Opinión
Fernando Santos y lo bien que sienta no pagar peajes
El seleccionador portugués sacará ante Marruecos al equipazo que le metió media docena a los suizos y, si la tarde se complica, tendrá en el banquillo a CR, uno de los goleadores más prolíficos de todos los tiempos
Hasta el último torneo del siglo, el portero mexicano Antonio «Tota» Carbajal era el único futbolista que había participado en cinco Mundiales, marca que igualó Lothar Matthäus en Francia 1998. La preparación física e higiene de vida de los deportistas de élite ha unido recientemente a cuatro futbolistas más a este selecto club de longevos, Rafa Márquez primero y tres más en Qatar: su compatriota Andrés Guardado, Leo Messi y Cristiano Ronaldo. En su primer partido, contra Ghana, el astro portugués marcó de penalti para convertirse en el único jugador de la historia que ha hecho gol en cinco campeonatos del mundo. Aun así, no recordará esta competición por ese récord alucinante.
En su primer Mundial, el cuarto de Portugal, Cristiano Ronaldo condujo a su selección hasta las semifinales, igual que Eusebio en 1966 y mucho mejor que Paulo Futre en 1986 y Luis Figo en 2002, caídos en la fase de grupos; se colaba jovencísimo por derecho propio, o sea, entre la Santísima Trinidad del fútbol luso. Pero los fracasos de 2010, apeado en octavos contra España, y 2014, de nuevo a casa a las primeras de cambio, llevó hasta el banquillo verdirrojo a Fernando Santos, un técnico conservador al que se encomendó la misión de plasmar con resultados el talento que atesoraba su plantel y, en especial, su figura.
Desde aquel lejano 2014, la selección portuguesa ha pertenecido a Cristiano Ronaldo, cuya influencia en todas las decisiones era mucho mayor que la del entrenador. El primer gran título de Portugal llegó en la Eurocopa 2016 y la incidencia positiva que tuvo la lesión del madeirense en la final es incuestionable: se retiró lesionado al cuarto de hora, lo que permitió a Santos atrincherarse sin disimulo frente al ataque total de Francia, anfitriona y favorita, para que un semidesconocido como Eder asestase el golpe letal en la prórroga. Cristiano, muerto de celos, repartía instrucciones desde el área técnica con el único propósito de chupar cámara.
Las dos últimas grandes citas de Portugal, Mundial de Rusia y Eurocopa del año pasado, habían deparado dos frustrantes eliminaciones en octavos, la ronda que encaró Fernando Santos el martes contra un rival tan peliagudo como Suiza. Ahí debió pensar el veterano técnico que, a las puertas de la setentena, más valía ser audaz con sus propias ideas que miedoso con las ajenas. Lo que hace el fraile al que le queda poco en el convento, más o menos… y sentó a Cristiano Ronaldo para alinear a Gonçalo Ramos, un chico que aún no iba a la guardería cuando su ilustre compañero disputó la final de la Eurocopa en 2004.
El resultado y el “hat-trick” del jugador del Benfica, como tan a menudo sucede, le dio la razón al valiente y hoy puede volver Portugal a una semifinal mundialista si hace buenos los pronósticos que le dan como ganador contra Marruecos. Fernando Santos sacará al equipazo que le metió media docena a los suizos y, si la tarde se complica, tendrá guardado en el banquillo el recurso de uno de los goleadores más prolíficos de todos los tiempos que, picado en su orgullo, saltará al campo con los ojos inyectados en sangre. Para tomar decisiones valientes no es necesario hacer aspavientos ni darse puñetazos en el pecho como los orangutanes.
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