¿Es posible convertir a un gato en un espía? Sí, y derrotar a la KGB también
Todos los que compartan su hogar con un gato saben que de vez en cuando el felino se queda mirando “a la nada”. Pero, ¿y si en realidad sí hubiese algo?
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Cualquiera que comparta su hogar con un gato, sabe que estos felinos tienen una sensibilidad extraordinaria, casi sobrenatural. Pueden percibir cosas que a nosotros simplemente se nos escapan. Estos super poderes le dan a los felinos el potencial de convertirse en unos espías perfectos... o casi perfectos.
Los gatos contra la KGB
En ocasiones, los gatos se quedan mirando a la nada, como si hubiera algo ahí... como si sintieran una presencia que nosotros no podemos percibir. Esto se debe a unas habilidades heredadas de sus ancestros felinos.
Y es que, por muy bien alimentado que esté, sus instintos de cazador siguen en marcha y a pleno rendimiento: pueden oír frecuencias de sonido completamente imperceptibles para los seres humanos, oler cosas que nosotros nunca hemos olido y observar detalles que las personas no llegamos a comprender.
Entonces, ¿es posible que -en realidad- sí haya algo? Puede que esté observando un pequeño insecto, que esté concentrado en un sonido que le ha llamado la atención o que siga con la cabeza un olor que le resulta apetecible... o quién sabe, también puede haber detectado un micrófono espía.
Eso es lo que le ocurrió al embajador holandés en la URSS, Henri Helb, en el año 1961 (en plena Guerra Fría). Herb tenía dos gatos siameses que solían pasear por su despacho mientras que él trabajaba. Un día, los felinos estaban dormidos cuando algo les sobresaltó. Automáticamente, los gatos saltaron sobre la pared y la empezaron a rascar compulsivamente.
El embajador, como cualquiera que tenga gatos de mascota, estaba acostumbrado a sus comportamientos “extraños”... pero aquello iba más allá. Los felinos parecían muy alterados con algo que “rondaba” al otro lado.
En un primer momento, pensó que se trataba de algún roedor, así que intentó calmarlos con caricias. Pero no parecía surtir ningún efecto, en cuanto les soltaba, los gatos volvían a lanzarse a la pared a arañar aquel punto exacto. El embajador holandés se dio cuenta de que allí no había algo en movimiento, sino algo fijo. Algo que estaba poniendo a sus gatos de muy mala leche.
Decidió llamar a los operarios del edificio de la Embajada para que rompieran la pared y descubrieran qué era eso que irritaba tanto a los mininos. La sorpresa fue mayúscula cuando encontraron un micrófono oculto de la KGB. Después de aquel descubrimiento, decidieron registrar todo el edificio para averiguar si había otros dispositivos similares en el edificio. ¡Encontraron 30!.
Fue una mala jugada de los soviéticos. A partir de entonces, todos los miembros del cuerpo diplomático empezaron a tener conversaciones erráticas y encriptadas en las que no decían nada.
Toda una estrategia de contrainteligencia.
Operación “Gatito Acústico”
Los holandeses no fueron los únicos en darse cuenta del potencial de los felinos para las labores de espionaje. La CIA también trató de utilizar gatos como micrófonos andantes.
En un documento de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU que fue revelado al público en el año 2001, se registró tanto el desarrollo, como la puesta en práctica de este proyecto, al que bautizaron como “Acoustic Kitty”
La idea era entrenar a los gatos para que se aproximasen a “objetivos de interés” portando dispositivos de escucha. De esta forma, podrían escuchar conversaciones en lugares públicos sin llamar la atención de los agentes soviéticos.
En aquel archivo desclasificado se explica cómo pasaron años entrenando a los mininos, cómo destinaron millones de dólares del contribuyente, y cómo habían conseguido ingeniárselas para introducir un dispositivo de escucha en el interior de un gato (algo que no es nada sencillo).
Victor Marchetti, que trabajó durante la Guerra Fría en la Agencia, detalló el procedimiento en The Telegraph:
“Abrían el gato mediante un tajo, colocaban las baterías en él y las conectaban. La cola era usada como antena. Crearon una monstruosidad. Lo probaron una y otra vez. Descubrieron que el gato podría abandonar el trabajo cuando sintiese hambre, por lo que pusieron otro cable dentro de él para anularla”.
Cuando por fin consiguieron que uno de los gatos estuviese listo para su prueba de fuego, los agentes lo soltaron en las proximidades de la Embajada de la URSS en Wisconsin Avenue (Washington DC). La misión que se le había encomendado al felino era aproximarse a los agentes de la KGB y registrar todo lo que dijesen. Ese fue el fin del proyecto “Acoustic Kitty”.
Nada más salir del furgón, un coche atropelló al gato.