¿Cambio de régimen? Estos son los filósofos de la Nueva Derecha
Detrás del triunfo de los nuevos partidos patriotas radicales hay un potente sustrato filosófico centrado en derrocar el progresismo
El pensamiento de la Nueva Derecha se crece con las enmiendas a la totalidad. ¿Cuál es el momento de nuestra historia que suscita mayor consenso? Sin duda alguna, la Ilustración, que la mayoría consideran como el paso de la infancia de la humanidad hacia su edad adulta. Pero la Nueva Derecha quiere derribar el statu quo y por eso propone una alternativa: la llamada Ilustración Oscura, teoría sintetizada por el influyente agitador Curtis Yarvin, muy cercano a altos círculos del poder trumpista. Hablamos de alguien sin miedo a cuestionar el progresismo ni la democracia liberal, alguien con conocimientos históricos como para argumentar que es preferible resucitar aspectos de la monarquía absoluta o del cameralismo alemán de los siglos XVII y XVIII, que concibe los países como empresas que deben gobernarse buscando la disciplina administrativa.
Muchos titulares de las entrevistas a Yarvin inciden en su rechazo a la democracia, pero cuando él lo explica no parece una opción tan radical ni tan descabellada. Leamos, por ejemplo, esta respuesta que recogió el New York Times el pasado enero. «Ni siquiera es que la democracia sea mala; es solo que es muy débil. Y el hecho de que sea muy débil se ve fácilmente en el hecho de que persisten políticas muy impopulares como la inmigración masiva a pesar de que fuertes mayorías están en contra de ellas. Entonces, la pregunta ‘¿Es la democracia buena o mala?’ me parece una pregunta secundaria respecto a ‘¿Es esto lo que realmente tenemos?’ Cuando le dices a un lector de The New York Times que ‘La democracia es mala’ se queda un poco sorprendido. Pero cuando les dices ‘La política es mala’ o incluso ‘El populismo es malo’, dicen que ‘por supuesto’, que son ‘cosas horribles’», explica.
La tesis de Yarvin es que la mayoría de occidentales no respaldamos la democracia, sino la aristocracia. Si charlamos un rato con cualquier persona corriente es probable que acabes descubriendo que «en realidad,las políticas y las leyes deben ser establecidas por expertos, sabios, jueces, abogados y profesores», argumenta. En otra entrevista reciente con la publicación Le Grand Continent detallaba su postura en contra del voto. «Creo que votar proporciona un estímulo casi pornográfico; es más como apoyar a un equipo de fútbol. La pregunta más importante es ‘¿qué significa este poder para usted?’ Creo que, para la mayoría de la gente hoy, votar les da la sensación de tener un papel. Les hace sentirse relevantes, importantes. Sin embargo, hay algo profundamente ilusorio en ese sentimiento», denuncia.
Con mucho mayor voltaje intelectual, tenemos al politólogo Patrick J. Deneen, autor del afilado e influyente ensayo «Cambio de régimen: hacia un futuro posliberal» (2024, Homo Legens). Así define el propio autor la tesis del libro, muy citado por líderes de la Nueva Derecha: «Mi argumento es que el liberalismo como proyecto social, político y económico ha fracasado. Y no por no haber estado a la altura de sus aspiraciones, sino por haber triunfado en lo que pretendía: crear un mundo en el cual los seres humanos estamos en gran medida liberados los unos de los otros. Y, sobre todo, liberados a través de mecanismos de despersonalización como el Estado y el mercado. Cuanto más liberada están unas personas de las otras, más cautivos están del mercado globalizado y de un Estado cada vez más distante», argumentó hace poco en Nueva Revista. Su solución es volver a viejos vínculos de vida comunitaria y olvidarse de los espejismos de la posmodernidad política.
La nueva derecha habla italiano, español y holandés
Si existe un filósofo europeo que irrite al progresismo, muy en especial al de nuestro país, es el italiano Diego Fusaro, un discípulo heterodoxo de Hegel, Marx y Gramsci, que con frecuencia usa a estos clásicos para desvelar la hipocresía del progresista. Suele decir que sufrimos una «izquierda arco iris», más pendiente de defender la diversidad sexual que de combatir la explotación económica. «La derecha y la izquierda son dos alas políticas y culturales que sirven a los de arriba, es decir a la clase dominante. Los de abajo, la clase precaria de las clases medias y de los trabajadores, carecen de representación», lamenta.
Al igual que su maestro Pier Paolo Pasolini, piensa que Mayo del 68 no fue necesariamente un avance para los humildes, sino una vuelta de tuerca que hizo más fuertes a las élites globalistas. «Desde aquella revuelta, la izquierda se ha ido quedando reducida al papel de perro guardián del capital. Y por eso ha perdido las simpatías de los jóvenes y de los trabajadores. Por lo demás, si la izquierda deja de interesarse por Marx y por Gramsci, lo que hace falta es dejar de interesarse por la izquierda y proseguir con las luchas que fueron de Marx y de Gramsci», me explicó durante una entrevista sobre Historia y conciencia del precariado (El Viejo Topo, 2021).
También tenemos un influyente pensador de la Nueva Derecha que escribe en español: Adriano Erriguel, seudónimo de un mexicano de ascendencia española que ha firmado libros tan celebrados como «Pensar lo que más les duele» (2020, Homo Legens) y «Blasfemar en el templo» (2023, Ediciones Monóculo). Una de las tesis fuertes de este autor es que el liberalismo posmoderno se ha convertido en la religión globalista y que sus detractores son tratados como herejes. Maestro de la metapolítica, Erriguel argumenta que el actual culto a la diversidad es una manera de aplastar la verdadera diferencia entre los seres humanos. Además de sus potentes ensayos, es el prologuista de un libro fundamental para los nuevos movimientos de derecha radical: «El regreso de los dioses fuertes: Nacionalismo, populismo y el futuro de Occidente» (2020, Homo Legens), del teólogo R. R. Reno, donde se explica que la única salida al nihilismo posmoderno es la vuelta a los viejos valores de «Dios, patria y familia», como proponen corrientes de derecha comunitaria como el orbanismo.
Otra firma clave, cuyo pensamiento está atravesado por su cruda biografía, es la de Ayaan Hirsi Ali. Hablamos de una activista somalí que emigra a Holanda huyendo de un matrimonio impuesto por el Islam y en Europa se lo encuentra con la versión más radical de esa religión. Escribe el guion de una pieza audiovisual titulada «Sumisión» (2004), donde arremete contra el trato del islamismo a las mujeres, lo que provoca que sufra amenazas de muerte. El director del metraje, Theo Van Gogh, es asesinado en represalia por la película. La salida de Hirsi Ali ha sido convertirse al catolicismo y dedicarse a la defensa de los valores occidentales. Sus obras principales son «Mi vida, mi libertad» (2007, Galaxia Gutenberg) y «Presa: la inmigración, el islam y la erosión de los derechos de la mujer» (2012, Debate). Los textos de su página de Substack, bautizada como «Restauración», son uno de los mejores espacios para seguir las batallas de la Nueva Derecha europea.
Diputada por Holanda, la autora señala la total ineficacia de los programas de integración de migrantes. «Cuando yo era miembro del Parlamento holandés hubo una investigación sobre los últimos 15 ó 20 años de dinero público gastado en programas de integración. Unos 16.000 millones de euros. No hallamos un número significativo de gente asimilada con éxito con ese dinero. Hallamos que la gente exitosa, fueran emigrantes de primera o segunda generación, no usaban esos recursos», denuncia