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Fútbol y música: gloria y espanto

En «Penalti pop» Álvaro Velasco recoge la tortuosa relación entre las canciones y el deporte rey: de los himnos oficiales a los oficiosos, del engendro a la chispa pop
Shakira y su "Waka waka"La Razón

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Quizá sean las dos manifestaciones de la cultura popular más importantes de este siglo, con el permiso de los videojuegos. Fútbol y música son espectáculos capaces de llenar estadios con cien mil personas y desatar las más enconadas iras y debates en la sobremesa. Sin embargo, su combinación no suele salir bien. De hecho, la mayor parte de las veces que el fútbol se acerca a la música, el resultado es un engendro de difícil descripción. Otra cosa es cuando la música, por devoción, celebra el balompié. En «Penalti pop» (Muddy Waters Books) Álvaro Velasco se asoma a esta relación disfuncional entre ambos universos. «Hay, yo creo, más penaltis que pop en esta historia», advierte el escritor y guionista. Ocupen su localidad, que suena el pitido inicial.
El primer tiempo de este encuentro transcurre bronco y sucio. Vuelan las tarjetas amarillas y varias rojas. Falla el árbitro, los lineres y los delanteros. Los porteros cantan la Traviata. Pero muy mal cantada. Son los horrores de las canciones oficiales de los torneos de selecciones. Imposible olvidar, aunque nos gustaría hacerlo, verdaderos pelotazos de la pachanga como fueron «La Copa de la Vida», cuando Ricky Martin enfadó a los propios franceses en su mundial (en 1998) cantando en español, o el «megahit» internacional que fue el «Waka waka (This time for Africa)» de Shakira, de imborrable recuerdo para los españoles que vieron la final del campeonato del mundo en 2010 con gol de Iniesta. Y es que estos dos temas son quizá las únicas canciones oficiales de un torneo que han logrado repercusión a lo largo de la historia. Dos temas que, calidad aparte, lograron conectar con audiencias tan masivas como las de los partidos del torneo. Capítulo aparte ocupa el gran horror del mundial de Estados Unidos, celebrado en 1994, con «Gloryland» como canción oficial. No la recuerdan, ¿verdad? Mejor para ustedes. Como estas hay infinidad: «The time of our lives», cantada por Tony Braxton e Il Divo en una loca competición por ver quién canta más engolado (mundial de Alemania 2006), o el «Can You Hear Me?» de Enrique Iglesias para la Eurocopa de 2008. Especialmente sangrante fue la canción del mundial que Brasil, país de la samba y la bossa, acogió en 2014: «We Are One», de Jennifer López, Claudia Leitte y Pitbull puede archivarse para siempre en la papelera de reciclaje. «La mayor parte de veces, estos encargos salen mal. Son engendros que surgen de mezclar el artista de moda con una canción plana», explica Velasco. En España hemos visto temas aberrantes como «Opá, vamos a por el mundial», cantada por aquel fenómeno rural como fue El Koala, famoso por su éxito previo “Opá, yo viazé un corrá” (aunque fuera para una cadena de televisión) o insustanciales como «Vivimos la selección», esa cosa blandengue grabada en los albores de «Operación Triunfo» por su primera generación de concursantes, este sí, oficial de la federación de fútbol. Y no hablemos de «El rap del dream team», cuando en 1991 se sumaron las sensibilidades de Laudrup, Koeman, Bakero, Begiristain, Alexanko y Eusebio para cantar unas rimas que siguen estremeciendo. Se ve que ellos se vieron fenomenal y se atrevieron con «Aquest Any, sí!», una balada de difícil descripción. Busquen, si se atreven. No están solos entre los futbolistas músicos: Álvaro Benito, Julio Iglesias o Sergio Ramos son otros ilustres melómanos. Cuando más lo estábamos deseando, el árbitro señala el descanso.
