Joaquín Berges tiene “Ganas de vivir”
El autor zaragozano lleva a su ciudad su nueva novela, una trama divertida que se narra desde una funeraria
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Joaquín Berges (1965) tenía pudor a mezclar sus dos mundos, ficción y realidad. Había introducido su querida Zaragoza en Peregrinas, Una sola palabra y La línea invisible del horizonte, pero nunca con el peso que tiene en su nuevo libro, Ganas de vivir (Tusquets): “Nunca le había dado tanto protagonismo. Me daba cosa, apuro, juntar mis dos ámbitos. Era una asignatura pendiente y en el momento que decidí escribir esta novela tuve claro que quería mucha verdad. Debía convertir un escenario real en literario. Y me ha parecido que la ciudad me envolvía, los escenarios de mi vida entraban con naturalidad”, explica el autor.
Berges se deja llevar por las calles que le han acompañado desde niño y abandona esas búsquedas de localizaciones en Madrid o Barcelona de otros momentos. Se deja llevar por el realismo con dos nombres en la cabeza, “Galdós y Almudena [Grandes]”, dice. Del primero toma aquello de que “la literatura tiene que reflejar la realidad”; y a la segunda, “amiga”, le rinde “homenaje” con la frase que inaugura el libro: “Lo único que quería era hacerme viejo a su lado, ver su rostro al despertar todas las mañanas, ver su rostro un instante antes de dormirme cada noche, y morir antes que ella”, de El corazón helado.
Y dentro del realismo, no hay nada más mundano que la muerte. Porque Ganas de vivir −como ya sucedió en Peregrinas− es otro de esos títulos que son hijos de la pandemia. “Cuando pienso en el final de la novela, pienso en la pandemia. Y de entonces no me quedo con el confinamiento ni con las vacunas, sino con la muerte, que se multiplicó. A todo el mundo le pasó algo”. Cuenta el autor que es lo contemporáneo, el presente inmediato, lo que le seduce. “Me preocupan las cosas del día a día”. Y con esas llegó a una funeraria, escenario principal del relato: “Es el final de la vida y también el principio. Si trabajas allí ves la vida con otros ojos. Ese momento trascendente sella la vida de una persona y no se puede hacer nada más. De ahí parte el juego entre las ganas de vivir y la funeraria”. Dos aspectos aparentemente contrarios que Berges hace converger en los Llorente, la saga que ha estado al frente del negocio desde los tiempos del abuelo Cosme. “Son funerarios destinados a todo lo contrario de lo que ven en el trabajo”.
Le gusta al escritor el juego de contrarios. “Lo contrario a la vida no es la muerte, es parte de la vida. Lo contrario es la indiferencia por la vida. Lo opuesto a la muerte es la belleza. La belleza provoca deseo y el deseo es el origen de la vida”.
Ganas de vivir es una prolongación de su autor. La pasión que Perico Fernández, ilustre boxeador maño, dejó en Berges está en un libro que se divide en cuatro asaltos, en vez de capítulos. Pero sus miedos y pasiones también aparecen en él: ese amor platónico por Maureen O'Sullivan es el mismo que siente Tristán, heredero del negocio familiar; o el miedo de Cosme el fundador, quien siente temor a ser enterrado vivo; “esto me lo contó mi abuela cuando era un niño. Me caló más por curiosidad que por miedo. Y de las películas de Tarzán se me quedó grabada aquella mujer bellísima”.
De esta manera, Tristán se convierte en un caballero andante cuando se enamora de Gracia, un calco de O'Sullivan. Será ahí cuando caiga “en la cuenta de que vive rodeado de personas poco convencionales, sin ganas de vivir e incapacitadas para ser felices, y temerá seguir el mismo destino” que dan pie a una novela que vuelve a poner al amor como motor del mundo: “En un mundo ideal, todos deberíamos ser fruto del amor de nuestros padres. Me gusta verlo todo idealizado”. Así, y a pesar de las pulsiones descontroladas de unos y otros, bastará la aparición de un amor inesperado para que las ganas de vivir se abran paso y lo compliquen todo con vocación de resolverlo.
El protagonista toma aires quijotescos “porque hay un poco de Cervantes en todo lo que hacemos los escritores y los lectores”, añade el escritor. “Te quijotizas y quieres quijotizar a los demás”.
Es el noveno libro de un Joaquín Berges que ya encara su siguiente trabajo con “el deseo de escribir”. Y es que solo hay una cosa que le quita las Ganas de vivir a este autor zaragozano, “la indiferencia, dejarse llevar, no tener iniciativa”, lamenta. Quiere una vida repleta de deseo, “y no solo el sexual, también hacer planes y querer cambiarlas cosas”.