sobreponerse al dolor en la muñeca izquierda y ser el cabeza de lista de la delegación española
Su ilusión después de perderse Londres y el compromiso con el COE han llevado a Rafa a sobreponerse al dolor en la muñeca izquierda y ser el cabeza de lista de la delegación española
Llegó a Río y se entrenó con David Ferrer, más de dos horas; el día siguiente, con Cilic, y una intensidad que no deja lugar a dudas: Rafa Nadal va a disputar en los Juegos partidos de dobles, con Marc López; dobles mixtos, con Garbiñe Muguruza, y, además, los individuales. Todo, después de dos meses largos sin competir a causa de unas dolorosas molestias en la muñeca izquierda. A Rafa le ha traído a Río una bandera, la de su país, y ser el abanderado de la delegación española lo considera un honor, un privilegio, un sueño que no podía imaginar cuando en los Juegos de Barcelona, en 1992, grabó en su mente infantil la ceremonia inaugural y la final de 1.500, el oro de Fermín Cacho.
«Me perdí Londres y estar aquí es una doble satisfacción. Lo es participar en unos Juegos, para mí es importantísimo, y el ser abanderado ha sido un plus para estar aquí», dice Nadal. De sus palabras cabe colegir que si no hubiese sido por el compromiso adquirido con el COE y por la ilusión que le hace encabezar la delegación española en la ceremonia inaugural, posiblemente se habría quedado en casa. Va a jugar sin haber competido. Corre riesgos y lo sabe: «Pero hubiese sido muy duro haber sido designado dos veces abanderado y no poder acudir en ambas ocasiones».
Ganó el oro en Pekín y sacó billete para ser el abanderado español en Londres. Su aura, la grandeza deportiva que ostenta, su humildad, su ejemplo dentro y fuera de las pistas y el ser campeón olímpico propiciaron que el COE le eligiera para ser el abanderado en Londres, saltando algunos preceptos, tales como los méritos deportivos (las medallas) acumulados en Juegos anteriores que son la ley no escrita que selecciona al cabeza de lista de la delegación en la ceremonia.
Cuando el COE postergó a otros deportistas con méritos suficientes para potenciar ese privilegio y señalar a Nadal, ninguno de esos deportistas se quejó. Todo el mundo entendió que el tenista era la mejor representación posible de España en unos Juegos. Pero días antes de la crucial cita se lesionó. Intentó recuperarse, «pero tenía un boquete en la rodilla» y por mucho empeño que pusiera el reto era imposible. Lágrimas le costó la renuncia. Ser abanderado es el máximo reconocimiento a un deportista, y una experiencia inenarrable que en 1920, en Amberes, vivió el primer abanderado español, el futbolista Mariano Arrate. Pasaron los años, el olimpismo adquirió su máxima expresión con Juan Antonio Samaranch en la presidencia del COI y desde 1984, en Los Ángeles, se fueron sucediendo las personalidades que fueron estandarte español en los Juegos. Alejandro Abascal, en Los Ángeles; le precedió en Moscú’80 Herminio Menéndez. En Seúl’88, la Infanta Cristina; en Barcelona’92, el Rey Felipe VI, entonces Príncipe; en Atlanta’96, Luis Doreste; en Sidney’2000, Manel Estiarte; en Atenas’04, Isabel Fernández, vicepresidenta del COE; en Pekín’08, David Cal, y en Londres’12, Pau Gasol.
Rafa va a cumplir su sueño de ser abanderado después de no pocos avatares, y de que el presidente del COE, Alejandro Blanco, el primer defensor de los deportistas, lo apostara todo por él.
Cuando Nadal se lesionó en Roland Garros, un escalofrío recorrió la espina dorsal del deporte español, «otra vez, no puede ser». Se siguió el día a día, con ansiedad indisimulable, el proceso de recuperación, desesperantemente lento. El tenista físicamente se encontraba al ciento por ciento, «fino, inmejorable», pero la muñeca representaba un serio problema. Tuvo que parar para evitar males mayores, la fractura de la vaina inflamada, y porque los dolores eran insoportables. Mejoró, no del todo, y ahora, como él confiesa, juega con molestias. Siempre ha jugado con dolor, es su sino; a pesar de todo hoy va a cumplir un sueño.
Formará parte del grupo de elegidos entre los 205 países amparados por los aros olímpicos. Y no será el único tenista abanderado: Andy Murray representará a Gran Bretaña; Caroline Wozniacki, a Dinamarca. Otros deportistas destacados, Michael Phelps, entusiasta abanderado de Estados Unidos; Luis Scola, de Argentina; el decatleta japonés Keysuke Ushiro; la nadadora italiana, rival de Mireia en los 200 y 400 estilos, Federica Pellegrini, o la arquera iraní Zara Nemat, que tiene su historia: consiguió el oro de tiro con arco en Londres; tiempo después, hubo un terremoto en Irán, que le dejó secuelas, de ahí que vaya a competir también en los Juegos Paralímpicos. No hay mejores embajadores. En el caso de Rafa, que se medirá con el argentino Federico Delbonis en la primera ronda del torneo individual, no hay duda.
Del Príncipe a Pau
1992. Felipe de Borbón
(Vela)
Felipe VI desfiló como Príncipe en el Estadio de Montjuïc y lo hizo con toda la Familia Real en el palco.
1996. Luis Doreste
(Vela)
Uno de los miembros de una destacada familia de regatistas heredó el cargo de abanderado en los Juegos australianos.
2000. Manel Estiarte
(Waterpolo)
Uno de los más grandes. Oro olímpico cuatro años antes y plata en Barcelona. El reconocimiento para una leyenda.
2004. Isabel Fernández
(Judo)
En Sidney fue campeona olímpica; en Atlanta, bronce... La judoka alicantina participó en cuatro Juegos.
2008. David Cal
(Piragüismo)
Un oro y cuatro platas olímpicas. Ningún deportista español ha ganado tantas medallas en los Juegos.
2012. Pau Gasol
(Baloncesto)
Fue el encargado de sustituir a su amigo Rafa. Dos platas olímpicas le contemplan y quiere más.
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