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Roca Rey, a fuego en Sevilla con la difícil mansada

El peruano corta una oreja de cada uno de sus toros, aunque le piden dos del sexto en una buena tarde con difícil encierro
El diestro Roca Rey da un pase con la muleta a su primer toro, este viernes en la Real Maestranza de Sevilla.
El diestro Roca Rey da un pase con la muleta a su primer toro, este viernes en la Real Maestranza de Sevilla. Raul CaroEFE

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No teníamos muy claro al comienzo del festejo si nos asaríamos o saldríamos pasados por agua. Lo que sí constaba en acta es que aquello distaba mucho de una primavera al uso. Sebastián Castella volvía a Sevilla después de un descanso en su carrera. El toro que le tocó en suerte era un belleza, con el hierro de Victoriano del Río, pero tan guapo como mansurrón de salida frenándose en el capote del francés. A pesar de sus buenas hechuras, el animal no dejó nunca de querer irse. Tomó el engaño con franqueza, pero desentendiéndose cuando podía. A su aire, suelto, llegó a la muleta y con la incógnita a desvelar de saber qué ocurriría a la hora de la verdad. Castella intentó taparle la salida y ligarle en una faena correcta, con el oficio de quien lleva mucho tiempo en esto. Fue el toro que tuvo las ideas más claras aunque fuera a la deriva. La cosa se atravesó después. Bien lo supieron las cuadrillas, porque los toros lo hicieron desde los primeros tercios. Se guardó mucho la corrida en esa mansedumbre y resultó dura para todo el que estaba por ahí abajo. Partiendo de la base que raro fue el que entró en el peto que le correspondía.
A José Chacón le persiguió el cuarto hasta que se tapó en el burladero en un tú a tú peligroso. Se le aplaudió después. Se había salvado por los pelos. Al toro le duró muy poco la alegría y comenzó a racanear el viaje, cada vez más corto y sin querer rebasar el cuerpo del torero. Castella anduvo resuelto, con valor y seguro.
Juan Ortega regresaba a Sevilla después del lío gordo del otro día, porque no podemos olvidar que a la verónica lo bordó. Es imposible torear más despacio ni tocar más la moral a Morante en su casa y por su palo. Esto es así. La magia en parte vino por ahí, por ese pique brutal no de ver quién cortaba orejas ¡Qué vulgaridad! Lo que el otro día estaba en juego era cotejar quién toreaba mejor y quedó claro que era un duelo de titanes. Su primero no nos dejó ni un hueco a la dicha, qué desastre, se paró el toro, sin querer avanzar en la muleta y con guasa (la que se guardaba dentro). Esa capacidad que tiene Juan Ortega para detener el tiempo con la muleta quedó detenida por la incapacidad del animal. Una pena. La espada desdibujó la suerte suprema.
Tampoco le dejó pararse con la capa el quinto y puso en apuros a la cuadrilla para parear. Cuando tomó Ortega la muleta era todo un misterio. Se dobló con el toro despacio y comprometido Juan. Al poco de sentirse podido el toro convirtió las arrancadas en arreones y cada vez se puso más difícil. Ortega alargó buscando el lucimiento, pero aquello estaba más cerca de una misión imposible que de la realidad. Matarlo era una hazaña.
Antonio Chacón se gustó con los palos y cuando Roca Rey fue a brindar el tercero ya estaba la gente metida en faena. Reunido de pitones el toro era una belleza y se entregó en la primera parte de la faena con mucha largura y explosión. Hubo tandas de siete muletazos, tremendamente poderoso. Después se rajó y en las cercanías remató Roca antes de ser un cañón con la espada. No regaló nada el sexto, con el mismo fondo de mansedumbre que había tenido toda la corrida, lo que hizo Roca fue un decálogo de cómo imponerse a las circunstancias. En esos terrenos, que tan bien conoce, muy de cerca, entre los pitones, hizo todo un alarde de valor sin inmutarse. Y no era fácil, porque el toro estaba repleto de complejidades. Las resolvió de manera magistral en emotiva labor que caló. No era para menos. Se le pidió el doble trofeo. Concedió el presidente uno. Le dio valor a una oreja de mucho calado. Y a su dimensión de figura.
Sevilla. Toros de Toros de Cortés y dos de Victoriano del Río, 1º y 2º, bien presentados, pero mansos y complicados. 1º, tan noble como mansurrón; 2º, deslucido, parado y sin querer pasar; 3º, explosivo hasta que se raja; 4º, a menos; 5, manso y de mal estilo; 6º, complicado. Lleno de «No hay billetes».
Sebastián Castella, de blanco y plata, estocada, descabello (saludos); pinchazo, estocada (silencio).
Juan Ortega, de visón y azabache, dos pinchazos, estocada (silencio); media honda, aviso, bajonazo (silencio).
Roca Rey, de catafalco y oro, estocada (oreja); estocada, descabello (oreja).