Fútbol
Buda, estudio y Real Madrid
La Fundación del club blanco y la asociación española Tintefish tienen un proyecto para ayudar y educar con el fútbol en Bután, en un monasterio a más de 3.000 metros de altura
Tú sueltas un balón en cualquier esquina del mundo y enseguida alguien se pone a jugar. Lo sabe muy bien David Castaño, fundador de la Asociación Tintefish. Lo ha visto en España, lo ha visto en Tanzania donde tienen proyectos y lo está viendo en Bután, donde creó un equipo con los monjes en el monasterio budista de Gangteng, en el valle de Phobjikha, a más de 3.000 metros de altura, en una zona pobre y rural. Él, que ha sido aficionado al fútbol, al Madrid, de toda la vida, les organizó, les ayudó y les ha entrenado. «No se cabrean cuando juegan, porque tienen mucha disciplina para controlar sus emociones. Cualquier persona espiritual se vuelve una persona pacífica y ellos, que de por sí ya son pacíficos, aún lo son más», asegura. Castaño llegó allí porque trabajó en unos hoteles, pero por su forma de ser logró llegar a los monjes, una comunidad habitualmente muy cerrada, y mantener una relación fluida con ellos. «Intentamos ser generosos con ellos en todos nuestros actos, los monjes lo aprecian. Aceptamos y respetamos sus costumbres sin juzgarlas». Por ejemplo, les llevó a hacer rafting, en una experiencia inolvidable o vino a España para recoger y llevar las equipaciones de fútbol. «La misión de nuestra asociación es compartir momentos de felicidad, quiere decir que nivelamos los niveles de ansiedad con lo opuesto, utilizamos los valores positivos», cuenta.
Fue Gerardo, de la peña «La Gran Familia» quien puso en relación Tintefish con la Fundación Real Madrid. Vieron que el proyecto coincidía con los valores que por más de 80 países expande la Fundación blanca: «Aprenden valores, autoestima, que hay que ayudar al compañero y que al contrario no se le ve como enemigo. Es una educación de empatía con las normas y el entrenador, con la autoridad legítima. Se pueden aprender a través de una sesión de entrenamiento más que con un papel», asegura Julio González Ronco, director-gerente de la Fundación Real Madrid.
No hay marca global como el club para abrir puertas, para empezar una relación con un extraño de otro idioma, otro país y otras costumbres. El Real Madrid es un puente. «La posibilidad de cambiar vidas es tan ilusionante como los goles de Benzema. Nosotros empezamos donde acaba el partido y utilizamos la marca del Real Madrid para mejorar la vida de los vulnerables por cualquier circunstancia. No hay parte del mundo donde no se conozca. En Yakarta, en Indonesia, para nombrar a la capital de España, dicen Real Madrid», continúa González Ronco. El Madrid manda entrenadores, su metodología de respeto y después mantiene un continuo feedback. Está pasando en Ucrania, donde había escuelas y donde se intenta mantener contacto con los niños que estaban en ellas. «Esta temporada 2021/22 desarrollamos 320 escuelas sociodeportivas en el marco de proyectos integrales de atención a la infancia en 71 países fuera de España en los que participan 41.460 menores en desventaja social», cuentan desde la Fundación. «En Bután hay 460 monjes, de 4 años a adultos, que pasan sus días en los monasterios y queremos trabajar el uso adecuado del tiempo de ocio y adquisición de vidas saludables. Los niños dedican su vida al estudio y al rezo. El fútbol es el esparcimiento», siguen desde la Fundación blanca.
David Castaño fue el que abrió el camino. «Todos los monasterios son escuelas en las que acogen a los niños y les dan comida y educación. Viven al ritmo de la campana, que es la que va marcando su rutina: se levanta a las cinco, rezan, desayunan, rezan, comen, combinan los rezos con las clases de budismo, escritura, asignaturas». David logró su confianza porque su respeto y dedicación fueron muy valorados. Y también porque les contó que, en España, solía ir al Bernabéu. «Les impresionó. Los entrenamientos que hacíamos eran muy sencillos, de pasar el balón, colocarse bien y que jugarán un encuentro entre ellos». Porque los monjes sólo juegan con los monjes.
Los monjes budistas y el propio país, Bután, conocido como el reino de la felicidad, es un mundo inimaginable desde aquí. «En 2002, en paralelo a la final del Mundial, la FIFA organizó un partido entre las dos peores selecciones según su coeficiente», cuenta David. Eran Bután y Montserrat. Ganó Bután 4-0, pero «los aficionados de Bután, como ganaban, empezaron a animar al equipo rival».
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