Real Madrid
El Madrid empata contra Las Palmas, pese a la expulsión de Bale
Es una locura el Madrid, a veces para lo bueno; pero también para lo malo. Es una locura lo que le sucedió a Bale, que lanzo una patada a la rodilla y no tiró a Viera, lo intentó tirar otra vez y volvió a fallar, pero el árbitro pitó falta.
Es una locura el Madrid, a veces para lo bueno; pero también para lo malo. Es una locura lo que le sucedió a Bale, que lanzo una patada a la rodilla y no tiró a Viera, lo intentó tirar otra vez y volvió a fallar, pero el árbitro pitó falta. Entonces el jugador de Las Palmas empujó con un brazo al madridista y el galés se revolvió y con los dos brazos y lanzó al rival al suelo. Expulsado por no saber mantener el control. Y fue una locura después, todo, con Las Palmas jugando a placer, con uno más, con espacios y la pelota y metiendo dos goles y con los tres puntos en el bolsillo. Y una locura total más tarde, esos minutos del Madrid, con James en el campo poniendo balones deliciosos con la izquierda y el equipo como un volcán. Una locura para empatar un partido sin la pelota, con uno menos y los nervios a flor de piel. Maquilló el resultado, que sonaba a crisis y a pérdida de ilusión. Empató el Madrid, perdió momentáneamente el liderato y tiene que mirarse con profundidad porque llega el momento decisivo de la temporada y se le han ido quedando por el camino la seguridad y el fútbol. Le queda el carácter y puede que eso sea suficiente. Esto es el Madrid. Pero también puede que no.
Las Palmas perdió dos puntos que se había ganado con estilo. Pasó por el Bernabéu como un equipo grande, con personalidad, teniendo la pelota y sin arrugarse ni un poco por el tanto de Isco. Setién ha dado su tono al equipo: quiere dominar, con Roque Mesa en el centro del campo y a partir de él gira todo. Se comió al Madrid, siempre inferior, menos al final, cuando empujó con el corazón y con el fervor. Pero tuvieron más ocasiones los visitantes y su fútbol tuvo mucho más sentido que los arranques de los blancos.
Y eso que con el tanto de Isco todo se puso a favor del Madrid. El andaluz fue el mejor de los locales esos minutos. Supo encontrar los espacios en un equipo que se volcaba hacia Bale, cuando el gales aún tenía criterio. Pero no duró mucho. Las Palmas empató con facilidad, demasiada facilidad, y a partir de ahí, dominó la situación ante un Madrid que no sabía si presionar o mirar cómo jugaba el rival. Estaba un poco a la expectativa, corriendo, esperando quizá, mientras el contrario sumaba ocasiones. Sin Casemiro para robar balones, con Kroos de mediocentro, Isco y Kovacic y sin apenas ayuda de los de arriba, a los de Zidane les costaba un mundo robar la pelota.
No se sabe cómo habría sido la segunda parte, once contra once, si el dominio de Las Palmas le hubiese dado la victoria. Porque con la acción de Bale se produjo un vuelco de guión: el Madrid, que no estaba fino, desapareció y Las Palmas siguió creciendo. Ramos intentó disimular unas manos, pero le vio el asistente. Después, Boateng pilló la espalda de Marcelo y Navas llegó tarde. El portero recibió pitos de un Bernabéu que no le perdona su radical bajada de nivel entre la temporada pasada y esta. El Madrid era un zombie, un equipo con diez, goleado y dominado. Un equipo con un futuro complicado, metido de lleno en una crisis porque hay resultados que obligan a hacer preguntas y a encontrar respuestas.
Zidane dio paso a Lucas Vazquez, a Benzema y a James y el Madrid tiró del corazón porque sabe que eso no le falla nunca. Dejaba espacios atrás, pero ya daba igual. No había matices: había que arreglar el descosido. Fueron el coraje y Ronaldo: marcó el penalti y luego volvió a marcar. Hay un instante milagroso en muchos partidos en el Bernabéu en el que tanto público como jugadores se creen capaces de todos. Como ganar a Las Palmas, cuando todo, hasta el propio Madrid, había hecho lo necesario para no hacerlo. Esta vez no pudo. Se quedó en un empate. Es poco. Pero pudo ser peor.
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