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“Aquiles en Esciros”: ópera queer en la Corte de Madrid

El Teatro Real recupera una obra de Francesco Corselli 278 años después de su estreno en el Coliseo del Buen Retiro de Madrid
El contratenor Franco  Fagioli, disfrazado como  Pirra, consuela a  Francesca Aspromonte (Deidamia)
El contratenor Franco Fagioli, disfrazado como Pirra, consuela a Francesca Aspromonte (Deidamia)Javier del Real

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El 14 de marzo de 2020, tres días antes del estreno en el Teatro Real de «Achille in Sciro», de Francesco Corselli, el gobierno decretaba el estado de alarma y el confinamiento por el coronavirus. El decorado quedó durante tres meses montado en el escenario, los trajes colocados en los talleres y todo preparado para un ensayo general que nunca llegó. Ahora por fin será representada en el Real 279 años después de que la ópera se estrenara en Madrid el 8 de diciembre de 1744 en el Real Coliseo del Buen Retiro y tres años después del inicio de la pandemia. La ópera se compuso para celebrar el casamiento de la infanta María Teresa Rafaela, hija de Felipe V, con Luis, el delfín de Francia, y desde entonces no se había escuchado jamás en nuestro país. «A pesar de ser una partitura extraordinaria, “Aquiles en Esciros” es completamente desconocida y muy representativa de la transición del Barroco al clasicismo español. Su trayectoria estuvo limitada solo a unas funciones para la Corte y su escenificación supone un gran hito en la recuperación de nuestro patrimonio lírico musical», señala Joan Matabosch.
Para esta exhumación ha sido necesario un gran trabajo de recuperación y puesta al día de la partitura original liderado por Álvaro Torrente, musicólogo y director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), que igualmente considera esta pieza «una obra maestra del Barroco español». El Teatro Real ofrecerá cinco funciones de esta nueva producción entre el 17 y 25 de febrero en coproducción con el Theater an der Wien, con la dirección escénica de Mariame Clément y la musical de Ivor Bolton, que estará al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla, el Coro Titular del Teatro Real y un reparto encabezado por Franco Fagioli (Achille/Pirra), Tim Mead (Ulisses), las sopranos Francesca Aspromonte (Deidamia) y Sabina Puértolas (Teagene), el bajo Mirco Palazzi (Licomede) y los tenores Krystian Adam (Arcade) y Juan Sancho (Nearco).
Los disfraces carnavalescos y el travestismo formaron parte esencial de las tramas operísticas desde los orígenes venecianos del género. Con libreto de Pietro Metastasio, narra el jugoso episodio de la vida de Aquiles (Achile, contratenor, tesitura de soprano), en el que su madre, Tetis, decide enviarlo a la isla de Esciros para evitar que participe en la guerra de Troya, donde, según el oráculo, perderá la vida. Ahí lo oculta, travestido de mujer (Pirra), entre las hijas del rey Licomedes, lo que permite al joven Aquiles disfrutar, disfrazado, de los encantos femeninos en medio de hilarantes enredos. En ese juego erótico y camaleónico, Aquiles se enamora de la princesa Deidamia, hija de Licomedes, destinada a desposar al joven Teagene (soprano), que a su vez está enamorado de Pirra/Aquiles. Para Álvaro Torrente, «Francesco Corselli es un nombre fundamental de la ópera española del siglo XVIII, vino a Madrid de la mano de Isabel de Farnesio, que le dio un puesto en la Corte como maestro de la Capilla Real y fue el principal suministrador de óperas, algunas bajo la dirección artística del célebre castrato Farinelli». Torrente recuerda además «que cuando comenzó a trabajar con el maestro Bolton en 2001 ya le sugirió hacer esta ópera, no solo por su partitura, una joya, sino porque es una obra que funciona muy bien teatralmente».
Para Bolton, «Corselli es uno de los mejores compositores de la época y esta pieza demuestra lo internacional de la coloratura de sus obras, con un estilo que evoca a las arias de Händel y Bach». Sobre la puesta en escena, Mariame Clément afirma que «el tratarse de una ópera inédita no debe ser una dificultad, puede, incluso, que sea mejor porque así tiene esa magia de lo desconocido». Y, para la directora, era «una prioridad narrar la historia con claridad».
Clément sitúa la trama en una gruta, «que remite a la arqueología –como estamos descubriendo la ópera misma– y a algo muy rococó y dieciochesco, esas falsas ruinas de los jardines de la época. La cueva puede tener funciones diferentes –explica–, el espacio claustrofóbico de la isla, de donde no se puede escapar, pero también, con esos colores rosáceos puede parecer un vientre maternal donde Aquiles se siente protegido. La suya es una historia de madurez, que va del adolescente travestido para librarse de la guerra al adulto que asume su responsabilidad». Y concluye: «Esta cueva es también una metáfora de lo que pasó en marzo de 2020, como si nos hubiésemos parado en el tiempo con la obra atrapada en la oscuridad durante tres años. Al volver, todos hemos tenido la sensación de haber estado ese tiempo en una cueva, y salir de ella es algo muy emotivo y simbólico».
Explica el musicólogo Álvaro Torrente que “cuando los hijos de Felipe V comienzan a casarse, se inician las celebraciones dinásticas en la Corte y para ello traían a los mejores músicos disponibles. La de la infanta María Teresa fue la tercera boda. Con tal motivo, Corselli y Metastasio compusieron “Achille in Sciro”, que se estrenó bajo la dirección artística de Farinelli. En él había un elenco fundamentalmente italiano, como Montagnana, que había cantado papeles compuestos por Händel y se había venido a Madrid traído por Farinelli, pero el papel de Aquiles lo interpretó una española, María Heras, una cantante extraordinaria, como revelan las elogiosas palabras que le dedicó Isabel de Farnesio: «Pronuncia muy bien y canta completamente al gusto italiano. Si no hubiera sabido que es española no lo habría notado. Es como una pequeña Vittoria Tesi pero con mejor voz». En Madrid tenían los mejores músicos, cantantes y encargos a compositores de primera fila, esta pieza de Corselli es la primera que hemos recuperado, pero aún queda repertorio por explorar y descubrir sobre la música que se hacía en Madrid, porque en la parte central del siglo XVIII, Madrid era la capital operística de Europa”, afirma Torrente.