La culpa no fue de los Lehman Brothers
Antes de llegar a Madrid, Peris-Mencheta estrena hoy en Avilés «Lehman Trilogy», de Massini, con una peripecia teatral para seis actores que a través de 143 personajes, bailes y canciones repasa el auge y crisis del capitalismo
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Antes de llegar a Madrid, Peris-Mencheta estrena hoy en Avilés «Lehman Trilogy», de Massini, con una peripecia teatral para seis actores que a través de 143 personajes, bailes y canciones repasa el auge y crisis del capitalismo.
Hijo de un comerciante alemán de ganado. Judío circuncidado. Plantado, inmóvil, en medio del muelle «number four» de Nueva York, justo en el lugar en el que le había prometido a su padre que terminaría. Una sola maleta, eso sí, repleta de sueños. Poco más. Ahí estaba él, Heyum Lehman, el primer Lehman, pisando el otro lado del Atlántico con sus mejores zapatos, los mismos que había «reservado para cuando llegue a América», repite el protagonista. Eran las 04:58 horas de la madrugada del 11 de septiembre de 1844 y, después de un mes de travesía, comenzaba el desafío de un hombre que acababa de ser inscrito en el registro como Henry Lehman y que, «sin saber muy bien a dónde dirigirse, se subía a ese carrusel llamado América».
Es el inicio de una historia de éxito, sobre todo, pero también de fracaso, el del desplome de la empresa que «propició, en 2008, la mayor crisis financiera de la Historia», cuenta Sergio Peris-Mencheta de la caída de Lehman Brothers, el final del cuento de «Lehman Trilogy», la pieza teatral de Stefano Massini que el actor madrileño adapta y dirige con su compañía Barco Pirata desde hoy en Avilés, antes de pisar San Javier (Murcia) el domingo y los Teatros del Canal madrileños, donde estará del 24 de agosto al 23 de septiembre.
Hermanos, hijos y nietos
Una «balada para sexteto en tres actos» que Mencheta ha recortado de cinco a tres horas –«con dos intermedios de 15 minutos porque soy muy mal espectador de teatro y sé que la butaca llega a molestar», ríe– y que recoge las aventuras de tres hermanos
–más tarde llegarían Emanuel, en 1847, y Mayer, en 1850– desde una diminuta tienda en Montgomery (Alabama), en la que la compraventa de algodón les hizo crecer hasta convertirse en los reyes de Wall Street y, por tanto, del mundo. Pero para llegar hasta ahí tuvieron que pasar tres generaciones: a los pioneros les seguirían dos de sus hijos y un nieto, Bobby, último Lehman y baluarte, hasta su muerte en 1969, de que el Consejo de Administración de la compañía conservara los principios familiares. Después, ya sin sangre Lehman, comenzó la «bajada sin frenos», en palabras de Peris-Mencheta, que terminó con el crac de hace una década. «Hasta entonces se habían contenido por los valores de su religión, los cuales también fueron perdiendo con el paso de los años», cuenta el director. Llegaron con la «kipá», respetando la «shivá» y el «sabbat» y con las leyes del «kadish» muy presentes, pero «se desarraigaron de lo humano», continúa. Todo por el dinero: «Hasta entablaron negocios con Henry Ford, antisemita, por el simple instinto de los billetes». Porque la vida de los Lehman Brothers es la del capitalismo y por eso Mencheta defiende que «se trata de una obra muy didáctica para el que, como yo, no entienda o no le apetezca entender la economía mundial moderna. Pero no es una crítica a los Lehman, sino a la deriva a la que nos ha llevado el capitalismo».
Aunque más allá del mensaje, el «Lehman Trilogy» de Sergio Peris-Mencheta es «una cabriola total», dice, en la que ha entrelazado el potente discurso de Massini con las peripecias de seis actores –Litus Ruiz, Leo Rivera, Pepe Lorente, Víctor Clavijo, Aitor Beltrán y Darío Paso– que se meten en la piel de 143 personajes, bailan, cantan y tocan instrumentos, «además del montón de cambios de vestuario que tienen, porque llegan a llevar hasta 7 capas de ropa», cierra.
UN DIRECTOR «JUGUETÓN»
Dice Peris-Mencheta que se dejó caer por el Festival Grec de 2016 por el simple hecho de que «el cartel de la obra me gustó»... Y salió «fascinado». Se había encontrado con un texto en catalán que inmediatamente le hizo acudir al original, en italiano, donde terminaría de rendirse al padre de la criatura, Stefano Massini
–actual director del Piccolo de Milán–. Desde ese momento sabía que iba a hacer la pieza, «pero de una manera más juguetona, a mi bola», reconoce el aquí director y adaptador. Después llegarían dos años de trabajo que, cuenta, han sido más duros que con «La cocina» que estrenó en 2016 en Madrid. Decenas de instrumentos, canciones y cambios de ropa, bailes, 143 personajes, escaleras, «un tren de la bruja», guerras... Un no parar en el que se ve el paso del tiempo en la familia, la economía, la música y la propia Historia.