Milo Manara: «No escandaliza una guerra, pero sí una mujer desnuda»
El mítico creador adapta en un cómic, dividido en dos volúmenes, «El nombre de la rosa», de Umberto Eco
Milo Manara. El amigo de Hugo Pratt, de Moebius, de Fellini. El dibujante que dio cuerpo al erotismo y convirtió a la mujer en el máximo exponente de la belleza, ¿qué hace adaptando a un cómic «El nombre de la rosa», de Umberto Eco? Pues demostrar por qué es una leyenda. Ha robado el rostro a Marlon Brando para prestárselo a Guillermo de Baskerville y ha firmado una versión de la novela que ya es un hito en el mundo editorial.
Ha retratado el erotismo como ningún otro creador. ¿Qué pensó cuando los hijos de Umberto Eco le propusieron convertir en viñetas «El nombre de la rosa», una historia de monjes ambientada en la Edad Media?
(Risas). Efectivamente tuve diversas sensaciones. Por un lado, sentía el enorme honor de que se hubiera pensado en mí para representar en un cómic una novela tan relevante y que tuvo un éxito planetario. Por otro lado, me sobrevino cierto temor por la acogida que iba a tener. Tenía miedo de decepcionar a mis lectores por este trabajo, porque ellos no me valoran por dibujar monjes, sino, chicas. Y aquí hay mucho monje y muy pocas chicas (risas). Pero enseguida me di cuenta de que no podía reducir mi trabajo a una mujer. «El nombre de la rosa» es un libro tan bello, tan rico... que aprecié enseguida el valor de que me llamaran para hacerlo.
«Nos encontramos en una sociedad de restricciones, todo contribuye a la censura erótica»Milo Manara
A propósito, ¿qué le dicen las mujeres de su manera de retratarlas en los libros?
(Risas). A muchas les gusta. La mayoría, de hecho. A todas las que he conocido. Ninguna me ha dicho nada en contra. Supongo que sí que habrá alguna corriente feminista en que soy un enemigo público, pero de momento siempre he conectado bien con las mujeres. La mayoría me han admitido que eran felices con esa forma que yo tenía dibujarlas. Me han dicho, incluso, que les he ayudado a encontrar una dimensión erótica.
Un tema de «El nombre de la rosa» es la pobreza. De hecho, en el libro se debate sobre este asunto. ¿Qué podemos aprender de eso hoy?
Vivimos en una sociedad opulenta que tiene también una pobreza trágica. De hecho, lo que caracteriza a nuestra sociedad es la diferencia que existe entre la riqueza y la pobreza. Esta cada vez se extiende más en un lugar donde la opulencia solo recae en unos pocos. Hoy los trabajadores son los pobres. Antes trabajabas para cumplir una ambición, un proyecto de futuro, llevar a cabo los sueños, crear una familia... hoy en día el trabajo solo sirve para sobrevivir. Por eso lo que identifica a nuestras sociedades más que la opulencia es la pobreza y la falta de equidad. Y es una insensatez. No puede haber una justificación económica de la concentración de la riqueza en pocas manos. Sé cual es el mecanismo. Preferimos el capital a invertir en el trabajo. Se apuesta por la renta, pero la renta quita riqueza y se la sustrae a la sociedad para entregársela a unos pocos. Esto debería corregirse haciendo que paguen más impuestos los que no trabajan y viven de rentas. La contradicción es que ahora pagan más impuestos los que trabajan que los que tienen rentas. No soy economista, pero me parece que es así... El debate de la pobreza es totalmente actual por la época que estamos atravesando. Ya los franciscanos y los dulcinistas de «El nombre de la rosa» acusaban de opulenta a la iglesia y se debatía sobre la pobreza, que es lo que refleja Umberto Eco y que todavía es un tema vigente.
«Las mujeres me dicen que mi obra les ha ayudado a encontrar una dimensión erótica»Milo Manara
Otro de los asuntos que aparece es la censura de la sexualidad. También es un problema hoy. Hay gente que se queja. En Estados Unidos se pidió retirar un cuadro de Balthus y en Europa, la obra de Egon Schiele.
