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Fútbol

Blankestein, el árbitro que se quedó sin una final de Champions por ser gay

El arbitro noruego Tom Harald Hagen ha recibido estos días numerosas muestras de apoyo tras declararse homosexual. Su homólogo holandés no lo tuvo tan fácil y sufrió las consecuencias

El colegiado holandés John Blankenstein
El colegiado holandés John BlankensteinArchivoLa Razón

Hace apenas unos días el árbitro noruego Tom Harald Hagen decidió hacer pública su homosexualidadtras escuchar gritos de “maricón” durante una partido. Su salida del armario recibió de inmediato el apoyo de todo el mundo del fútbol. Directivos, jugadores y aficionados aplaudieron su decisión y los mensajes de apoyo en redes sociales se contaban por cientos. Si embargo, no todos lo han tenido tan fácil.  El árbitro holandés John Blankenstein fue el primero en declarar abiertamente que era gay y su osadía sí tuvo consecuencias.

¿Quién era John Blankenstein?

John Blankenstein nació el 12 de febrero en De Bilt y su amor por el fútbol le viene de familia. Cuando era niño, Blankenstein se mudó con su familia a la ciudad de La Haya, donde más tarde jugó al fútbol en el club local VCS. A los 22 años, tras no lograr triunfar como jugador profesional, comenzó una carrera como árbitro trabajando para la Real Asociación Holandesa de Fútbol .

Desde 1980 hasta el final de su carrera, arbitró 502 partidos de fútbol profesional. Desde 1985 hasta 1995, Blankenstein pitó 88 partidos internacionales y estuvo en la lista de árbitros de la Federación Internacional de Fútbol Asociación ( FIFA ). Los aspectos más destacados de su carrera fueron la final de la Copa de la UEFA en 1993 y ser elegido árbitro en el Campeonato de Europa de 1992.

Su orientación sexual nunca fue un secreto. Ni para su familia, ni para el mundo del deporte. En un mundo tan homófobo como el del fútbol, en el que en la décadas de los 80 y 90 la homosexualidad era tabú, el supo labrarse un destacada carrera como colegiado.

Un cambio sospechoso de colegiado

Sin embargo, en una cita futbolística que debía haber sido un nuevo nuevo logro en su carrera, llegaron las consecuencias de su activismo en favor de los derechos de los homosexuales. En 1994, Blankenstein fue seleccionado para arbitrar la final de la UEFA Champions League entre el AC Milan y el FC Barcelona, pero sorprendentemente fue reemplazado por el inglés Philip Don unos días antes del partido. El motivo de la decisión nunca se hizo público. Alegaron que el entrenador Johan Cruyff y Ronald Koeman, ambos del FC Barcelona, eran de Holanda, la misma nacionalidad del colegiado pero con el tiempo la verdad saldría a la luz.

El propio Blankenstein declaró años más tarde que se debía a que era abiertamente homosexual, algo que no agradaba al entonces presidente del Milan, Silvio Berlusconi. A partir de ese momento, se volcó en su lucha por los derechos del colectivo LGTBi y mostró su apoyo a aquellos deportistas que querían salir del armario.

Después de su carrera como árbitro, Blankenstein se convirtió en director de ‘Fútbol profesional de asuntos de árbitros’ de la Real Asociación Holandesa de Fútbol.

Blankenstein nunca ocultó su condición sexual y, tras retirarse, se convirtió en un símbolo de la lucha por la igualdad en Países Bajos y por erradicar la homofobia del fútbol. Falleció a los 57 años víctima de una enfermedad renal. Tras su muerte, su hermana Karin decidió que su lucha no podía caer en saco roto y se puso manos a la obra. En diciembre de 2008, creó la Fundación John Blankenstein, una institución que tiene por objetivo terminar con la homofobia y con el tabú de la homosexualidad en el fútbol y en los deportes en general.

Desde entonces, ha impulsado multitud de iniciativas como la que llevó a la UEFA a conceder en 2018 el premio #EqualGame a Guram Kashia, jugador de la selección nacional de Georgia “por su valiente posición pública en favor de la igualdad”. Mientras jugaba en el SBV Vitesse de la máxima división holandesa en 2017, el defensa central de 31 años, decidió apoyar una campaña de la Fundación Blankenstein y saltó al campo con un brazalete arcoíris, apoyando de esa forma a la comunidad LGBT. Kashia recibió amenazas e incluso alguna llamada para que abandonara el combinado nacional, pero con su gesto dio un paso más hacia la diversidad y el respeto en un deporte como el fútbol al que aún le queda mucho camino que recorrer en este terreno.