Buscar Iniciar sesión

Nuccio Ordine: «Los ‘‘influencers’’ son unos ignorantes que solo proponen lugares comunes»

El autor recibe el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades por su defensa de «la educación» y los grandes valores

Creada:

Última actualización:

Nuccio Ordine nació en Diamante, un pequeño pueblo de Calabria, al sur de Italia. Recuerda, y lo comenta a menudo en sus encuentros, que allí pasó sus primeros años, en una villa costera desprovista de librerías, que contaba, aparte de sol y una línea de costa, con otro tesoro impagable para cualquier niño: una buena profesora. Aquella mujer prestaba, según cuenta, las estancias de su casa como aulas de escuela y trataba de inculcar la lectura en los rapaces que recibía como alumnos en cada uno de los cursos. Uno de ellos ahora ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y, al igual que sucedió con Albert Camus, que cuando se le otorgó el Premio Nobel de Literatura, de lo primero que se acordó fue de su maestro de primaria, Louis Germain, este estudiante, hoy convertido en uno de los principales humanistas europeos, inscrito en la misma estirpe que otros pensadores de la relevancia de Umberto Eco, Georges Steiner o Emilio Lledó, se ha acordado de esa presencia del pasado que dirigió sus pasos hacia la lectura. «No creo que un premio tenga que ver con la persona, sino que está relacionado con las ideas que defiende. Para mí recibir este reconocimiento es un enorme honor, pero en él hay que entender algo que es esencial: sobre todo es un reconocimiento de la lucha por apartar la escuela y la universidad de la deriva mercantilista, porque hoy, estas dos instituciones miran hacia la estrella polar del mercado, y eso no tiene nada que ver con la función que tiene la educación».
«Hay que apartar a la escuela y la universidad de la deriva mercantilista que ha tomado»Nuccio Ordine
El jurado del Premio Princesa de Asturias ha reconocido «su defensa de las humanidades y su compromiso con la educación y los valores enraizados en el pensamiento europeo más universal». Pero también ha subrayado, casi a renglón seguido, que «establece un diálogo con la sociedad contemporánea para transmitir, en especial a los más jóvenes, que la importancia del saber se encuentra en el proceso mismo del aprendizaje. La utilidad de la educación se ha de entender en términos de pasión por la búsqueda del conocimiento y de lo mejor de cada persona, sin circunscribirse a un interés económico. Su trabajo académico, centrado en figuras relevantes del Renacimiento, destaca la necesidad de recuperar la riqueza del humanismo para las nuevas generaciones».
Ordine, autor de «La utilidad de lo inútil», «Clásicos para la vida» o «Los hombres no son islas», los tres editados por Acantilado, se encontraba en París como profesor invitado cuando le anunciaron que se le había otorgado este galardón. Él es uno de los grandes intelectuales europeos que encarna la lucha por recuperar las humanidades y devolver el espíritu crítico a la sociedad. Unas ideas que defiende con la vehemencia de los hombres apasionados. «Se hace creer a los jóvenes que estudian para convertirse en profesionales. Es una idea miserable de la educación. La enseñanza es hacer comprender a las personas los grandes valores que rigen la vida, como el amor a la Justicia y la democracia. Son asuntos cruciales, como la lucha contra las desi-gualdades. Por eso quiero dedicar este premio a los profesores, porque no les quieren conceder en la sociedad la dignidad que se merecen, ni la económica, cuando son ellos los que, cada día, hacen el milagro de que los niños desprovistos de conocimiento obtengan una formación y que luego puedan dar un salto que les permite hacer que nuestra sociedad sea más justa».
«Tenemos que criticar los falsos valores de nuestra sociedad; no hay por qué aceptar la religión del dinero»Nuccio Ordine
Combate la ignorancia
Combatir la ignorancia significa favorecer el conocimiento. La ignorancia, si me permite una imagen, es una fortaleza sin puente levadizo, la visión del hombre egoísta que piensa solo en sí mismo. Es la metáfora del hombre aislado, encerrado en su perímetro personal. Los políticos que construyen muros en Estados Unidos o Europa deberían saber que son peligrosos, porque desconocen que erigir esos muros no es defenderse de los enemigos, sino, como subraya Borges, levantar una cárcel para sí mismo.
Defiende la enseñanza.
La escuela y la universidad tienen que ser un laboratorio crítico. Tenemos que criticar los falsos valores de nuestra sociedad. Tenemos que formar herejes en lugar de instruir soldados consumidores pasivos y sin sentido crítico, porque no tenemos que aceptar esta religión del dinero, del éxito, del egoísmo; tenemos que defender a las instituciones pedagógicas del camino que han tomado.
«Tenemos que forjar herejes en lugar de consumidores pasivos y sin sentido crítico»Nuccio Ordine
Ni siquiera los políticos parecen hoy instruidos.
