Atlético de Madrid
El triunfo del Atlético frente a la Roma le mantiene vivo
Llegas al Wanda con antelación para evitar el caos del tráfico. Te vas a tomar una caña a un bar de San Blas y ves cómo el Chelsea arrolla al Qarabag y te plantas en tu asiento, pensando si es mejor ir a la Copa de la UEFA o quedarte sin nada para centrarte en la Liga y la Copa. Es noche de desilusión, de preguntarse por qué se ha llegado a esta situación si el Atlético tenía y tiene una plantilla suficiente para superar a los azerbaiyanos. Son las cosas del fútbol que a veces no encuentran respuesta, pero hay que cumplir el trámite ante el Roma con profesionalidad, con orgullo. Pensar en un milagro es alargar la agonía. Simeone y su tropa no han hecho los deberes a tiempo y se van de la Champions con la frente marchita y la cabeza alta. El gol de Griezmann, el golazo de la reconciliación, no tapa los yerros anteriores, pero, al menos, sirve para volver a la senda del triunfo y para refrendar que el francés es un jugador de postín, de los buenos, que donde mejor se desenvuelve es sobre el césped y no en las redes sociales o en los medios hablando de su futuro.
Ganar al Roma es la cuestión. Y para ello Simeone introduce cambios. Aparecen Giménez, Filipe Luis, Carrasco y Torres, que no estuvieron en el derbi, a los que se suma Augusto porque Juanfran se cae del equipo por una indisposición. Parece gafado el lateral derecho donde se ubica Thomas, el chico de los recados de Simeone. Augusto se coloca por delante de los centrales y Koke se sitúa en la derecha para que Saúl se vaya a la izquierda. Y por ese flanco es por donde el equipo hace más daño. Filipe y Carrasco. Velocidad y centros para Torres que se demarca y busca el remate y para un Griezmann trabajador, quizá un pelín ansioso, que prueba fortuna desde lejos cuando el equipo ha dado un paso adelante tras un cuarto de hora inicial e impreciso, con algunas dudas en la salida del balón, ante un Roma que no se altera y sabe que tiene la clasificación en la mano.
El Atlético, sin brillar, se asienta. Poco a poco toma el mando, llega, no resuelve, pero presenta una cara mejor que el sábado. Además, pese a lo que sufre el bueno de Thomas con Perotti, la defensa se emplea con seguridad. Giménez y Lucas tienen, con permiso de Godín y Savic, presente y futuro. Se comen a Dzeko. Filipe pelea y le echa carreras y carreras al inexperto Gerson. En el centro del campo hay altibajos. Saúl y Koke trabajan, buscan a los delanteros, pero les falta claridad. El último pase no se consigue. Augusto está justo de fuerzas y cuando Simeone le retira para que entre Correa se ve que la apuesta es ofensiva, que el Atlético quiere ir a por el triunfo, que no se resigna.
Entra Gabi en busca del pase largo y se va Koke, antes de que Nainggolan trate de sorprender desde lejos con un disparo que se estrella en el palo. El partido se equilibra. Simeone quiere más y manda a Gameiro a que se asocie con su compatriota. Están Correa y Torres en el campo. Ofensiva total, no hay más remedio y el equipo achucha, busca sus opciones por los costados y con un inspirado Correa. El argentino es el que centra para que Griezmann haga estallar el Wanda con su gol. La jugada la inicia Filipe Luis y la culmina el francés a lo grande.
Con el tanto, el Roma baja los brazos. El Atlético corre, se mueve con soltura en ataque y aparece Gameiro para hacer el segundo, para demostrar que es superior a los italianos y para lamentarse de los borrones echados con anterioridad en esta competición. La Liga Europa, de momento, está asegurada. Es el mal menor. Las matemáticas mienten.
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