Mujeres negras con pieles blancas: cuando los ideales de belleza obligan a ocultar el tono de tu piel
Ya sea para evitar los comentarios sugerentes de desconocidos o para seguir unos estándares de belleza occidentales, las mujeres de ascendencia africana todavía se ven empujadas a aclarar su tono de piel mediante el maquillaje
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Este artículo comenzó en un poblado mauritano próximo a la localidad de Terjit. Allí apenas encuentra uno los lujos que acostumbran a brillar en los escaparates de las ciudades europeas. Los niños, revueltos en la arena, lejos de preocuparse por hacer (o no hacer) los deberes como ocurre en España, tienen la obligación de pastorear los ganados de cabras de sus padres, que son bastante estrictos. Las mujeres apenas salen de sus hogares, si no es tapadas con el velo y para comprar la comida que agrade a sus maridos. Aquí no hay cobertura móvil, ni discotecas a elegir. Es la República Islámica de Mauritania. Sal y arena. Y, sin embargo, en una de las pequeñas “boutiques” con estanterías de madera inclinada que pueden encontrarse en el poblado, encajada entre los sacos de arroz y los botes de especias, una cajita de color hueso sobresalía en esta imagen de parquedad: se trataba de un ungüento hecho a base de leche de cabra y de fabricación tailandesa que aseguraba que, a los siete días de aplicárselo, la mujer que lo comprara tendría una piel más clara de lo que jamás habría soñado.
No son excepciones
Catalina tiene 24 años y hace 11 que vive en España. Nació en Guinea Ecuatorial y su tono de piel es, según ella misma opina “demasiado negro”. Tan negro que, cuando llega el verano, rehúye del sol y de las playas para refugiarse bajo una sobrilla y evitar así oscurecer en la medida de lo posible su color de piel, porque ella también se pone morena, “tan morena que parezco morada”. Catalina es, tal y como opinan quienes la conocen, una persona excelente y una mujer muy bella. Ninguna de sus amigas blancas entienden las razones que la llevan a avergonzarse de su color de piel o a luchar por evitar que se oscurezca más de la cuenta durante los meses de verano. Pero ella se atiende sus razones: “a los hombres negros no les gustan las mujeres que sean demasiados negras. Cuanto más claras seamos, mejor. Y si encuentran a una mulata, pues mejor todavía”. Cuando llega el momento de maquillarse, utiliza bases de maquillaje más claras para tapar en la medida de lo posible su tono original.
Pero su novio es blanco. ¿Qué le importa lo que piensen sobre ella? Catalina duda. No sabe qué contestar. Dice que se ve fea si se ve demasiado negra, no sabe qué más puede decir. Termina por encogerse de hombros. El estigma de la negritud se encuentra tan arraigado en ella, que no sabe explicar con exactitud las razones fundamentales que la llevan a rehuir de su propia identidad.
Shana es una mujer de 43 años nacida en Senegal y que vive en Francia desde los diez años. Ahora trabaja en el mundo de la cosmética y muestra su piel con orgullo, aunque todavía recuerda los años de su juventud en París. Entonces, en la capital francesa era imposible encontrar bases de maquillaje que se adaptaran a su piel y no tenía otra opción que utilizar bases para mujeres morenas, a falta de otra cosa. ¿Y le molestaba? No demasiado: “me veía más guapa si estaba algo más clara”.
La situación actual ha mejorado, asegura, aunque no demasiado. Mientras marcas como Sephora o L’Oreal ofrecen en su catálogo bastantes bases de maquillaje para pieles negras, otras, como es el caso de Maybelline, apenas si ofrecen tres o cuatro alternativas. Pero la guinda del pastel se la lleva Bourjois: a las dos únicas bases para piel negra que ofrece, las han nombrado Chocolate y Cappuccino. Suponemos que titularlas Conguito y Café con Leche era demasiado arriesgado. Shana también hace hincapié en la escasa oferta de bases de maquillaje para pieles negras que son fabricadas por marcas ecológicas. Pone Saigo como ejemplo, una marca que apenas cuenta con una base “más o menos negra” y que apenas sirve para el tono de piel de la mayoría de mujeres de ascendencia africana. Shana confirma que “esto obliga a las mujeres negras a utilizar productos químicos cuando desean maquillarse, con las consecuencias negativas que esto supone para su salud cutánea”. Mientras la estética de las mujeres blancas se dirige hacia un rumbo que facilite una belleza saludable, las mujeres como Catalina y Shana se ven obligadas a acudir al maquillaje que les machaca la piel.
Catalina, Shana y Michael Jackson no son casos aislados. Este tweet no es un caso aislado:
Un repaso a la historicidad de cómo se ha asociado la estética de las mujeres negras nos muestra tres adjetivos habituales: salvaje, voluptuosa/exótica y fea.
