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Opinión

Alemania recuerda: “biscotto”, “tongo” y el “Contubernio de Gijón”

La “Mannschaft” suplica que España se comporte, contra su propio interés, con el «fair play» del que ella careció en el tongo más repugnante de la historia que se vivió en El Molinón en el Mundial’82

El Alemania-Austria en la primera fase del Mundial'82 fue uno de los mayores tongos de la historia
El Alemania-Austria en la primera fase del Mundial'82 fue uno de los mayores tongos de la historialarazon

La definición de los grupos mundialistas, queridos amigos, se realiza en horario unificado desde México’86, la edición siguiente a la de España y Naranjito, un torneo excelente manchado por un repugnante suceso: el apaño de un 1-0 entre dos selecciones teutónicas, Alemania y Austria, que las clasificaba a ambas para la segunda fase a costa de la heroica Argelia de Lakhdar Belloumi, un finísimo «10» que había tumbado en el debut a la poderosa RFA de Schumacher, Rummenigge o Hrubesch. Y todavía se permiten estos grandísimos hijos de Lutero, falsa consciencia de superioridad moral rayana en el racismo, dar lecciones de ética a las selecciones meridionales.

Aquel vergonzoso partido de 1982 se disputó en El Molinón y de ahí que haya pasado a la historia de la infamia deportiva como el «Contubernio de Gijón», ciudad natal de un Luis Enrique que, con 12 añitos por entonces, igual tuvo la ocasión de asistir al simulacro. Cuatro decenios después, vemos a la orgullosa Alemania suplicar deportividad a los despreciables latinos; reclaman para sí, en suma, el trato justo que ellos negaron en su día a unos magrebíes desharrapados. A España, en el fondo, le da igual quién la acompañe a octavos; pero sí le interesa ser segunda de grupo para evitar una mitad del cuadro plagada de trampas. Veremos si pesa más la razón que el orgullo.

Se ha extendido el término “biscotto” para definir un resultado amañado, lo que de toda la vida se ha conocido como “tongo”. Y no deja de ser curioso el empleo de una palabra italiana, de nuevo el maldito tópico de los católicos tramposos, cuando fue precisamente la “Squadra Azzurra” la perjudicada otro célebre resultado amañado, el 2-2 con el que Dinamarca y Suecia la eliminaron en la fase de grupos de la Eurocopa 2004. Era la única posibilidad de que pasasen los dos nórdicos, ¡con lo difícil que es pactar un 2-2! Pues lo consiguieron los muy escandinavos… Tan evangélicos, tan socialdemócratas, tan pacifistas, tan civilizados como dicen ser. ¡Panda de hipócritas! Eso es lo que son.

Un empate le basta a España para liderar su grupo y sólo una combinación de resultados, su derrota y el triunfo de Costa Rica, la mandaría se vuelta a casa. De modo que si, mediada la segunda parte, llegan noticias de un marcador favorable a Alemania –pongamos que por dos goles de ventaja– en Jor, lo conveniente sería que Japón venciese en Doha. No por fastidiar a los germanos, Dios nos guarde, sino para allanar el camino propio en la continuación del torneo. Se preguntará el lector, como el firmante, que cómo se hace para lograr un resultado preestablecido. Pues habrá que preguntárselo a los alemanes, que son quienes históricamente tienen costumbre...