Roxana, la mujer detrás de Alejandro Magno
Esta princesa bactriana, fue mucho más que una compañera. No solo apoyó al monarca hasta el final, sino que fue una figura clave en el devenir de los acontecimientos
Madrid Creada:
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Su marido es una leyenda que ha sobrevivido siglos. Alejandro Magno, el conquistador más grande de todos los tiempos. Sin embargo, pocos conocen a la mujer que estuvo a su lado: Roxana, su primera esposa. Esta princesa bactriana, nacida alrededor del 310 a.C. en la región de Bactria, fue mucho más que una compañera. Roxana no solo apoyó al monarca hasta el final, sino una figura clave cuya vida se vio envuelta en intrigas, traiciones y luchas de poder que hicieron que su vida terminase de forma trágica por la amenaza que representaba.
La aparición de Roxana en la historia consta de dos versiones. El historiador Flavio Arriano narra cómo Alejandro, en plena conquista, llegó a las puertas del castillo de Ariamaces, una fortaleza considerada inexpugnable. Buscaba al padre de Roxana, el sátrapa Oxiartes, pero sus ojos se posaron en la belleza de la joven princesa. Él mismo dijo que Roxana era la mujer más hermosa de toda Asia, solo superada por Estatira, esposa de Darío III. Otra versión, proporcionada por Quinto Curcio Rufo, relata cómo el líder militar, a su entrada al tomar el castillo de Sisimitres, la vio bailar con otras vírgenes en un banquete organizado por Oxiartes y quedó deslumbrado por su elegancia. De cualquier manera, lo importante es que este encuentro marcó el inicio de su relación con el matrimonio.
Aunque algunos sugirieron que la unión fue una estrategia para fortalecer alianzas entre macedonios y los pueblos orientales, Roxana no era simplemente una herramienta diplomática. Su inteligencia, carácter y presencia eclipsaron cualquier juego de poder. A pesar de que muchos en la corte se sintieron decepcionados por la decisión de Alejandro, quien no eligió a una mujer de su propio linaje, Roxana se convirtió en un pilar en la vida del monarca.
A lo largo de sus campañas, ella estuvo a su lado. Viajaría hasta la India, donde dio a luz a un hijo que murió poco después. Roxana no solo compartió las glorias de la conquista, también soportó las penurias. Juntos atravesaron el desierto de Gedrosia, y ella permaneció firme mientras Alejandro tomaba otras esposas, como Barsine-Estatira y Parisátide, ambas princesas persas. A pesar de ello, Roxana fue la única esposa presente en Babilonia cuando el gran conquistador falleció en junio del 323 a.C. Estando embarazada en ese momento, dio a luz a Alejandro IV, el único heredero legítimo del rey.
Tras la muerte de Alejandro, el vasto imperio que había construido se fragmentó. Aunque se votó para que su hijo fuese proclamado rey, la decisión fue rechazada debido al origen no macedonio de Roxana. En medio del caos y las luchas por el poder, Roxana y su pequeño se encontraron en grave peligro. Los soldados eligieron a Filipo III de Macedonia, medio hermano de Alejandro y con discapacidad intelectual, como monarca, mientras que la caballería apoyaba a Alejandro IV. Ambos fueron proclamados reyes, aunque se sabe que Filipo III se convirtió en instrumento político de los generales Pérdicas y Antípatro. Pérdicas pasó a tener la tutela de la viuda Roxana hasta que fue asesinado en el Nilo en el 320 a.C. Entonces, Roxana quedó bajo la protección del regente Antípatro, quien inicialmente la puso al cuidado del estratega macedónico, Antígono I el Tuerto. Sin embargo, después de un deterioro de su relación con Antígono, Antípatro la trasladó a Macedonia junto a su hijo pequeño Alejandro IV, Filipo III y su esposa Eurídice II de Macedonia a Macedonia.
Allí, la seguridad de Roxana y su hijo siguió pendiendo de un hilo. El poder se disputaba entre facciones, y tras la muerte de Antípatro en el 319 a.C., la reina buscó refugio en Epiro, donde se unió a Olimpia, la madre de Alejandro. Juntas, se involucraron en la segunda guerra de los Diadocos contra Filipo III, Eurídice II y Casandro, el hijo de Antípatro. Aunque jugó un papel esencial a través de su autoridad en los éxitos militares, Casandro asedió la ciudad de Pidna, donde se refugiaban Roxana, su hijo y Olimpia. A pesar de resistir con valentía, finalmente fueron capturadas en el 316 a.C.
Roxana fue confinada bajo arresto domiciliario en Anfípolis. Casandro, temiendo la influencia que aún conservaba la viuda del conquistador, planeó su ejecución. En secreto, en algún momento entre el 310 y el 309 a.C., Roxana y su hijo Alejandro IV fueron asesinados. A Alejandro IV le quedaba poco para la mayoría de edad. Su muerte, silenciosa y oculta, fue el último acto de una vida marcada por grandes desafíos y tragedias. Aunque la historia suele concentrarse en Alejandro, no se puede ignorar la fortaleza de Roxana. Luchó por proteger a su hijo, enfrentando conspiraciones y traiciones en un mundo marcado por la fragmentación de un legado gigantesco.