Clásico
Viaje a los orígenes de Lamine Yamal de la mano de Kubala, su primer entrenador: "Los demás niños lloraban, él no"
Inocente Díez, alias Kubala, fue el primer entrenador de Lamine Yamal en el modesto club La Torreta, donde aprendió a "compartir la pelota". En dos años y medio se lo llevó el Barça. "Era pequeño, ahora tiene el cuello de Alonso y las piernas de Roberto Carlos", dice
La conversación telefónica con Inocente Díez, alias Kubala, se detiene un momento porque está ayudando a atar los cordones de las botas a su hijo pequeño antes del entrenamiento. “Ya soy todo tuyo”, dice. Y se escucha al niño irse a los campos de La Torreta, un equipo humilde, de una barriada que pertenece a la Roca del Vallès, cerca de Granollers. “Es un barrio de unos 1.700 habitantes, un club muy modesto, muy pequeñito. Tenemos 12 equipos, todo el fútbol base, escuelita, prebenjamines, benjamines, alevines, infantil, cadete, juvenil y un amateur en Cuarta catalana”, describe Kubala. Tienen unos 170 niños, muchos menos que los clubes de Granollers, pero allí fue donde dio sus primeras patadas al balón Lamine Yamal, una de las sensaciones del fútbol mundial. “Él nació en Sant Just Desvern, se trasladan por tema familiar. Estaba la parte paterna en Rocafonda. La mamá trabajaba en McDonalds y pide el traslado al de Granollers. Con ella trabajaba una hija mía y la mamá le comentó que tenía un niño quería jugar”, desvela Inocente. Y allí se plantó un canijo de cuatro años, que apenas aguantó en La Torreta dos temporadas y media antes de irse al Barça.
El origen del nombre: Lamine Yamal
Cuando los padres llegaron a España pasaron momentos duros, algo que se refleja de alguna manera en el nombre del futbolista. “Había un cura de allí de la zona de Rocafonda, que se llama Lamine; y un señor que les ayudaba, porque los padres al principio no tenían ni vivienda ni nada, que se llamaba Yamal. Por eso le pusieron el nombre”, afirma Kubala. Los años complicados para la familia continuaron. Los padres se separaron y el entrenador echaba una mano en lo que podía. “La mamá se queda aquí cerca de Granollers y el papá en Rocafonda, entonces el niño quería venir a entrenar cuando estaba con el papá y le decía que me llamara. Tengo Mataró de aquí a unos 20 kilómetros. Su tío Abdul, el que tiene una panadería, también lo traía alguna vez, o yo lo traía y él lo venía a buscar”, recuerda, y pone mucha cordura en todo lo que dice. Lamine es el cuento de hadas, la historia que se hace pública porque llega a ser futbolista del Barça, pero hay muchas situaciones duras en el día a día que quizá no tengan un final tan feliz: “Aquí tenemos otros niños, lo mismo 12 o 15, que están en una situación parecida y a los que también intentamos ayudar. Tenemos dos que están en una casa de recogida que los tienen que tutelar los mismos profesores porque no tienen papás, no tienen nada, son chavales de 13 o 14 añitos... Pero si no llegas, pues no se habla de ellos”.
El mismo sentido común pone cuando habla de las cualidades de ese pequeñajo que llegó al club. Ahora que está en la élite todo toma más sentido. “En ese momento lo cierto es que ves que es muy bueno, que hace cosas diferentes, pero es verdad que tenemos aquí dos o tres que también lo hacen”, asegura Kubala.
Pregunta: Y habrá visto a 1.000, de los que sólo han llegado tres... “No ha llegado ninguno, porque cuando pasan la fase en la que se igualan los cuerpos y la fuerza... Con 11 o 12 años el que era gordito es flaco y el que era flaco es gordito... Lo que pasa es que él tiene una gracia podemos decir de Dios que te la da", describe Inocente. "Ahora es cuando ha marcado esa diferencia tan grande en tan poco tiempo. Aunque de niño ya se notaba hasta en la forma de mirarte incluso y de escucharte, que era diferente a los demás. Porque a esa edad tienes que pensar que los niños se ponen a jugar en el césped, salen del campo con la mamá, lloran... Él no, en ningún momento”, contesta Kubala.
Lo que sí tuvo que aprender es a compartir el balón. Como cualquier niño, sólo quería la pelota para él. “Aparte, como se iba de todos, abusaba y le tuvimos que machacar bastante en ese tema. Era: 'Lamine, suéltala; Lamine, suéltala'. Incluso le llegamos a castigar sentándolo en la banqueta, porque le costaba. Pero aprendió a soltar el balón y hasta hoy, que se ve que tiene más la idea de entregar la pelota y dar el último pase. Cuando lo aprendió llegaba, driblaba al portero y echaba el balón atrás para que marcara un compañero”, rememora Kubala.
Llegó a jugar con chicos dos categorías por encima, pese a que era “muy pequeño, todo lo contrario que es ahora”. “Tenemos la suerte de que tiene el cuello de Fernando Alonso y las piernas de Roberto Carlos, esto es una mole, es un bicharraco de tío. A mí me abrazó y... Una bestia”, explica Kubala sobre la última vez que estuvo con él: antes de la Eurocopa se pasó una tarde en el club haciéndose fotos, firmando camisetas. Lo que no ha cambiado es que "sigue siendo un chico reservado, muy formal". Con la madre sí mantiene más contacto, “con él es imposible, pero es lógico”, aunque sí están los mensajes de felicitación por el cumpleaños o los títulos, que siempre responde.
Kubala no se sorprende tanto por la edad que tiene. Quiere que se le valore “por las cosas que hace”. "El fútbol ha cambiado. El Barça tiene dos o tres más de 17 y 18, y en Liga habrá lo mismo 20. Raúl debutó con 17, Pelé jugó un Mundial... No es el único, lo que hay que hacer es cuidarlos. Diría que el Barça los ha utilizado porque no tenía otra opción. El problema es que el club en el que estén se lo crea. No los pueden utilizar de escudo porque son muy jóvenes, y ahí sí se puede ir", piensa el primer entrenador del fenómeno azulgrana.
Su fichaje por el Barça fue rápido. Antes había pasado unas pruebas con el Espanyol, en un movimiento del que Kubala tiene mal recuerdo porque hubo gente que se intentó aprovechar y “sacar tajada”, aunque no quiere insistir mucho en el tema. Entonces... “Por aquí circula un señor mayor, se llama Isidre Gil, y bueno, se invita a que vea un partido. Mira que está al lado Granollers, pero nadie lo había visto. Lo ve, llama y dice: “Tenéis que ver esto”. Le contestan: “Convócalo para hacer unas pruebas”. Y él: “No, no. Este no hace prueba, miradlo bien”. No tenía ni siete años. Se va en febrero del 2014”, explica Kubala. “El primer día, el Barça hace un partido que perdía 2-0 y sale y mete tres, y desde ahí hasta lo que conocemos”, añade. También en La Torreta protagonizó alguna hazaña similar. “De tenerlo sentado en la banqueta, un partido perdiendo tres o cuatro a cero, y decirle que sale: pim, pam, pam, gol; pim, pam, gol, y ganar 7-4 o 7-3, él solo”, finaliza el técnico.
✕
Accede a tu cuenta para comentar