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Raphael: «No me arrepiento de nada; lo hecho, bien hecho está»

El cantante publica un nuevo trabajo: «Ayer... aún», un disco de homenaje a la «chanson»
Raphael: «No me arrepiento de nada; lo hecho, bien hecho está»
Entrevista con el cantante Raphael, que publica ‘Ayer... Aún’, su octogésimo sexto disco, grabado en París, un homenaje a la canción francesa y a sus grandes ídolos: © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.21 11 2024La Razón
Ulises Fuente

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Pocas cosas como una canción desatan el efecto proustiano de los recuerdos, nada como una progresión de acordes o una escalera de notas para acceder al sótano o a la buhardilla de la memoria. Eso le sucede a Raphael, que proclama orgulloso: «Este debería haber sido mi primer disco», cuando sostiene en sus manos las trece canciones de «Ayer... aún», el trabajo que publica esta semana a los 81 años. Lo dice porque la «chanson» francesa fue su primer deslumbramiento musical y así nos vamos con él hacia el barrio de Cuatro Caminos de Madrid, digamos, hace unas siete décadas. 
«Tendría 12 o 13 años, y lo que yo cantaba era esto todo el rato. Era un fanático de artistas como Becaud, Aznavour, Brel, Piaf, Grecó... de todos. Me encantaban. Fueron las canciones que yo defendía cuando iba a los concursos de la radio», dice mirando de frente, con traje y jersey de cuello de cisne, como es menester si nos remitimos a la «nouvelle vague» musical. Los primeros recuerdos melódicos de Raphael hay que buscarlos en Lola Flores, Juanita Reina, Concha Piquer... y, por supuesto, en el coro de la iglesia donde su hermano le apuntó. Solo tenía cuatro años y en el barrio le conocía todo el mundo. No en vano, era la estrella de las misas de doce los domingos, solista en el infalible evento social de aquella España de los 50. «Pero acabé realmente cansado de cantar –dice Raphael–. Un día vino a mi barrio la segunda compañía del Teatro Español, que trabajaba en un ‘‘entoldao’’, como una carpa con sillas, de gira por los barrios de Madrid, montando funciones. Allí estaban Anastasio Alemán y Josita Hernán, y fui a ver “La vida es sueño” de niño. Y decidí que yo sería de los que están arriba del escenario, no abajo. Pero no era cantante lo que quería ser, sino artista, en general», dice con un brillo infantil en los ojos. Quedó enganchado al pellizco del directo. «Pasamos unas cuantas penurias, pero la vida en Madrid era muy simpática –dice–. Cada noche, yo caminaba desde Alvarado hasta Gran Vía. Porque ahí es donde estaba todo. Solía, de crío, ir al teatro solo, con dos narices. Y me dejaban entrar todos los porteros. Sí, porque me conocían. ‘‘¿Otra vez por aquí? Anda, pasa’’, me decían. Iba a ver de todo. Teatro, mucho folclore, como Pilar López, que era una bailarina impresionante. Manolo Caracol y a su hija, que suplió a Lola Flores... Y ya empecé a soñar con el Teatro Calderón, con el Olympia...». Raphael se refiere a su antológica actuación en el teatro parisino en 1967. «Antes de aquello, se suponía que iba a cantar con Edith Piaf una noche en Valencia, pero se puso enferma. Después, meses antes de mi llegada al Olympia, falleció», dice el de Linares.

El ayer es todavía

En este nuevo trabajo, ha podido cantar con «madame Piaf». El trabajo incluye una versión de «Je ne regrette rien» cantada a dúo con la ayuda de la tecnología. «Sentí una cosa extrañísima, como cuando grabé una canción con Rocío; ya había grabado antes muchas veces, pero ella ya no estaba», relata. Raphael salda, pues,una deuda con su pasado con este disco. Con su afición por la canción francesa, por el encuentro nunca llevado a cabo con la Piaf, aunque sí llegó a conocer a sus ídolos. «Sí, porque yo llegué a ser amigo de todos ellos. De Grecó, de Aznavour, de Montand... con todos tuve relación». Entonces, ¿no se arrepiente de nada, como dice el título de ese himno? «De nada. Lo hecho, bien hecho está». Hemos hablado mucho del pasado... «y yo no soy una persona nostálgica –interrumpe–. Tengo mucho que contar todavía». Bueno, en algo habrá cambiado. «Yo diría que siempre he sido el mismo, que no he cambiado nada, pero habrá gente a mi lado que me diga que me equivoco». Bueno, como dice el título de su disco, el ayer es todavía. «No han tirado ninguno de mis recuerdos de niño, salvo los cines. La iglesia sigue donde estaba, mi colegio también. Todo sigue en su sitio. No soy de echar la vista atrás, lo hago por estas canciones. Me hacen acordarme de que Madrid era muy simpático. Madrid es maravilloso. Bueno, que nadie se enfade, España también».
Seis conciertos por delante
A sus 81 años, Miguel Rafael Martos ya tiene un detector cuando la conversación deriva hacia el tema recurrente. «Me vas a preguntar que si me voy a retirar, ¿no?», suelta quince segundos antes de que la cuestión, es cierto, vaya a verbalizarse. «Pues no. No podría. Soy consciente de que tendré que hacerlo, pero mientras la voz esté aquí –se señala la garganta–, no pienso. Por mi felicidad. No entendería mi vida. ¿Qué hago todo el día?». Raphael tiene en el calendario seis noches en rojo durante diciembre: cuatro en Sevilla (6, 7, 13 y 14, Fibes) y dos en Madrid (20 y 21, WiZink Center) en los que celebra 60 años subido en un escenario. «Y ya estoy pensando en lo que viene en mayo. Serán estas nuevas canciones y algunos de los clásicos que no puedo dejar de cantar, porque no me lo permiten». Va a tener que actuar cuatro horas. «No, eso no. Algo tendré que sacar, porque si no, me vuelvo insoportable», ríe como un niño.