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"Air", o lo romántico del capital

Ben Affleck se rodea de amigos para contar la historia del fichaje de Michael Jordan y nacimiento de las Air de Nike, quizá las zapatillas deportivas más icónicas de la historia
Matt Damon (en el centro) da vida al jefe de la marca de zapatillas y deporte Nike, Sonny Vaccaro
Matt Damon (en el centro) da vida al jefe de la marca de zapatillas y deporte Nike, Sonny Vaccaro Imdb
La Razón

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Siempre era de madrugada, pero la argucia, la triquiñuela, variaba entre parqués de lo ancho y lo largo de Estados Unidos: «Yo me llamo Michael. Michael Jordan. Piloto de las aerolíneas de Chicago, vuelo número 23», narraba el mítico Andrés Montes, para consagrar su épica a la leyenda, pero también para dar a entender que el mejor de todos los tiempos siempre hizo lo que le dio la gana. Bajo ese espíritu de absoluta admiración, casi veneración, esta semana se estrena «Air», en la que Ben Affleck se rodea de amigos (con Matt Damon a la cabeza como protagonista) para contar la intrahistoria de las Air Jordan, zapatillas con las que Nike tiró la casa por la ventana y ofreció hasta 250.000 dólares a un recién llegado a la élite de la NBA.
Cine de sombras
Narrada en los tiempos y manierismos propios de la comedia romántica, «Air» se puede entender como una oda al capital, una especie de anuncio infinito y paródico de lo que significa en verdad el valor de marca, hasta rozar lo absurdo y, por momentos, lo «freudiano». La maestría de la película, capaz de mantener al espectador pegado al asiento y atento a cada telefonazo desde que Hulk Hogan en la tele nos recuerda que estamos a finales de los ochenta, pasa por su capacidad para hacer valer la pasión humana de los ejecutivos implicados por sobre la misma figura mítica de Jordan o el «biopic» al uso de un pionero (resistiendo la comparación con «Steve Jobs» (2015), por ejemplo, igual de verborreica pero mucho más grave).
Ben Affleck da vida al fundador de Nike, Phil Knight
Ben Affleck da vida al fundador de Nike, Phil KnightImdb
Con un reparto de lujo, en el que además del propio Affleck como mandamás de Nike y Damon como gurú del baloncesto formativo, nos encontramos con Viola Davis como la madre del astro, Jason Bateman y un espléndido Chris Messina como adrenalínico agente de Jordan, «Air» intenta sobrevivir todo el tiempo a la propia exploración de clichés. Por supuesto, suena el «Sirius» que cada noche daba paso a los Chicago Bulls durante su etapa dorada; claro está, hay un ejecutivo que se atreve a decir que nadie querría ver al bueno de Charles Barkley en televisión (es uno de los presentadores deportivos más cotizados de la última década); y sí, vemos una y otra vez en moviola la canasta en la final universitaria que, desde Carolina del Norte, puso a Jordan en el mapa; pero lo importante siempre es la sombra, no el sol mismo.
«Ni de coña. En cuanto nos reunimos por primera vez con él para hablarle del proyecto, supimos que no tenía que salir en la película», explicaba jocoso esta semana Ben Affleck sobre Michael Jordan, al que apenas vemos de refilón en su nueva película: «Es una figura demasiado grande. Más grande que la vida. No hay actor que pudiera resistir la comparación», bromeaba el director en «The Hollywood Reporter». Y es que, tal y como ya hiciera la reciente «Al descubierto» con la figura de Harvey Weinstein, al que apenas vemos durante unos segundos, «Air» se instala en una nueva -y muy interesante- tendencia del «biopic» que podríamos calificar como positivamente reaccionaria, es decir, centrándose en lo vertiginoso (o espectacular) de la experiencia compartida.
"En cuanto nos reunimos con Jordan, sabíamos que no debía salir"Ben Affleck
Todo el mundo, a estas alturas, sabe que la fijación del personaje de Damon con Jordan -al que espera al otro lado del teléfono mientras suena «Time After Time» para rizar lo rom-com del asunto- dará sus frutos, que tenía razón, igual que las periodistas de «The New York Times» que persiguieron los gastos judiciales del otrora productor. Por tanto, la película no se mide en esfuerzos de suspensión de la incredulidad, sino en disfrutes colectivos del camino. Así, «Air» nos lleva de la mano de Sonny Vaccaro (Damon), un ojeador de baloncesto juvenil al que Phil Knight (Affleck), jefe de Nike, pone al frente de su división de cinco por cinco para fichar estrellas. Son los últimos cuartos de Kareem Abdul-Jabbar y la figura más importante es «Magic» Johnson, todos lejos de su marca, pero convencer a un «rookie» para que fiche por ellos podría salvar la compañía.
Gracias a un montaje casi cocainómano y al guion bruto de Alex Convery (debutante en el cine), la película trasciende su condición misma de comida basura, de hamburguesa chorreante, y se convierte, por momentos, en comida de diseño, en degustación del cortejo mismo. ¿Hasta qué punto se puede desear a una persona de una manera no sexual?
Más allá del artefacto, entretenidísimo y de nuevo, «freudiano» si atendemos en cómo Damon y Affleck han remarcado durante la promoción de la película lo afectados que les dejó en su adolescencia el poderío de Jordan en la cancha respecto a sus Celtics de Boston, «Air» es una de esas películas para ver más de una vez, para disfrutar en lo socarrona que se sabe y, también, para explicar, ya en verso platónico, que nuestro mejor cine contemporáneo también puede venir de las sombras. No tanto de esas que se proyectan como adaptación, de cómics, de libros, de otras películas, sino de esas que, como Jordan, brillan más de lo que la esencia misma de la ficción es capaz de aglutinar. Esa es, salvando las distancias, la razón por la que «The Last Dance» (Netflix) o «Legacy» (Disney+) han triunfado: nos encanta poder decir que nosotros estábamos allí.