La segunda parte de este partido es otra cosa: vamos con esos momentos en los que música y fútbol se abrazan. Especialmente destacados son los himnos oficiosos. El primero, sin duda, es el de SKA-P, «Como un rayo» (1994), dedicado por un grupo al club de su barrio, el Rayo Vallecano, sin interés comercial alguno y adoptado por su afición como el himno titular. De hecho, casi nadie en el estadio de la calle Payaso Fofó puede cantar el himno oficial. Un caso similar es el de un monumento, una obra maestra elevada a canto colectivo al «calcio» nacional. Se trata de «Azzurro», con la magistral firma de Adriano Celentano, que sirve de bandera para la selección italiana (aprovechando que «azzurro» significa azul cielo, color de su camiseta), y que sería como si en España en vez del «lo, lo, lo» cantásemos a Serrat. Por cierto que en Italia también se produjo una de estas adopciones musicales que se han contagiado a todo el mundo: cuando se proclamaron campeones del mundo en 2006, en Alemania, transformaron el estribillo del «Seven Nations Army» de The White Stripes en su grito de guerra: «Siamo campioni del mondo». Hay temas dedicados a equipos, como «Betis», del rockero Silvio, una canción que merece estar en la lista por la incomparable personalidad de Silvio, sevilllista declarado y en la que menciona al Sánchez Pizjuán, el campo del eterno rival, y hasta menciona a la Real «de» Sociedad demostrando que, en realidad, el fútbol le interesaba más bien poco. Por supuesto, el himno oficial del centenario del club de Nervión, compuesto por El Arrebato, quizá sea uno de los pocos ejemplos en los que un tema conmemorativo conecta con la afición, como también podría decirse, aunque en menor medida, de las dos ocasiones en las que Sabina le ha cantado a su Atlético de Madrid y del Himno de la Décima, el ya oficioso de la parroquia madridista. Sobre los himnos oficiales, Velasco apunta que el del real Madrid «nunca ha encajado, la verdad. Ni por el texto ni por la música, creo. Es que eso del noble y bélico adalid, que no sabes ni lo que significa y lo de las mocitas madrileñas alegres y risueñas... nunca ha gustado. En cambio, el del Atleti, sí. Fueron encargos los dos y, por cierto, los canta la misma persona». Y así termina el segundo tiempo
Para desempatar, hace falta un tiempo extra, de prolongación, para mirar al pop, a los músicos verdaderos músicos. Por aquí desfilan Jota, de Los Planetas con «Un buen día» y sus referencias al gol de Mendieta y el niñato lesionado que aparece en la portada del «Marca». O de Jorge Martí, de La Habitación Roja, Carolina Durante con «El himno titular» y, cómo no, Andrés Calamaro por «Estadio Azteca» (aunque podría haber estado también por «Maradona», con quien comparte aficiones y delirios. También se cuenta la historia de «Kubala», canción de Serrat a su ídolo, por quien fue capaz de cambiarse de acera y convertirse durante dos años en «periquito». De todas y cada una se cuenta su historia no exenta de digresiones. «Es un libro de memorias, de cultura pop, de un español nacido en los 80 que le guste el fútbol y la música. Frente a quien piensa que el fútbol no es cultura o es incompatible con ella, yo creo que es una pata fundamental del universo pop». Aunque a veces estén más guapos callados.
[[H2:Una larga lista de «canciones para paquetes»]]
Tiene Velasco un podcast sobre fútbol, «Paquetes», y, junto al libro, llega una lista oficial de canciones en Spotify donde aparecen algunas de las mencionadas (las que no son infumables) y muchas más. Temas que llevan por título «Iturralde González» (Estúpida Erikah), «Nueva Ola Guardiola» (Los Directivos), «Odio eterno al fútbol moderno» (F. R. A. C.), «Gora España» (Lendakaris Muertos), «Zlatan» (Sanjin & Youthman), «Cholo» (Arce), «Paul Gascoingne» (Charly Efe y DelaGang), «Cantona» (Cali), «We Love F. C. St. Pauli» (Le Fly), «Kubala» (la de Serrat y la de Antònia Font), «Soy un socio del Atleti» (Glutameato Ye-yé), «Gol psicológico» (Fernando Alfaro), «Laudrup» (Mendetz) y «Arconada» (Tachenko), entre otras muchísimas que desmienten el divorcio entre fútbol y cultura.