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La Roldana vence al diablo y vuelve a ser parte de la Corte

Colecciones Reales presenta la talla del arcángel San Miguel a la espera de abrir la Galería en verano
"El arcángel San Miguel venciendo al demonio" comparte sala con las seis columnas salomónicas de seis metros
"El arcángel San Miguel venciendo al demonio" comparte sala con las seis columnas salomónicas de seis metrosFERNANDO VILLAREFE

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Hubo un gran combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él. Así lo recoge el Apocalipsis (12:7), pero, años después de ese cuento mitológico, el arcángel continúa dando guerra por «los cielos»: la lucha mantiene la épica contra el mal, el demonio, a punto de claudicar; sin embargo, el vuelo es más controlado e igualmente «espectacular», claman los presentes.
San Miguel cuelga de una cadena robusta y es una grúa la que marca sus lentos movimientos. De hecho, no ha necesitado ni alas –retiradas, junto a la espada y los hierros del leviatán, para evitar complicaciones y turbulencias– para bajar del cuarto piso del Palacio Real al Patio del Príncipe. Una jaula de madera hace de seguro en su último vuelo. Luego, una vez aterrizado, todo es más sencillo en el descenso hasta los infiernos, la planta -1 de la Galería de las Colecciones Reales. Ahí, ya sí, se retoman los menesteres contra el diablo, que vuelve a estar engrilletado y pidiendo clemencia a un héroe reluciente y con todos los complementos en su sitio.
Es El arcángel San Miguel venciendo al demonio que le sirvió a La Roldana, Luisa Roldán (Sevilla, 1652-Madrid, 1704), para abrirse las puertas de la Corte de Carlos II. «Lo que sabe lo executa en piedra, en madera, en varo, en vronze, en plata y en otra cualquier materia que sea», que se presentaba la artista entonces. «La primera mujer en recibir el título de Escultora de Cámara», destacan desde Patrimonio Nacional de una distinción «a la altura de su talento y un reconocimiento al arte en femenino en una época en la que las mujeres ni siquiera podían firmar contratos». En su caso, la rúbrica corría a cargo de un tal Luis Antonio de los Arcos –su esposo–, que, según dicen las malas lenguas, sirvió de inspiración para el rostro del demonio, «ajustando así cuentas con una sociedad que invisibilizaba a la mujer», continúan.
Es la talla de madera de cedro que Ana Loureiro lleva dos años trabajando para que conviva en el museo que abrirá «en verano», entre otros, con las imponentes columnas salomónicas de Francisco de Herrera y José de Churriguera. Apoyada en radiografías, pruebas químicas y estratigrafías «se ha devuelto a la pieza el aspecto que tenía en 1692, cuando la escultora la entregó», explica una restauradora a la que la empresa bien le ha valido una tendinitis. Lo primero fue el sentado de color en las zonas de la policromía y, tras el resanado de las grietas, comenzó la limpieza. «Por último, se eliminaron los repintes localizados, evidentes sobre todo en cara y manos, para devolver a la pieza su expresividad, uno de los sellos de identidad de la Roldana», detalla. Para terminar con «la reintegración cromática del color” y la protección final de la pieza de 2,64 metros y 157,5 kilos.