Para contestar a eso hay que mirar hacia los colegios y preguntarse por el resultado de una escuela en nuestro tiempo: solo formar profesionales. Exactamente esa es la idea. Se necesitan técnicos que hagan dinero. Por eso se baja el nivel cultural del ciudadano medio, porque bajándolo, baja todo el nivel de la sociedad. Los políticos y otros no tienen una ética muy fuerte. Por eso resulta importante hacer entender a los estudiantes que se estudia para ser mejores y cuando sean mejores puedan ejercer un alto nivel ético en la sociedad que les permita abrazar los grandes valores.
Ahora Europa está en guerra.
Hoy tenemos políticos en Europa que son racistas, que defienden a locos que atacan a los homosexuales y a los que agreden los grandes derechos de las personas. Para mí, esta no es la verdadera dirección que debemos seguir, un mundo donde los emigrantes son enemigos cuando los emigrantes son cruciales para Europa. Permítame un ejemplo: ¿Cuántos abuelos en Italia o España disponen de una persona que se ocupe de ellos? Sin estos emigrantes que vienen a trabajar nos resultaría complejo proveerlos de cuidados. Hay algo relevante aquí: no comprendemos que hemos perdido el sentido de la solidaridad humana. Ahora tenemos una guerra en el corazón de Europa... una guerra es una manera de destruir todo. No gana ninguna persona. Todos pierden. Si no comprendemos que enviar armas continuamente no favorece la paz... claro que luego está la industria de las armas, que piensan que las guerras son buenas. Tengo dudas de que se esté trabajando ahora para un proceso de paz.
Muchos prefieren un «influencer» que leer a un clásico.
Esto que menciona es muy importante. Para mí, no tiene ningún tipo de sentido la profesión de «influencer». ¿Qué son los «influencers»? Los «influencers» son unos ignorantes que lo único que proponen son lugares comunes y eso es muy peligroso. Entendamos, cómo pueden tener juicio alumnos que no tienen cultura? Por esto la escuela es relevante. El conocimiento puede hacer que los estudiantes desarrollen un pensamiento crítico. Hoy no existe un pensamiento crítico. Las universidades deberían encargarse de eso, pero solo se desean formar consumidores. Por eso insisto en la misión de los profesores y su trabajo silencioso, porque cambian la vida de los estudiantes y eso repercute en la sociedad y que esta pueda conocer de nuevo la dignidad. Esta es la importancia de la enseñanza y por lo que deben apartarse del punto de vista económico. Hoy estas figuras son despreciadas. Los colegios y los centros universitarios tienen que ser lugares para desintoxicar a los estudiantes, que consideran, por ejemplo, que las pantallas son importantísimas para vivir en este mundo... Eso es una mentira...
¿Y?
Por eso me gustan lo que yo llamo los «profesores salmones». Estos profesores son peligrosos porque van siempre a contracorriente, como este animal. Son las personas que explican a los estudiantes lo importante que es leer una página de «Cien años de soledad», Homero, la «Eneida» o «El Quijote» para ayudarnos en la vida y comprender lo que nos rodea.
UN HUMANISTA CONTRA LA BANALIZACIÓN
Por David HERNÁNDEZ DE LA FUENTE
En la más pura línea del humanismo, que condensa el saber clásico para el uso y disfrute del hombre –y del ciudadano con plena conciencia de serlo–, la indispensable obra de Nuccio Ordine quiere rescatar para nuestra azacaneada modernidad, plagada de reclamos audiovisuales y pantallas que nos aturden, la vieja sabiduría de los clásicos. Sus libros, entre ecos literarios que resuenan a la añeja latinidad europea y a consignas filosóficas que remiten a estoicos, epicúreos o platónicos, suponen un verdadero respiro ilustrado en una época de crisis de valores, urgencia por la inmediatez y banalización del saber. Ante el patente desprestigio de los saberes humanísticos, la mercantilización de la universidad –milenaria institución ya en venta y desguace– y la estupidez colectiva que fomentan las redes sociales y demás aplicaciones esclavizadoras y nocivas para la plena atención, se me antoja todo un bálsamo leer sus páginas sobre la experiencia única que procuran los “Clásicos para la vida” en sus pasajes más memorables.
Y es que hay vida verdadera para quien se sumerge en la esencia humanista de nuestros clásicos, de Homero a Dante, de Virgilio a Shakespeare, Cervantes o Goethe: una República de las letras que ha conformado nuestra educación sentimental a lo largo de los siglos y que, pese a la IA, no perecerá jamás (“non omnis moriar”) en un legado sin fin que reivindica Ordine. Defensor acérrimo de la “enkyklios paideia” de la vieja universidad europea, en la mejor tradición de comunidad de maestros y discípulos, Ordine reclama la auténtica academia, basada en la lectura pausada y la conversación casi simposíaca con esos viejos amigos de la tradición clásica. Todo lo contrario al mercado evanescente de lo efímero, “La utilidad de lo inútil” muestra la inversión en los valores eternos de la “humanitas”. En el mejor linaje de los humanistas, su obra transmite claves para recuperar hoy ese buen vivir de los antiguos: y es que los clásicos nos otorgan un refugio interior, una villa privilegiada para retirarnos, como la villa de Herculano, en torno al Filodemo, la villa sabina del gran Horacio o la torre de Montaigne. Hay que celebrar que una voz así, imprescindible realmente para que la Europa y la academia de hoy no pierdan su identidad, haya sido reconocida con la más alta distinción de las humanidades en nuestro país