Jesulín de Ubrique y la épica faena que conquistó Pamplona hace 30 años
Ha pasado tres décadas desde que el torero gaditano, un auténtido ídolo de masas, cortó un rabo de un toro de Osborne en plena feria de San Fermín
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Hoy, hace treinta años, el 15 de julio de 1994, Jesulín de Ubrique logró un hito memorable en la plaza de toros de Pamplona durante los Sanfermines. En la novena corrida de la feria, el joven torero, ya convertido en ídolo de masas en la década de los noventa, cortó un rabo, un trofeo infrecuente en Pamplona, solidificando su estatus como una figura destacada en la tauromaquia. Aquella tarde compartió cartel con José Mari Manzanares y Espartaco, lidiando toros de la ganadería de José Luis Osborne. A pesar de que la corrida fue descrita como "la peor presentada de la feria" por su falta de trapío y fuerza, Jesulín supo destacar en medio de la adversidad.
Jesulín, vestido de blanco y plata, se enfrentó al sexto toro con una técnica y valentía que electrificaron a la audiencia. La crónica del diario ABC resalta: "Lo de Jesulín de Ubrique, su conexión con la juventud, es algo que ya se sale de la tauromaquia. Se ha convertido en el torero de las multitudes en estos momentos". La faena del sexto toro fue particularmente impresionante. Jesulín ejecutó una serie de pases que, aunque no convencieron a todos los críticos por su falta de ortodoxia, lograron una conexión profunda con el público. Culminó con una estocada desprendida que le valió una ovación atronadora y la concesión de las dos orejas y el rabo del toro, un premio que hacía años no se otorgaba en Pamplona.
La ovación y los vítores del público no cesaron mientras Jesulín ejecutaba su faena. "El delirio era grandísimo durante la faena del sexto, aunque no guardaran relación los pases con aquel entusiasmo", relataba la crónica de ABC. El ambiente en la plaza era de auténtico fervor, con los aficionados coreando "Jesulín, Jesulín, Jesulín" y elevando al torero a un estatus casi mítico. Esta actuación no solo consolidó a Jesulín como un maestro del ruedo, sino que también marcó un momento de gloria en su carrera, siendo sacado a hombros junto a Espartaco por la puerta grande.
Más allá de sus logros en el ruedo, Jesulín de Ubrique tuvo un impacto significativo en la sociedad de los noventa. Su carisma y estilo inconfundible trascendieron el ámbito taurino, convirtiéndolo en un fenómeno sociológico. Al igual que El Cordobés en su momento, Jesulín capturó la imaginación de una generación joven, resonando con un público que veía en él algo más que un simple torero. "El éxtasis que produce en las nuevas generaciones se escapa de lo puramente taurino", señalaba ABC, destacando cómo Jesulín logró conectar emocionalmente con las multitudes de una manera que pocos toreros han conseguido.
Treinta años después, la tarde del 15 de julio de 1994 sigue siendo un momento icónico en la historia de la tauromaquia en Pamplona. Jesulín de Ubrique no solo demostró su maestría como torero, sino que también dejó una huella imborrable en los corazones de los aficionados y en la cultura popular de su tiempo. Su faena, premiada con dos orejas y un rabo, es recordada como un testimonio de su talento y del fervor que despertó entre las multitudes, reafirmando su lugar como uno de los grandes ídolos del toreo.