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Regreso a la escena azulgrana cinco años después

La Razón La Razón

Tras dedicar el último lustro de su vida a la política catalana, Joan Laporta Estruch (Barcelona, 1962) regresa a la primera línea mediática de la actualidad azulgrana y lo hace, nada menos, que para concurrir de nuevo a las elecciones presidenciales.

Su objetivo: recuperar la vara de mando del Barça, que ejerció, con luces y sombras, entre 2003 y 2010.

Laporta ha estado los últimos meses deshojando la margarita. El inesperado triplete logrado por la junta que accidentalmente acabó encabezando Josep Maria Bartomeu tras la dimisión de Sandro Rosell le ha hecho dudar de sus verdaderas opciones de convertirse de nuevo en el presidente del Barcelona.

Pero al diputado del Parlamento catalán y concejal del ayuntamiento de Barcelona le van los retos. Además, tiene una cuenta pendiente con la junta saliente, la que, tras asomarse al poder en el verano de 2010, promovió la acción de responsabilidad contra él y su equipo en la primera asamblea general de compromisarios presidida por Rosell.

La misma junta que, lejos de elogiar su legado (54 títulos en 7 temporadas, si se suman los logrados por el fútbol y las tres secciones profesionales del club), ha intentado desprestigiarlo sistemáticamente durante los últimos cinco años.

Poco queda de aquel Laporta del 'Elefant Blau', de aquel abogado de verbo fácil y pose de seductor que aglutinó en torno a su figura a un grupo de jóvenes empresarios que, bajo el lema 'Primer, el Barça' (Primero el Barça), decían estar dispuestos a dedicar "los mejores años de su vida"al club.

Aquella candidatura que, en el plano deportivo, orbitaba alrededor del aura de Johan Cruyff y el famoso "círculo virtuoso", fue capaz de derrotar, contra pronóstico, a la de Lluís Bassat, la favorita en las encuestas y la elegida por la sociedad civil catalana.

Tras una primera temporada de transición, en la 2004-05, el Barça de Laporta ganó la Liga, su primer gran título en seis años. Pero, a partir de ahí, empezaron todos los problemas para el presidente, cuya imagen, por aquel entonces casi impoluta tras echar a los Boixos Nois del Camp Nou, se fue deteriorando progresivamente.

El distanciamiento de Laporta y del vicepresidente Rosell durante esta segunda temporada se escenificó con la dimisión de éste y sus directivos afines: Jordi Monés, Josep Maria Bartomeu y Jordi Moix, y posteriormente también Xavier Faus.

La forzada dimisión de su cuñado Alejandro Echevarría, cuando se descubrió que éste pertenecía a la Fundación Francisco Franco, sus celebraciones en Luz de Gas o el ya famoso episodio en el que acabó bajándose los pantalones en un control aeroportuario pusieron a Laporta en el foco de una forma muy distinta a la que se había expuesto hasta entonces.

Aunque la temporada 2005-06 acabaría con la segunda Liga consecutiva y la segunda Liga de Campeones en la historia del club, a Joan Laporta se le iban acumulando los problemas.

Un juzgado le obligaba a convocar elecciones, al interpretar que sus primeros siete días en el cargo correspondían a un año de mandato. Sin embargo, solo él lograba las firmas necesarias para presentarse a aquellos comicios.

Pese a la victoria -esta vez sin bajarse del autobús electoral- el declive del Barcelona de Rijkaard le arrastró también a él. Y al final de la temporada 2007-08 tuvo que hacer frente a una moción de censura que salvó in extremis porque, pese a que el 60,6% de los socios votó a favor, los estatutos exigían un 66,6% para echarle.

La moción acabó con la dimisión en bloque de diez directivos y un Laporta enrocado que iniciaba una nueva etapa con su núcleo duro y tomaba la decisión más trascendente y acertada de su mandato: el fichaje de un inexperto Pep Guardiola para sentarse en el banquillo del primer equipo azulgrana.

La época deportiva más gloriosa de la historia del club ya es de sobra conocida, pero también coincidió con el período más sombrío del mandato de Joan Laporta.

Sus extraños negocios en Uzbekistán o los casos de espionaje a algunos empleados del club y varios miembros de su junta directiva pusieron el triste corolario a esta segunda etapa.

Han pasado cinco años desde que diera por finalizada su primera etapa al frente del Barça, media década en la que Laporta se ha visto obligado a alternar su nueva profesión de político con constantes visitas a los juzgados -avales, acción de responsabilidad, espionaje- para defender su gestión al frente del club.

Ahora, a punto de cumplir 53 años, ha decidido volver para saldar unas cuentas pendientes. Y porque no se perdonaría no haberlo intentado por el simple hecho de que la pelota, siempre caprichosa, otorgue, esta vez, ventaja a Bartomeu.

Porque Laporta, más que nadie, sabe que las elecciones no siempre las gana el que lo tiene todo a favor. Ginés Muñoz/EFE