Estoy en contra de esta clase censura, pero entiendo por qué es. Nuestras sociedades están compuestas por religiones distintas y cada una tiene su propia censura que tiene que defender. Cuando solo había una religión solo había una censura. Ahora mismo nos encontramos en una sociedad de restricciones. Hoy, con ciertos movimientos feministas y la corrección política en la cultura, todo contribuye a la censura erótica, pero, en cambio, la violencia, los asesinatos, están libres de críticas. No existe libro o película que no empiece hablando de un fallecido. No entiendo el rechazo al erotismo y este amor por la violencia. Para mí es insensato. Esto solo produce una cultura más abierta hacia la violencia y no hacia el erotismo. Es paradójico. No escandaliza una guerra, pero sí una mujer desnuda. Si un misil cayera sobre una joven desnuda nunca veríamos esa imagen porque se censuraría a la chica desnuda, no el misil. Es absurdo.
También se censura el humor, la risa. Como Jorge de Burgos en esta obra de Eco.
La risa es peligrosa porque al fin y al cabo forma parte de la visión del mundo. Uno se puede reír casi de cualquier cosa. Me acuerdo de la revista «Charlie Hebdo». Ahí tiene lo peligroso que es reírse. Uno de los dibujantes que murieron ahí era Georges Wolinski. Era amigo íntimo mío. Estuvo varias veces en mi casa. Los dos teníamos una relación muy estrecha. Tenía una enorme capacidad de ver los aspectos irónicos de la vida, los lados más ridículos y divertidos del mundo. Entre todos los dibujantes que había ahí, quien más respetaba la diferencia religiosa era él. No era un autor ofensivo, pero fue masacrado. Se le mató por lo peligrosa que es la risa. Y esto demuestra lo difícil que es todavía reírse de ciertas cosas en nuestra sociedad.
¿Considera que sus dibujos han sido transgresores?
La transgresión es fundamental en cualquier actividad. También en el erotismo. Por cierto, con la risa hay que tener cuidado, porque si hay demasiado humor, el erotismo no funciona. Hay que dosificar la ironía (risas). Pero, sobre lo que pregunta, por supuesto, transgredir es fundamental, tanto en el erotismo como en el vivir. Ahora que no haya tanta prohibición ha hecho que el sentido del erotismo haya perdido cierto encanto. Esto se ve con la conducta ante la ropa. Por ejemplo, con la revolución de los años 60 cambió la manera de vestir. Llegó la minifalda, que llevó a su vez a una modificación de la conducta erótica. En ese tiempo, cuando se llevaban las faldas hasta los gemelos, que una chica eligiera una minifalda suponía una transgresión. Sobre todo, en aquellos años. Ahora lo que sucede es que todo ha sido transgredido.
¿Su obra ha contribuido a esta transgresión? ¿Ha ayudado a la liberación femenina?
Yo vengo de una escuela clásica. Todos nosotros dibujábamos estatuas griegas, buscábamos modelos. En mí existe una tentación muy fuerte hacia el neoplatonismo, de intentar entender la representación de la vida como un mundo perfecto. El arte, según Platón, es una ventana a ese mundo de la perfección. Creo que sigo vinculado a eso: el diseño como un modelo de representar la belleza ideal. No obstante respeto a los que, como Balthus, que es un gran artista y que ha sido censurado, representa el aspecto morboso, enfermizo, de la vida. Pero yo soy fruto del Renacimiento. De Botticelli. Su luego mis cómics han influido en la evolución y liberación de la sociedad... bueno eso para mí representaría una alegría enorme. Que mis trabajos hayan contribuido a una formación ética y estética sería un resultado maravilloso para mí. Contribuir con el arte a las formas de una ética y una nueva idea estética es impresionante... pero creo que lo que más contribuye a eso es el cine y la literatura. Solo parcialmente el cómic. Pero creo que la mayor influencia en estos conceptos, sobre todo en nuestro tiempo, la ejerce la televisión.