Olimpismo
La medalla más merecida: histórica plata de Queralt Castellet en sus quintos Juegos Olímpicos
Es el quinto metal de España en la historia de los Juegos de invierno, la segunda de una mujer tras la de Blanca Fernández Ochoa en 1992. Sólo la estadounidense Chloe la superó en halfpipe
El gesto de rabia al terminar. Queralt Castellet mordía la tabla mientras esperaba la puntuación y al ver el 90,25 se llevó las manos a la cara, entre la incredulidad y la emoción, porque sabía que ahí podía estar, e iba a estar, la medalla soñada en snowboard halfpipe. Toda una vida detrás de ella y la colección ya está completa, porque la ryder de Sabadell había conseguido subir al podio en todas las competiciones a lo largo de su ya larga carrera, pero le faltaba hacerlo en el lugar más importante. La gran pregunta que le han hecho estos días ya tiene respuesta: “¿A la quinta será la vencida?”; pues sí lo ha sido...
Porque son cinco los Juegos Olímpicos que ha disputado la catalana, desde Turín 2006, donde acudió con sólo 16 años, hasta Pekín 2022, donde tenía ese pálpito que tienen los campeones de que algo grande podía suceder. Cada medalla que logra España en deportes de invierno tiene que celebrarse como una proeza, porque la de Castellet es la quinta de la historia, y la segunda de una mujer. Antes lo lograron Paco Fernández Ochoa, oro en esquí alpino en Sapporo 1972; el bronce de su hermana Blanca Fernández Ochoa en Albertville 1992; y los bronces de Regino Hernández (snowboardcross) y Javier Fernández (patinaje artístico) en Pieonchang 2018. La de Queralt es la primera plata. El propio Regino, comentarista de estos Juegos en Eurosport, asegura que Castellet es la deportista, de todos y todas las que hay en Pekín, que más merecía subir al podio.
Ella afrontó Pekín como una ilusión y una oportunidad más que como una obligación. Ha aprendido a relativizar las cosas. La suya es la historia de una vida a contracorriente, porque de bien joven se fue a vivir a Nueva Zelanda y así ha pasado toda su vida, de acá para allá, con residencias en Suiza y Estados Unidos, con la casa a cuestas, poco a lo que apegarse salvo el material para poder competir. También la suya es una historia de superación, pues en 2015 perdió a su novio y entrenador, Ben Jolly, que falleció de cáncer y fue un duro golpe para ella. Estuvo un tiempo con la tabla a un lado, pero la tabla y la montaña también fueron su válvula de escape para salir adelante. Se reinventó y volvió a la competición para seguir siendo una de las ryders más respetadas. Y de las mejores.
Sus viajes de continente a continente son debido a que se dedica a un deporte que no puede practicar en España porque no hay pipe, el medio tubo por el que se lanzan para hacer diabluras. ¿Tiene o no tiene mérito lo suyo? En Pekín estaba sola porque su entrenador se quedó en casa por covid y su fisio tampoco pudo viajar por problemas personales. En la primera de sus tres rondas salió más conservadora para ir tomando sensaciones. Después, en la segunda, llegaba el momento de arriesgar con trucos, giros y vuelos más difíciles, y con alguna elevación espectacular de cuatro metros: una pequeña gran mujer volando por encima de la nieve, con el mundo a sus pies. Sólo le superó la estadounidense Chloe Kim, la gran favorita, que hizo una primera ronda espectacular con 94 puntos y que no tardó en recibir la felicitación de la española, que le dio una abrazo e incluso se hizo una foto con ella y con la japonesa Tomita Sena (88,25), que se colgó el bronce.
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