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Benjamín Prado: “Alberti decía que uno tenía una responsabilidad muy grande al ser leído. Y lo comparto”

El escritor acaba de publicar la novela “Los dos reyes”, la sexta aventura de su detective Juan Urbano, esta vez por Marruecos y en el Sáhara
Alberto R. RoldánLa Razón

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Benjamín Prado tiene una larga trayectoria como poeta, periodista y novelista. Acaba de publicar la sexta aventura de su detective Juan Urbano, con el que quiere llegar por lo menos a diez. Mientras piensa cada vez más en la final de la Champions del Real Madrid contra el Liverpool, hablamos con él de su novela “Los dos reyes”
-El Sáhara es un asunto recurrente en este país...
Siempre digo que las novelas no tienes que ir a buscarlas, tienen que venir. No me veo sentándome en una mesa y preguntándome de qué podría escribir yo ahora. Siempre escribo sobre cosas que me obsesionan desde hace tiempo. Y esto tiene una ventaja y es que ese asunto se te quedó clavado ahí con los anzuelitos y sin darte cuenta vas recopilando información. Y un día piensas en la Marcha Verde aquella que te impresionó tanto, abres el cajón y resulta que está lleno y lo tienes hecho.
A mí lo de la Marcha Verde, año 67, tenía 15 años, y se me quedó grabado, daba como miedo esa turba de gente avanzando hacia las fronteras. Y cuando empecé la serie de Juan Urbano pensé que alguna la iba a ambientar en la Marcha Verde, porque Marruecos siempre tiene algo de las Mil y una Noches y es fantástico para ambientar una novela, como lo hay en Granada, que también aparece en el libro.
Fui a Ceuta a presentar la novela anterior de la serie, “Todo lo carga el diablo”, y el director de la biblioteca pública me contó la historia de los soldados que durante uno de los dos golpes de estado contra Hassan II, el del año 71, entran a sangre y fuego en el palacio de verano, se cargan a ciento y pico personas y tienen la orden de matar al rey y a toda su familia, declarar una república islámica y acabar con el mal para siempre. Dos soldados se lo llevan para ejecutarlo y esos mismos soldados vuelven media hora despuésm pero ya en calidad de guardia pretoriana. Y el golpe fracasa.
Lo que me contó José Antonio Alarcón y el propio Hassan II a París Match, es que cuando el soldado le tiene puesta la pistola en la cabeza le dice: “Qué hacéis, hijos míos, vas a matar al comendador de los creyentes y por qué no me besas la mano”. Y el soldado baja la pistola y se arrodilla.
Yo le dije a José Antonio Alarcón que me acababa de regalar una novela porque llevaba tiempo queriendo escribir entre la relación España y Marruecos y el Sáhara. Y era un comienzo fantástico, con un dinamismo y un ángulo trágico maravilloso y también porque no hay quien se lo crea .Más bien se imagina uno a Hassan II diciendo: “¿Cuánto quieres?”, ya que tiene una fortuna de miles de millones de dólares.
También me cuenta otra historia que también me interesa, que es una supuesta abdicación de Hassan II, una renuncia firmada al trono para salir al exilio sin sangre. Y se dice que se documento existía pero nunca se ha visto. Y eso es un maná para un novelista, porque ya sabía yo lo que iba a hacer Juan Urbano: buscar al soldado al que lo pudo matar y no lo hizo y el documento que arruinaría el carácter mitológico de Hassan II. Con todo eso esa noche me metí en el Hotel Puerta de África y me puse a escribir esta novela.
¿El exceso de realidad es peligroso?
Para un novelista sí. Tienes que tener claro que escribes una novela y debes entretener al que la lea. Mi idea del entretenimiento tiene poco que ver con la telebasura, que es lo que ahora se considera entretenimiento.
Cuando era joven, Rafael Alberti, que era como una estrella del rock and roll, le dije que por qué no leía sus mejores poemas y sí los que más le aplaudían. Y me miró y me dijo: “Claro, toda esta gente tiene cosas que hacer y ha tenido la delicadeza de venir a verme, así que mi obligación es entretenerlos”. De Alberti viene mi idea del entretenimiento. Así que no tienes que olvidar eso, y más en mis novelas que son policíacas y de misterio, aunque la realidad condiciona y no te puedes inventar ciertas cosas.
Vargas Llosa recuerda siempre la frase Balzac de que las novelas cuentan la historia privada de los países y en las historias privadas hay cosas que no se puede permitir un historiador serio y sí se puede permitir ciertas conjeturas que acaban siendo la novela.
¿Alberti le influye para las novelas policiacas?
Ni siquiera hay mucho de Alberti en mi poesía, soy más nerudiano. Rafael era un ejemplo para mí de otras cosas. La vitalidad, la manera de disfrutar la vida, Rafael era un vividor, disfrutaba de cada paisaje, de cada conversación, de cada comida... La fe que tenía en la poesía era extraordinaria. Consideraba que la literatura era una cosa muy importante y que uno tenía una responsabilidad grande cuando era leído. Cosa que comparto. Todas esas cosas las aprendí de Rafael. Luego ya puedes estar de acuerdo con su ideología, eso es otra historia.
¿Qué temas van a la novela y qué otros a la poesía?
Eso es un misterio para mí. No tengo la más remota idea. Me viene el sombrero dentro de la sombrerera. Nunca me ha pasado pensar qué hago con una idea. A veces se me ocurre un verso y sé si podría ser parte de un poema mío o la canción que yo le haga a alguien. Por alguna razón viene con el género puesto.

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