Ciclismo

Biniam Girmay, África también corre el Tour

Es el primer ciclista negro africano en la ronda gala. Fue reclutado por los cazatalentos de la UCI y con 23 años la afición le adora

Biniam Girmay, en una de las primeras etapas del Tour
Biniam Girmay, en una de las primeras etapas del TourAgencia EFE

Cuando Biniam Girmay seguía el Tour desde casa nunca imaginó que algún día formaría parte de la serpiente multicolor de la mejor carrera del mundo y no solo por aptitudes físicas, por ser un reto demasiado grande o algo así: «Yo pensaba que esta carrera era sólo para blancos o europeos y creía que no tenía ninguna posibilidad de correrla». Y aquí está. Rompiendo moldes. Girmay es de Asmara, Eritrea, tiene 23 años, cuerpo de ciclista más bien escalador y ya le ha ganado una etapa al esprint en el Giro de 2022 a Mathieu Van der Poel y tiene en su palmarés una de las clásicas de pavés más importantes del calendario tras el Tour de Flandes y la París-Roubaix, la Gante-Wevelgem.

Es un ciclista de culto a pesar de su juventud. La afición le adora y él se deja querer. Quizá por su potencia, quizá por su historia, quizá también por su cercanía con la gente. Ahora que Chris Froome vive su declive como ciclista, que ni siquiera corre el Tour, África puede seguir soñando en el Tour con su nuevo ídolo.

Ahora él es la voz de todo un continente que en 2025 acogerá por primera vez un mundial de ciclismo, será en Kigali, Ruanda. «En Eritrea el ciclismo es un deporte nacional. Lo único que necesitamos es que se fijen más en nosotros», clama. Girmay es un crío que apenas cumplida la veintena no tuvo reparos en hacer las maletas y marcharse de Eritrea cuando la UCI, el máximo organismo del ciclismo, le llamó. Lo habían colocado en su órbita en medio del proyecto de cazatalentos que tienen para apoyar a ciclistas de países en vías de desarrollo. Captaron el impresionante motor del chico y le propusieron irse a Aigle, su centro de operaciones para hacerse ciclista.

Un año después, en el mundial de 2021 de categoría sub’23 se convertía en el primer africano negro en lograr una medalla. Fue plata por centímetros frente al italiano Baroncini. Pero de ahí salió ya señalado como la gran sensación.

Desde entonces su carrera no se ha detenido. Le llovieron las ofertas y apostó por uno de los equipos más discretos y humildes del World Tour: el Intermarché. «Sabía que iba a tener más opciones para mí y libertad para poder crecer». Chico listo. Ya tiene once triunfos como profesional.

Al cruzar la meta el propio Van der Poel cayó rendido a su talento y lo aplaudió. «Es cierto que en sólo dos años todo cambió mucho en mi carrera. Siento que ha sido todo muy rápido y es agradable ver lo que está sucediendo», asegura. Minutos más tarde en el podio, celebrando el triunfo al abrir la botella de cava, el corcho impactó directo contra su ojo y tuvo que abandonar la carrera.

La última ocasión en la que se le ha visto alzando los brazos fue hace menos de un mes, en la Vuelta a Suiza, cuando se impuso en la segunda etapa a Arnaud Demare, el rey francés de los esprints, y a Wout Van Aert, el ciclista más sensacional del universo. Los doblegó, un aviso previo a su debut en el Tour. Entre la carrera helvética y el inicio en Bilbao apenas tuvo tiempo para volver a su casa, a Eritrea. En cuanto puede se escapa para estar con los suyos, para recordar siempre de dónde viene. Los pies en el suelo y los sueños intactos: «Las clásicas son mis carreras preferidas y si tuviera que soñar con algún triunfo, sería con un Monumento».

Ahora corre el Tour con la ilusión de levantar también los brazos en alguna etapa. Aunque debutante, sabe perfectamente por dónde pasan sus opciones: «Supero las subidas mejor que los velocistas puros y luego puedo imponerme en un esprint reducido». África ya tiene ídolo ciclista.