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Hay guardián en la heredad de la casa Hermoso de Mendoza

Guillermo derriba la Puerta Grande en el adiós de su padre de Las Ventas, a lomos de un gran "Berlín"
El rejoneador Guillermo Hermoso de Mendoza sale a hombros este sábado durante una corrida de rejones de la Feria de San Isidro en Madrid.
El rejoneador Guillermo Hermoso de Mendoza sale a hombros este sábado durante una corrida de rejones de la Feria de San Isidro en Madrid.Kiko HuescaEFE
La Razón

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No podía ser de otra forma. Madrid entera se rompió las manos para ovacionar a Pablo Hermoso de Mendoza nada más asomar por el túnel de cuadrillas. Ya no se trataba de un reconocimiento a sus aplastantes números en esta plaza y en toda su trayectoria como rejoneador, era el tributo que se rendía al jinete más influyente y revolucionario de la historia del rejoneo. Una figura comparable a las de Joselito y Belmonte en el toreo a pie, porque precisamente con el centauro navarro esta disciplina adquirió unas cotas técnicas y artísticas nunca imaginadas en el arte de Marialva. Antes de Pablo Hermoso se rejoneaba, después de él se torea a caballo.
Cierto es que no fue la tarde redonda que hubiese querido para sellar con un triunfo rotundo su historia en esta plaza, pero hubo contenido suficiente para salir orgulloso de su legado. Tuvo el detalle de bridar su primer toro a quien le marcó el norte que después seguiría, João Moura. Sin embargo, a pesar de que la lidia resultó suave y fluida, con el gusto de la equitación elegante y sin forzar nada de la que siempre ha hecho gala, al toro le pudo faltar ese punto de vida que dotara la obra de transmisión suficiente. Esa la tuvo la del cuarto «Botinero», y no porque el toro la trajera de serie, sino porque una de las estrellas de la tarde, «Berlín», que toreó en cuatro toros (los dos de Pablo y los dos de Guillermo), se metió en esos terrenos prohibidos para provocar las arrancadas y coser las hermosinas con la seguridad de la experiencia. Todo resultó limpio, sobrio, sin adornos buscando el aplauso fácil. Ahora el rejón cayó certero y la plaza se vistió de banco para conceder la última oreja en este ruedo al maestro, esa que exhibió (hasta que se la regaló a Eloy Cavazos en el tendido) en un paseo triunfal y realmente emocionante.
Pero si hay algo de lo que Pablo puede estar orgulloso, además de su impecable carrera, es de dejar con su hijo un seguro guardián en la heredad. El ímpetu en la salida del tercero pudo causar el error de Guillermo Hermoso en la colocación del primer rejón de castigo, que se le fue al número, pero el heredero enmendó pronto con un quiebro en los medios, de poder a poder sin clavar que ya centró la atención y la admiración de todos. Y es que Guillermo combina la excelencia equitadora y lidiadora de su padre, con la ambición y el arrojo del que empieza y quiere labrarse su propio nombre. El toro puso fijeza, aunque se apagó pronto. Guillermo asumió riesgos, pero los fallos con el acero le arrebataron el premio de las manos. Menos rimo tuvo el que cerró plaza, pero no fue obstáculo para el jinete, que se encargó, a lomos de «Berlín» de provocarle y estirarle las embestidas con un compromiso y ajuste temerario. Las hermosinas emocionaron por su verdad y los palos cayeron siempre arriba. La plaza volvió a explotar con las cortas a dos manos sobre «Esencial» y el rejonazo derribó sin miramientos la Puerta Grande.
Léa Vicens, que brindó a Pablo como muestra de reconocimiento la lida del segundo, anduvo templada en ambas lidias, ajustando los galopes de costado sobre un brillante «Bético», pero los fallos con el acero le quitaron la opción real de triunfo.
LAS VENTAS (MADRID). Octava de San Isidro. Lleno de "No hay billetes". Se lidiaron toros despuntados para rejones de El Capea y Carmen Lorenzo, en 4º y 6º turnos, de buenas hechuras y presencia. El 1º, noble; buenos 2º, 3º y 5º; el 4º, reservón pero obediente; y el 6º, sin ritmo.
Pablo Hermoso de Mendoza, de chaqueta grana, pinchazo, rejón trasero y dos descabellos (silencio); y rejonazo (oreja).
Léa Vicens, de chaqueta azul, pinchazo, medio rejón y descabello (silencio); cinco pinchazos y rejón completo (ovación).
Guillermo Hermoso de Mendoza, de chaqueta negra, dos pinchazos, rejón y dos descabellos (silencio); y rejonazo (dos orejas).
Incidencias: El toro de la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza se llamó "Botinero", nº 10.