Christine de Pizan, una humanista olvidada
Considerada como la precursora de la justicia y la igualdad para las mujeres en la Francia medieval, esta hija del astrólogo real de Carlos V, fue el ejemplo paradigmático de mujer humanista
La expresión «hombre del Renacimiento» califica a individuos polímatas a partir del siglo XV con conocimientos que abarcan diversas disciplinas y una mentalidad que llevó a una apertura hacía creaciones novedosas, impulsando una era centrada en el conocimiento y en el humanismo. Sin embargo, al mencionar ejemplos de este «homo universalis» o «polihistor», nos encontramos con una lista abrumadoramente masculina: Leonardo da Vinci, Galileo Galilei o el español Antonio de Nebrija encarnan ese «genio universal». La historia intelectual ha estado cargada de una inclinación masculina, donde incluso lo neutral acaba siendo un referente varón. No obstante, esta sección ya ha destacado que, a lo largo de la historia, las mujeres no solo irrumpieron en estas categorías, sino que las desafiaron y en muchas ocasiones, las superaron. Por ello, al lector no le extrañará que exista no una, sino múltiples «mujeres del Renacimiento».
Christine de Pizan (1363-1431), es el ejemplo paradigmático de mujer humanista. Francesa nacida en Venecia, hija del astrólogo real y alquimista del rey Carlos V de Francia. Gracias al cargo de su padre en la corte, tuvo acceso a diversas bibliotecas excepcionales. Christine se crio entre libros y manuscritos de obras clásicas, aprendiendo modales de la corte y siendo capaz de leer y hablar francés, italiano, y latín, los idiomas de los intelectuales de ese periodo. La casaron con 15 años con el secretario de la corte. Lo normal en esa época es que ella dejase los estudios y se volcase en la crianza de los tres hijos fruto de su matrimonio. Pero continuó, animada por un esposo inusual para la época que apoyaba sus esfuerzos educativos y literarios. Cuando este murió en 1390, Christine tenía solo veinte años. Su tristeza se plasmó a través de aproximadamente 300 baladas y poemas dedicados al amor que sentía por su marido, que atrajeron la atención de destacados mecenas en la corte que la apoyaron, como los duques de Borgoña, el rey Carlos VI, su esposa Isabela de Baviera, Margarita de Borgoña, entre otros.
Este respaldo no solo consoló a Christine en su duelo, sino que marcó un hito en su vida, convirtiéndola en la “primera” mujer escritora profesional de la que se tiene constancia. Su pluma era polifacética, al abarcar multitud de géneros: desde cuentos alegóricos, poemas y baladas hasta relatos ejemplificadores, biografías notables como la de Carlos V de Francia en 1404 titulada “Los hechos y las buenas maneras del rey Carlos V”, y una autobiografía reveladora. Sin embargo, entre todas sus contribuciones, sobresale «La Ciudad de las Damas» de 1405, una obra cumbre que aboga de manera contundente por la igualdad de género. Con este escrito, Christine se destacó como la primera mujer en participar abiertamente en la disputa académica conocida como la «querella de las mujeres» (querelle des femmes) donde las mujeres sostenían que su capacidad intelectual no estaba marcada por la naturaleza, sino más bien una construcción social determinada por el acceso al conocimiento.
A pesar de su exitosa carrera, Christine fue plenamente consciente de su posición privilegiada en un mundo donde otras mujeres no tuvieron acceso al conocimiento que ella disfrutaba. Esta conciencia, combinada con su reacción al controvertido pero popular poema «Roman de la Rose» (1225-1280) de Guillaume de Lorris y Juan de Meung, desencadenó el «Dicho de la Rosa» en 1402, en un intento de enfrentarse, un siglo y medio después, en contra de las percepciones negativas hacía las mujeres que se seguían conservando, donde se las caracterizaba como seductoras, pérfidas y arpías. Christine denunció esa misoginia y continuó escribiendo obras que enseñaban a las mujeres de la corte como comportarse y actuar ante la difamación, como la «Epístola al Dios de Amores» (1399).
Aunque las obras de Christine están dirigidas principalmente a mujeres nobles (ya que la gran mayoría eran analfabetas), muchos autores consideran a Christine de Pizan como la precursora de la justicia y la igualdad para las mujeres en la Francia medieval. Aunque sus escritos abordaron temas místicos, filosóficos, morales y políticos de manera notable, el tiempo la relegó al olvido gradualmente. No obstante, en la década de los sesenta, el movimiento feminista estadounidense rescató su legado del olvido. Esta multifacética mujer es una figura renacentista por excelencia: humanista y comprometida. La historia de Christine de Pizan nos insta a reconsiderar y ampliar nuestra noción tradicional del «hombre del Renacimiento», reconociendo el papel significativo que las mujeres desempeñaron en este periodo, en especial aquellas que se atrevieron a desafiar la visión misógina prevalente en su época.