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Juan de Castilla, a la carrera, gana la partida a los Miura

El colombiano se vistió de torero en las dependencias de la plaza y tuvo una solvente y decidida actuación con la corrida del hierro sevillano en San Isidro
El quinto toro saltó dos veces al callejón
El quinto toro saltó dos veces al callejón Plaza 1/Alfredo Arévalo

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A Juan de Castilla se le debieron acumular los nervios y el estrés según iba pasando el tiempo y los conflictos. Por la mañana había toreado en Vic, en Francia y, a pesar de que estaba negociado que lidiará primero y cuarto, la cosa no salió como estaba organizada. Tampoco el avión privado que tenía que traerle a Madrid. La climatología no lo permitió y fue entonces cuando el tiempo empezó a apremiar seriamente. Vuelos de línea ordinaria a toda prisa para lograr aterrizar en Barajas a las 17,10. Un mundo había de diferencia entre Juan y la mayoría de los pasajeros. A Castilla le esperaban dos toros de Miura. Nada menos. Y en menos de dos horas. No había tiempo ni hoteles que visitar. De ahí que la visita fuera directa a la Monumental de Las Ventas. En las propias dependencias de la plaza Juan se vestiría de torero, verde hoja y oro, para llegar a tiempo a su cita isidril. Palabras mayores.
Quizá los mismos que aplaudían al primer toro de Miura nada más salir, de culo y sin verlo, eran los que abucheaban a Rafaelillo para que lo matara cuando apenas había cogido la muleta. Era el primero. El toro era grandón, marca de la casa y con enormes y astifinos pitones, pero vacío por dentro. Solo carne. Apenas se movía. Ya ocurrió en el tercio de banderillas y cuando llegó la hora de la verdad, nada había. La única solución de Rafa era irse pronto a por la espada.
Juan de Castilla
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Un quite por gaoneras sopló Juan de Castilla al cuarto. Brindó Rafaelillo, que era su toro, pero a pesar de que iba y venía, apenas tenía casta que lo sostuviera, por lo que la emoción fue una estrella fugaz que apenas vimos. No había nada que hacer con esos 620 kilos de marmolillo. Eso sí lo mató arriba, de verdad, y la muerte fue emocionante.
Juan de Castillase lo hizo perfecto todo al segundo, que fue uno de esos toros de Miura con la fuerza justa, con nobleza, que iba y venía con poca humillación, pero sin molestar. (Con esta ganadería ese es el quid de la cuestión). Le dio al toro distancia para aprovechar la inercia y después se la dejó en la cara para tirar de él. Ni faltó ni sobró nada en la faena. Lástima la espada.
Dos veces con intento de otra saltó al callejón el quinto. Estaba lanzado. A la muleta de Juan de Castilla llegó con más inercia que ganas de empujar. Serio y solvente se mostró el colombiano, que intentó sacar agua del pozo como fuera. Cruzado, apostando y buscando todos los recursos al toro. Más de lo que tenía. Gran actuación.
El tercero puso los pitones en el pecho a Colombo cuando le clavó los palos y eso logró también que la gente se lo premiara en pie. El toro se dejó después en la muleta. Mejor en la inercia, en la distancia larga, que en la corta. Afanosa fue la faena del venezolano que remató con una estocada abajo.
Expuso en banderillas con el sexto, que fue exigente también en la muleta y Colombo no volvió la cara.
Las Ventas (Madrid). Novena de feria. Se lidiaron toros de Miura. El 1º, descastado; 2º, noble, va y viene; 3º, va y viene sin humillar pero dejándose; 4º, descastado y parado; 5º, desfondado; 6º, complicado. Casi lleno.
Rafaelillo, de catafalco y oro, tres pinchazos, estocada, descabello (silencio); estocada arriba (saludos).
Juan de Castilla, de verde hoja y oro, dos pinchazos, estocada caída, descabello (saludos); estocada (saludos).
Jesús E. Colombo, de nazareno y oro, estocada baja, tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada, aviso (palmas).