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Ana Belén «Lo máximo que tengo de bruja es haber jugado a la ouija»

La actriz llega a Madrid con «Medea», el mito del desequilibrio.
larazon

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La actriz llega a Madrid con «Medea», el mito del desequilibrio.
Eurípides y Séneca se la imaginaron hace 2.000 años, Vicente Molina Foix y José Carlos Plaza la recuperaron hace seis meses para abrir Mérida y Ana Belén, desde entonces, es ella: Medea. Esa brutal sacerdotisa de Hécate a la que la traición lleva hasta su extremo más remoto: acabar con aquello que más quiere, sus hijos. Desequilibrio causado «por amor... y por algo más». Para comprenderlo, para buscar los motivos que la llevaron a esa locura, la actriz se mete en su piel. En un disfraz desgarrador que aspira entender al final de su periplo, y al que, de momento, continuará preguntando en el escenario del Español –de hoy– hasta el 10 de enero.
–Fedra, Electra, Medea...
–Y Antígona, que fue la primera de todas, en el 75.
–¿Cómo es lo suyo con estas figuras de la Grecia clásica?
–¿Con estas heroínas?
–O antiheroínas.
–Mi relación es estupenda, siempre he tratado de entenderlas y mucho más con Medea, que es una mujer difícil de entender, tremenda. Hasta la última representación va a sorprenderme.
–¿Con cuál se queda?
–Tengo especial cariño y simpatía a Fedra. Medea es el resultado de ella. ¡Bueno, también está Helena de Troya entre estas figuras!
–¿Qué ha cogido de esa Fedra en Medea?
–Son muy diferentes, incluso Electra es totalmente distinta. Son mujeres absolutamente extremas en sus sentimientos y pasiones. Esto es lo que las une.
–¿Tiene algo de épico de su personaje?
–Es una perdedora, es complicado hablar de épica con Medea. Su vida viene marcada por la traición que ella hace con su padre, su familia, su patria, sus ancestros, sus orígenes... y luego la que sufre por parte de Jasón. Entonces comete el acto más terrible. No son mujeres comunes con sentimientos frágiles, están atravesadas por muchas...
–Aristas...
–Sí. Para tratar de explicarse, ella vuelve atrás a recordar cómo conoció a Jasón y cuenta la historia de los argonautas, cómo conoce a Jasón, cómo llegan a su tierra en busca del Vellocino... En las otras versiones que se han hecho no se narra esto que se ha introducido a modo de cuento.
–¿Y qué le da para diferenciarse de las otras Medeas?
–Lo que me ha pedido el director: hacernos preguntas sobre nuestros personajes. En mi caso los porqués, tratar de entenderla. Hemos pensado que es una mujer bipolar y desequilibrada.
–¿Qué preguntas?
–Por qué abandona sus raíces, por qué siendo una hechicera entregada al culto de los dioses enloquece hasta el punto de traicionar todo...
–¿Por amor?
–Y por algo más. Medea crea a Jasón, que no es tan importante como Hércules. Es un soldado que se vio en esa historia y termina existiendo porque Medea es quien lo genera. Se siente traicionada por eso que ella ha creado.
–¿Qué ha entendido?
–Que por esas dobles traiciones se corta la parte visible de la mujer en aquella época, que era el ser madre. Acaba con todo eso.
–¿Es justificable?
–No, pero sí entendible. La función va haciendo un arco en el que se comprende todo el horror. Pero eso no lo justifica. Termina siendo un monstruo.
–¿Cómo reacciona Ana Belén a la traición?
–Con mucho dolor, porque sólo te puede traicionar alguien en quien depositas todas las esperanzas; si no es así, no existe.
–¿Y qué tiene de hechicera y de bruja?
–Nada, lo máximo que he hecho ha sido jugar a la ouija.
–¿Convencida de que hablaba con espíritus?
–En ese momento, completamente. Esto es de cuando éramos muy jóvenes. ¡Se movía el vaso y nos hablaba!
–¿Qué preguntaría ahora mismo al tablero?
–Quién va a ganar las elecciones el 20-D.
–¿Qué le pediría al partido que gane el domingo?
–Que esa gente que está sufriendo lo pase menos mal, que tuviesen acceso a un trabajo que les dé una seguridad para poder tener unos mínimos, porque ahora no pueden vivir siquiera.
–¿Y en el mundo de la cultura?
–Preocupación por ella y por la educación, dos pilares importantes que nos hacen libres.
–Tanto, que en París se atentó directamente contra la cultura: el concierto de Bataclan.
–Es tan doloroso. Cómo de abducido tienes que estar para llegar a ese punto. Es la locura.
–¿Tipo Medea?
–No diría que no. Aquí hay unas cabezas pensantes que manejan al resto.
–¿Esto se combate con cultura?
–Quiero creer que sí, y con preocupación por la gente más marginal. No hay que perder de vista eso. Todos los yihadistas nacidos en países occidentales son gente a la que no se le ha cuidado, no se les ha tratado como ciudadanos de primera y han encontrado en otro lugar su sitio.
–Del barrio de Salamanca no salen.
–Claro, se da en suburbios. Todo tiene una explicación. Es una putada.
–Usted ha dicho que la banda sonora de su vida, en la que entrarían los Beatles y ritmos brasileños, sería infinita, pero ¿en teatro qué obras incluiría?
–Dos que vi en su momento, ésas que se te quedan de joven, como cuando escuchas un disco de entonces ahora. Cuando seas mayor eso será lo primero que recordarás, después llegarán otras canciones, pero eso que con lo que creces te marca.
–Tengo un disco de boleros de mis padres que encaja ahí.
–Eso es, y en teatro esas dos cosas son el «Marat-Sade» de Marsillach y «Las criadas» de Nuria Espert.
–Ya son más de 50 años de carrera...
–Pues ni lo tengo contabilizado ni quiero saberlo.
–¿Qué regalo se haría para estas «bodas de oro»?
–Seguir trabajando es el mejor premio.
–Para terminar, unas palabras de su director: «Todo en ella es un milagro».
–(Risas) ¡Ay, qué mono es! El único milagro que yo entiendo es el de tener trabajo.