El Juli: «Tengo más dentro de lo que he podido desarrollar y es un castigo que Dios me ha dado»
El diestro se retira después de 25 años y actúa el sábado en Las Ventas y el domingo en Sevilla
Estábamos a punto de acabar el mes de julio, en plena celebración de la Feria de Santiago de Santander, cuando saltó la noticia: El Juli se retiraba el 1 de octubre en Sevilla. Así lo comunicaba en una carta escrita de su puño y letra. Madrid y la Maestranza en el mismo fin de semana en la temporada que el matador cumple 25 años de alternativa. Números redondos para decir adiós. La rumorología se confirmaba y el diestro de la capital se despedía después de toda una vida dedicado a los ruedos. En su caso lejos está de ser una frase hecha. Fue un niño prodigio de la Escuela Taurina, por aquel entonces de Marcial Lalanda, cuando la dirigía Gregorio Sánchez y desde entonces nunca se ha apartado de las plazas de toros hasta el próximo lunes. Un punto y aparte en la vertiginosa trayectoria de Julián López. Números astronómicos para un niño que lo sabía todo de los toros cuando ni tan siquiera tenía la altura para rebasar el burladero. Un caso único. El sábado hace su último paseíllo en Las Ventas (de momento), con Uceda y Tomás Rufo para lidiar la de El Puerto de San Lorenzo y con Garcigrande en Sevilla con Morante y Luque el domingo. Una cuenta atrás histórica y con LA RAZÓN comparte una charla en las últimas horas.
Lleva toda su vida en la profesión, desde que era niño, y ha vivido todo tipo de etapas, pero es la primera vez que se enfrenta a sus últimos días en activo. ¿Cómo los está viviendo?
Son sensaciones encontradas. Por un lado, siento cierta melancolía de saber que son los últimos momentos, los últimos viajes y, por el otro, muchísima ilusión por rematar una temporada en el nivel que ha sido este verano. Está claro que tanto Madrid como Sevilla son plazas con una relevancia tremenda. Tengo ilusión y melancolía. Ese podría ser el resumen.
Es una despedida, un adiós, un momento único, pero con el trago de las plazas de más importancia como son Madrid y Sevilla. ¿Qué pesa más?
Las plazas en sí mismas. La responsabilidad. Son difíciles para triunfar y exigentes. Me podía haber ido de una manera más cómoda, pero siempre tuve la ilusión de despedirme de la tauromaquia en el lugar que me representa y de la manera que he sido. Creo que a lo largo de mi carrera me he caracterizado por dar la cara y me parecía bonito rematar el año del adiós así.
¿Cómo se ha fraguado esta despedida?
Es una decisión que se toma lentamente. No llego a ella por una tarde mala o una buena ni de un momento concreto. Lo tenía hablado con mi gente cercana y valorado desde hacía tiempo. De hecho, hubo opciones de hacerlo antes, pero era bonito rematar con los 25 años de alternativa y se alargó.
Entonces, este año cuando empieza la temporada la decisión estaba tomada.
De bastante antes, pero sí es verdad que cuando escribo la carta iba a ser yo quien la mandara, pero no fui capaz. Mira que es una cosa pensada, meditada y que la tengo clara, pero cuando había que dar a enviar: no fui capaz y le pedí a mi hermano que lo hiciera él. Es una sensación rara y difícil. Lo tienes claro, pero es difícil dar ese último paso.
Si echa la vista atrás, ¿cuál ha sido el momento más feliz en un ruedo?
Es difícil quedarse con uno con tantas sensaciones y dejarlo en un solo momento. Ha habido toros que me han marcado mucho mi vida y me han dado una vigencia y credibilidad grande.
Vamos a ellos.
«Cantapájaros», de Victoriano del Río, en Madrid. «Orgullito» de Garcigrande, que indulté en Sevilla y el de La Quinta del año pasado en Las Ventas también. Esos tres toros han marcado los momentos más especiales de mi carrera y mi tauromaquia y hacen un breve resumen de lo que ha sido.
Y si nos vamos a la oscuridad. ¿Dónde lo vio más negro?
A nivel personal irme a México cuando era pequeño. Recuerdo momentos de sufrimiento y una calidad de vida dura y sin duda cuando tuve el accidente de coche con mis hijos en 2013. Si me voy al terreno profesional, la cornada de Sevilla fue tremendamente dura, con muchas complicaciones y me creó mucho impacto. Es la única cornada en la que en ese momento sentí que perdía la vida rápidamente.
Esa fue de las que pasan factura física y psicológica.
Sí. Me costó recuperarme mucho física y psicológicamente también. He de reconocer que durante los diez años que he toreado después he tenido flashazos de ese momento y cuando me han venido me ha costado mucho entregarme al toro.
¿Cómo se imagina el día después de toda esta vorágine en la que lleva metido toda la vida?
