"Clara y confusa": cuando la rareza marca el sentido de una vida ★★★★★
La chilena Cynthia Rimsky propone una trama que, más que revelarse con claridad, se intuye por debajo de los hechos que se cuentan
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Es rara «Clara y confusa», la novela de la escritora chilena Cynthia Rimsky (Santiago de Chile, 1962), que se alzó, junto con la española Xita Rubert, con el Premio Herralde de Novela de este año. Pero que sea rara no significa que sea mala, ni mucho menos. Es rara en el sentido de que se sale de lo corriente, de lo común, y, al hacerlo, se hace diferente, como decíamos, rara, aunque en esa rareza (también podría decirse extrañeza) radica probablemente su mayor acierto, el deseo de leerla hasta el final.
Es que «Clara y confusa», más allá de que se sostiene en una estructura lineal que se divide en tres partes que duran años, meses y días, y de que hay una trama con deseos de desenvolverse al compás de un narrador, propone una historia que, más que revelarse con claridad, se intuye por debajo de los hechos que se cuentan: una historia de amor y de locura, pero también de corrupción, de arte, de vida pueblerina y del delirio como una de las formas del deseo.
Porque lo que el narrador expone, un hombre que se gana la vida como plomero (lo que en España sería un fontanero), es una historia sencilla que podría ocurrir en cualquier pueblo, aunque resulta evidente que la novela de Cynthia Rimsky se sitúa en un pueblo del sur, en la Patagonia, cerca de la Cordillera. Un hombre que, cuando se dirige a la casa de un cliente que dice oír ruidos de agua en una pared, se detiene ante la cristalera de un centro cultural en el que, en una sala vacía, una artista descuelga uno de sus cuadros y hace algo raro, extraño, que enseguida le llama la atención. Un acto al que, sin siquiera saberlo, quedará atrapado.
El sentido de la vida
«Ningún copo de nieve cae en el lugar equivocado», repite el narrador de «Clara y confusa» como un mantra. Y ahí, tal vez, resida la clave de esta novela, en la que la también académica radicada en Argentina trata, por un lado, sobre el amor en todas sus formas, y, por el otro, acerca de las distintas formas que puede adoptar el arte. En esa conjunción, a veces traumática y a veces delirante, parece decir la narradora, se juega nada menos que el sentido de una vida.
▲Lo mejor
El cruce constante entre lo popular y lo serio, entre lo abstracto y lo concreto
▼Lo peor
Nada negativo que decir de esta obra que, con un gran ingenio, plantea interrogantes