La herencia envenenada de Xavier Legrand aterriza en Donosti con "El sucesor": "la violencia es una elección"
El director de "Custodia compartida" presenta a competición en Donosti "El sucesor", un thriller sobre las heridas de los lazos de sangre
En línea con esa genealogía de la moral nietzscheana en donde la crueldad se asume como una gran alegría festiva de la humanidad más antigua, el cineasta Xavier Legrand vuelve en su segundo largo, «El sucesor», presentado ayer en el marco de la sexta jornada del festival donostiarra a indagar en ese carácter indisoluble de la violencia como parte integrante de nuestra naturaleza, pero añadiendo un componente diferenciador esencial con respecto a su anterior trabajo –ese monumental retrato de la violencia machista en el seno de lo doméstico vertebrado por las problemáticas de un proceso de divorcio que es «Custodia compartida»–: la herencia.
«Siempre digo y lo pienso de verdad, que la violencia es una elección. A menudo se dice, cuando se habla de situaciones de incesto, que la persona que lo ejerce vivió en el pasado la misma situación contra él, pero no podemos generalizar de esa forma porque hay víctimas de incestos que no los cometen. La violencia es una construcción social, mental, no creo que se transmita ni por la sangre ni por la genética», reconoce laxo en entrevista con LA RAZÓN cuando el último rayo de luz de la tarde se desdibuja hasta consumirse detrás de su rostro en una de las mesas de la terraza del Hotel María Cristina.
Colonizado por la complejidad de su protagonista (a quien da vida un más que acertado Marc-André Grondin), el relato de Legrand, que compite por la Concha de Oro, se acerca en ocasiones al uso de una ironía involuntariamente negrísima para desplegar un arco de contradicciones y de luchas internas extremadamente densas que asolan a un afamado diseñador de moda cuando recibe la noticia del fallecimiento de su padre, con el que llevaba años sin tener contacto y del que cree haber heredado una serie de patologías cardiacas que podrían desembocar en algo más mortífero con el paso del tiempo y explican la severidad del asma que padece.
"Hay víctimas de incestos que no los cometen"Xavier Legrand
El punto de tensión narrativa surge cuando Elías descubre que un posible corazón debilitado no es lo peor que le ha podido legar su progenitor. «Cuando hablamos de los lazos de sangre, está claro que ese concepto lleva implícito una condena, en el sentido de que no los puedes borrar, no los puedes anular, tienes que asumirlos. Cuando alguien nos ata de manera inevitable a la violencia, a la monstruosidad, a la dominación… ¿cómo haces para construirte a ti mismo? ¿Qué mochila quieres dejar atrás y qué puedes hacer para deshacerte de ella?», se interroga el realizador cuando le preguntamos por su ya recurrente forma de retratar los conflictos familiares.
Resulta interesante percibir la temperatura de la subtrama, que en este caso se corresponde con la desaparición y el encierro continuado de una joven con la sombra de la agresión orbitando, en relación a los relatos sobre abusos e incestos que están predominando en los discursos de algunas películas presentes en el festival y que también compiten por la Concha como en el caso de "Kalak", el segundo trabajo de Isabella Eklöf y ese retrato incómodo, excesivo y a veces errante de los traumas sexuales producidos en el seno familiar y anclados a la sordidez del elemento nórdico o "Un silencio" de Joaquim Laffoose, el décimo largometraje con el que el realizador belga ha vuelto a San Sebastián para retratar el encubrimiento jerárquico que se produce en ciertas esferas de poder a través de la figura de un abogado defensor de la infancia que es acusado de pedofilia.
"Es curioso cómo coinciden los relatos, desde luego. Aunque justamente a mí lo que me interesaba era hablar de la herencia monstruosa, de esa herencia de la que parece que no se puede hablar. Y a menudo, en este tipo de historias dramáticas de desapariciones, piensas mucho en la persona que ha desaparecido, en el culpable, en la familia, pero poco en los hijos del responsable. ¿Por qué ocurre eso? Al fin y al cabo son personas que también arrastran el peso de las acciones de sus progenitores. Son víctimas de esa segunda violencia y además son víctimas que se olvidan muy rápido y me parecía muy interesante adoptar un punto de vista desde ahí", apunta Legrand sobre la decisión temática de ubicar en ese suceso dramático la génesis del cambio que se produce en el protagonista.
"Todos escondemos siempre algo, todos interpretamos distintos papeles en función de las personas que tenemos delante"Xavier Legrand
Un protagonista cuya profesión, en este caso vinculada al ornamento artificioso del mundo de la moda, está cargada de simbolismos intencionados, convirtiendo el trabajo de confección que lleva a cabo con sus manos en una metáfora excesivamente evidente del reverso moral de la acción tal y como explica el propio director: “Este diseñador no es un adicto al trabajo pero en el momento en el que descubre su herencia absolutamente abominable decide recurrir a él para hacer como si no existiera. No es que se ocupe de su trabajo, es que él mismo quiere creer que no ha pasado nada y por eso contesta todo el rato a cosas relacionadas con lo laboral. La profesión que ejerce tiene una gran carga de simbolismo: él viste mujeres, mientras que otros quieren desvestirlas de manera horrible. También su papel como diseñador exige un gran rigor, el mantenimiento de una reputación, tener una imagen mediática que no puede ser manchada. Tiene un imperio que no puede ensuciarse y quizás sea eso lo que explique y nos indique la elección que hace, que es difícil de entender”, señala.
Sin incurrir en la tentación contemporánea del spoiler, resulta importante subrayar la importancia de la atrocidad cometida por el padre del diseñador y cómo este episodio condiciona aún más la mirada de juicio y de trauma que Elías ya vertía sobre el recuerdo de su padre: “Hay un olvido pretendido de la memoria en el caso de Elías. Hizo una ruptura total: cambió de país, cortó todos los lazos con su padre e incluso descubrimos que decía que había muerto, porque al final resultaba más fácil que tener que explicar por qué dejó de verle. Quería establecer a través de esto una relación con la tragedia, el oráculo, el destino. Mostrar que aunque quieras romper con tu familia, existe ese lazo de sangre que no puedes cortar y al final la única forma de vivir es aceptarlo y no rechazarlo”, completa sobre la construcción que hace el diseñador de la figura de su padre. “Todos escondemos siempre algo, todos interpretamos distintos papeles en función de las personas que tenemos delante, todo el mundo tiene capacidad para dejarse llevar por la oscuridad, por las sombras, por la violencia. Algunos lo eligen y otros no. Dentro de la gente que lo elige hay quien consigue esconderlo, pero en un momento o en otro, se acaba descubriendo. Me encanta enseñar lo que no se puede ver, proponer incomodidad al espectador ofreciéndole un tema que igual no le gusta”, se despide Legrand rotundo en su provocación, sabiendo que la victoria reside en las grietas de lo molesto y no en la capa de pintura que tantas veces las recubre.