Me he sacrificado mucho por la tauromaquia y mi familia también. Esto te cambia la vida a ti, pero también a tu entorno. Sí tengo ganas de vivir unos momentos de tranquilidad sin esa presión y el agobio de estar siempre con un compromiso importante cercano. Disfrutar del campo, la familia y mis aficiones en un primer plano.
¿Y después?
Soy una persona joven y trabajadora y me gustaría hacer un proyecto y hay por ahí cosas que me ilusionan. La sensación de torear es insustituible, pero quiero hacer cosas.
¿Qué se ve haciendo?
El mundo del toro es el que más controlo y eso hace que en principio me visualice en esto, pero no me cierro a otras opciones. Gracias a la tauromaquia he conocido a gente de ambientes diferentes que también me aportan mucho.
¿Cómo ha evolucionado la tauromaquia en este cuarto de siglo?
La evolución la veo en el toro. El nivel ganadero del animal que se ha conseguido estos años ha sido tremendo. Es un toro muy bravo, más humillador y con regularidad. Y en la parte negativa estaría que a raíz de estos ataques políticos y las situaciones sociales con el falso animalismo que ha ocurrido se ha perdido la sensación real de la tauromaquia en nuestra cultura y en nuestro país.
En medio de todo esto sigue habiendo niños prodigio como Marco Pérez y como lo fue usted. ¿Qué siente al verlo?
Me emociona, pero no tengo la capacidad de verlo como una comparación. Lo disfruto, admiro y valoro en base a lo que es, pero no a lo que yo fui. Es obvio que sí me lleva a pensar y a revivir momentos de mi vida y me causan satisfacción y mucha alegría. Pero sobre todo ilusión de pensar que ha hecho cosas tremendamente importantes, que ha emocionado a la gente y veo que puede seguir evolucionando para ser figura del toreo.
¿Qué le queda a usted hoy de aquel niño?
La esencia, el verdadero sentido del ser torero. La tauromaquia es un mundo tan competitivo, de tanto número y éxito, que a veces te limita artísticamente y no te deja desarrollarte al cien por cien. Antepones el mantenerte arriba. Cuando consigues liberarte de esa presión ganas en profundidad y alimentas otra serie de cosas. Estos últimos años no me he alimentado de lo material y he podido hacerlo de lo espiritual y ha sido maravilloso.
¿Dónde ha estado el mejor Julián?
Creo que en las tres faenas que te comentaba antes y que resumen mi tauromaquia, pero hay que dejar que la gente valore. Hay tardes que triunfas y no tienes esa esencia y otras tardes como la del año pasado de La Quinta en Madrid que no salí por la Puerta Grande, pero desarrollas la emoción y eso es lo que más me llena, lo que busco. Cuando he sentido la comunión con el toro y el público, la emoción es muy profunda. Eso es lo más verdad. Luego queremos simplificar las cosas, todo, valorar por orejas, el trapío por los quilos, queremos hacerlo todo numérico y la tauromaquia va de sensaciones.
¿Ha sido el torero que quería?
He conseguido momentos que sí he sido cien por cien lo que quería, pero mi mente taurina es más amplia que mi tauromaquia. Tengo más cosas dentro de lo que he podido desarrollar y eso es un castigo que Dios me ha dado. Esa insatisfacción que tenemos los artistas.
¿Llega a perturbar esa idea?
A veces sí, pero como toda persona maduras, evolucionas y entiendes que lo perfecto no es lo perfecto. En las cosas con defectos hay grandes genialidades. Me declino por cosas más apasionadas que perfectas.
¿Qué le queda por hacer?
Siempre quedan cosas por hacer. La tauromaquia es interminable. Cuando pasen ocho o diez años será una más evolucionada y pensaré que es superior y las carreras de los toreros, también. En el campo he hecho cosas que muchas veces he pensado, ¿por qué no sale más esto en la plaza?
Habla de plazos de ocho y diez años y se sigue viendo fuera...
Esta decisión la he planteado como el fin de una etapa y no una retirada definitiva, pero no sé lo que va a pasar conmigo en un futuro.
¿Le da vértigo el día después?
Sí me da vértigo saber que no voy a sentir ciertas cosas que en mi vida han sido básicas. Ahora paso a ser una persona normal con sensaciones normales. Voy a dejar de meterme en una plaza y crujir sintiendo cómo un toro se te enrosca en la cintura y eso sí me da vértigo. En el ámbito personal y social no me lo da.
¿Se esperaba tanto cariño?
Me ha sorprendido el trato recibido por todas las plazas. Me ha llegado a abrumar. Ha sido impresionante y lo que más me ha gustado es que ha creado en mí una motivación extraordinaria y un compromiso tremendo.
La cuenta atrás para Madrid y Sevilla ya ha comenzado. No son dos tardes más. Dice adiós, Julián.
Intento evadirme de esos sentimientos y no quiero benevolencia. Las asumo con la máxima responsabilidad.
¿Irá a los toros después?
Sí, iré. Soy un amante de la tauromaquia. Me encanta ver a los toreros y las ganaderías. Es mi gran afición sin lugar a dudas.