Brian Johnson (AC/DC), el proletario del rock
Las memorias del cantante de la banda, que sustituyó a Bon Scott tras su muerte, son las de un obrero convertido en estrella
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La mayor parte de las biografías del rock son asombrosamente parecidas y casi han alcanzado la categoría de una de esas narraciones esenciales como son el hijo pródigo, el caballero al rescate de la princesa o la venganza por la muerte del padre. La historia sería, más o menos, la de alguien que, despreciando los estudios, siguiendo un impulso telúrico y sin saber cómo pero desparramando bastante llega a hacer un disco que, sin saber cómo y desparramando mucho más, se convierte en una carrera artística. Muchos de sus protagonistas se presentan a sí mismos como clase trabajadora pero, por muy lumpen que puedan ser sus actitudes, la realidad es que muy pocas de las estrellas de la música han madrugado para ir a trabajar ni un sólo día de su vida. Este no es el caso de Brian Johnson, cantante de AC/DC desde el fallecimiento de Bon Scott en 1980. Su historia, relatada en las memorias que acaban de aparecer en castellano («Las vidas de Brian», Editorial Contra) es la del éxito contra todo pronóstico, la del triunfo del amor a la música y quizá una de las más edificantes de la historia del rock.
Johnson cumplía a la perfección el cliché anteriormente descrito. De hecho, su carrera se dirigía hacia el gran éxito con su primera banda, Geordie, con la que firmaron algunos éxitos y que prometía o al menos vislumbraba el estrellato. Entraron en las listas, giraron por Japón, recibieron piropos de la prensa... pero todo se desvaneció sin más. Cumpliendo con otro de los ritos de paso de las estrellas de la música, pero quizá en el momento inadecuado, el cantante comprueba de primera mano cómo se las gastan los sellos discográficos cuando un equipo de desahucio se presenta para llevarse sus enseres ante la mirada de su mujer y sus dos hijas. Su grupo es un cadáver, ya no interesan, el destino de él y de su familia está fuera de los presupuestos de la compañía. A partir de ese momento, su vida se desliza por el albañal. Su matrimonio se rompe, sus hijas se van y él regresa al dormitorio de su infancia ante la mirada escrutadora de su padre, un ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial. Nuestro protagonista asume la realidad: ha llegado el momento de un trabajo «de verdad». «Todavía recuerdo a espantosa sensación de fracaso como si fuera ayer. Tenía 31 años y lo había perdido todo. Fue una época horrible, confusa, agotadora», escribe.
Y así es como Brian Johnson encadena empleos, primero sustituyendo lunas de automóviles y después con su propio taller de instalación de vinilos decorativos en vehículos. Y encuentra la felicidad soñando de vez en cuando con su carrera musical gracias a su nuevo grupo, de nombre Geordie II («geordies» es el apodo con el que se apoda a los nacidos en Newcastle y parece que no le dedicó mucho tiempo de búsqueda a su nuevo bautizo), con la que disfruta como nunca tocando en clubes de trabajadores (llamados «working men’s clubs») dirigidos por cerriles líderes sindicales en los que se alternan actuaciones, bebida barata y, por supuesto, un bingo. Son poco más que un grupo de amigos que, con enorme gozo, tratan de tocar música ante el público más difícil que se pueda imaginar: veteranos trabajadores de la minería o los astilleros con alcoholismo galopante. Una audiencia con el futuro tan negro y cancelado como las minas de carbón. Sin embargo, como no se tomaban en serio a sí mismos (no podrían hacerlo, siendo realistas) y hacían chistes que a los rudos hombres del norte les encantaban, cada noche logran un pequeño triunfo. «Llegué a considerar hacerme comediante como salida profesional», confiesa Johnson en sus memorias. Geordie II tocaban algunos temas propios, compuestos por el cantante, y solían hacer cada noche una versión de «Whole Lotta Rosie», de AC/DC, banda que le entusiasmaba o de «The House of The Rising Sun», de The Animals, los ídolos locales.
Llevamos, llegados a este punto, 300 páginas de trabajos forzados, de un empleo de día y antros de noche. Nada de drogas, escaso sexo. A las alturas de su vida, las carreras de muchas estrellas de la música ya han implosionado en un sumidero de drogas y náusea, mientras la existencia de Brian discurre por las lindes de un trabajo de ocho a cinco. Tan proletaria es su vida que su única distinción estética, la gorra de paño, es la que llevaban todos los obreros de las fábricas de Inglaterra. Una gorra que tuvo que vestir un día porque los restos de pegamento de su trabajo como reparador de lunas bajaban por la frente y escocían en los ojos. El público veía en él un «geordie» de verdad. Nunca más se la quitó, ni cuando, por un golpe del destino, se convertiría en una estrella.
Ese día llegó de la manera más insospechada. Después de haber rechazado varias ofertas para incorporarse a bandas consolidadas como Rainbow, Uriah Heep o Manfredd Mann, recibe una llamada enigmática para buna audición en Londres. Johnson no tiene el menor interés, pero la casualidad quiere que le ofrezcan 250 libras por grabar una canción para un anuncio ese día. Por supuesto, ese dinero no lo va a dejar pasar y termina realizando la prueba para la banda más grande del momento, AC/DC. Cuando el propio Malcolm Young le llame para pedirle que vuelva a cantar con el grupo, Johnson le pedirá que cuelgue el teléfono y que, si no es una broma, vuelva a llamar. Está en AC/DC pero su gran pena es tener que dejar tirados a sus amigos de Geordie II. El cantante ignora la clase de liga en la que juega. El grupo se hace cargo íntegramente de la hipoteca por la que fue desahuciado varios años atrás. También de compensar a sus «geordies» por el mes de actuaciones que tenían cerrados por todo el área de Newcastle. Dos mil libras para repartir. No solo eso: pasará a ser miembro de AC/DC a todos los efectos. Cobrará un sueldo una quinta parte de los beneficios. Pocas semanas después estará en Bahamas escribiendo contrarreloj todas las letras de «Back In Black», el disco con el que la banda australiana lloraba a Bon Scott y se enfrentaba a la tarea más difícil para un grupo: sustituir a su cantante. Temas como «Back In Black» o «You Shook Me All Night Long» se colaron entre los mejores que haya escrito nunca la banda, con la que Johnson estuvo cantando 35 años. Pero, el mismo momento que Malcolm fue diagnosticado de demencia prematura, Brian perdió la audición casi completamente. En 2021, grabaron «Power Up». Nunca den por acabado a un obrero del norte.