Salvaje
Muchos hombres de África prefieren a las mujeres con tonos claros por asociarlas a una mejor escala social, ergo, por considerar a las mujeres claras como menos salvajes, más refinadas. Basta con preguntar a la dependienta de la boutique en Mauritania para saberlo. Las mujeres que compran el dichoso ungüento de leche de cabra “lo hacen por orden de sus maridos y, por supuesto, lo pagan con el dinero de sus maridos”. Reciben un dinero concreto para pagar un producto concreto que satisfaga los deseos del varón. Hombres africanos me han asegurado que las mujeres africanas son “demasiado masculinas, demasiado dominantes, demasiado avariciosas”, y de esta manera han señalado su interés en mujeres de tonos más claros, cuando no blancos en definitiva. Asimismo, numerosos expertos consideran que existe una asociación entre la percepción histórica del negro como un individuo proclive a lo salvaje, y la deriva de esta visión eurocentrista en las sociedades patriarcales de África. A los ojos de ciertos grupos africanos que han sido apaleados por el racismo europeo; si los propios africanos son salvajes e inferiores, tal y como les comunicaron durante siglos, ¿no será todavía más inferior y más salvaje una Eva negra?
Voluptuoso/exótico
Baudelaire escribía en sus poemas dedicados a su musa haitiana que “metería el universo entero en su calleja”. Hasta 40 veces menciona la palabra voluptuoso y sus derivados en Las flores del mal. La obra más difundida del poeta francés es una oda a la sexualidad, la voluptuosidad, el erotismo empañado de exotismo de las pieles negras. Desde el siglo XIX, hasta hoy, el pasmo de Baudelaire se ha distendido en dirección al metro de Madrid en su hora punta. Catalina está cansada de que hombres de todo tipo se aproximen a ella en el metro para pedirle el número de teléfono, atraídos por la misma voluptuosidad que entonaba Baudelaire a sazón de su musa haitiana. Le ocurre a diario. Y se hace dos preguntas: “¿Se acercan a mí con este descaro porque soy negra y, por tanto, me respetan menos que a una mujer blanca? ¿O lo hacen porque ven en mi negritud un factor exótico que les excita?”. En cualquier caso, está cansada del acoso que sufre. En el metro, en la calle, en el trabajo. Porque es negra. Porque es bella. Porque no la conocen, porque no es Catalina. Pero sí es Catalina. Es una joven de 23 años que está cansada de que la atosiguen y a la que no le gusta tomar el sol.
Feo
Cito un pasaje de Piel negra, máscaras blancas, obra magistral del psicoanalista martinico Frantz Fanon.
“Hace poco, René Etiemble comentaba uno de sus chascos: «Mi estupor fue grande cuando, siendo adolescente, una amiga que me conocía se levantó rabiosa al oírme decir en una circunstancia en la que era la única palabra adecuada: tú que eres negra. ¿Yo? ¿Negra? ¿No ves que soy casi blanca? Odio a los negros. Los negros apestan. Son sucios, perezosos. No me hables nunca más de negros». Se trata de saber si es posible que el negro supere su sentimiento de inferioridad, que expulse de su vida el carácter compulsivo que le asemeja tanto con el comportamiento del fóbíco. En el negro hay una exacerbación afectiva, una rabia de sentirse pequeño, una incapacidad de toda comunión humana que se confinan en una intolerable insularidad.”
Se conoce que los elaborados peinados de ciertas etnias africanas, como aquellos de los pueblos fula, puro arte sostenido sobre los hombros, eran rasurados por los esclavistas de siglos pasados antes de subir el cargamento humano en los barcos con destino al Nuevo Mundo. Estos hermosos peinados, símbolo de la cultura africana, fueron estigmatizados por el comercio de esclavos que afectó a todos los países occidentales, derivando con el fin de la esclavitud en una cuestión puramente estética. ¿Qué diría el jefe de Catalina si la viera aparecer en el trabajo con el peinado que aparece en la siguiente fotografía? Catalina no lo sabe, pero sí que sabe lo que dijo su jefe cuando se le ocurrió ir al trabajo con su pelo al natural (esto es, afro). El jefe la miró con una mezcla de sorpresa y de vergüenza pero, sin titubear, pidió a la joven que la próxima vez que apareciese por la oficina lo hiciera con un peinado “más formal”. Más liso.
Estados Unidos, ¿un punto de referencia?
Esta situación es diferente en Estados Unidos, en cierta medida. Tras décadas anunciando cremas blanqueantes a las consumidoras negras, las cosméticas escucharon el llamamiento impulsado por el movimiento “Black is Beautiful” de los años 90, y diferentes iniciativas han facilitado la inclusión de mujeres negras en los estándares de belleza modernos. Lo que no quita que la piel de Beyoncé fuera blanqueada en un anuncio de L´Oreal en el año 2008. La inclusión de la belleza negra en la sociedad estadounidense se trata en ocasiones, según comenta Shana, “de una implicación efectiva, una estrategia publicitaria para aparentar inclusión. Prueba de ello son los anuncios que muestran a mujeres negras, pero cuya piel no encaja con las bases de maquillaje que ofrecen las marcas que anuncian”.
Catalina está cansada. Ella vive en España y las cosas son muy diferentes aquí. Cuando le gritan guapa, son los desconocidos y sin respeto, atraídos por lo “exótico” de su piel y de sus curvas. Cuando la llaman fea, negra, fea, son sus hermanos (de un tono más claro que ella por algún capricho de la genética) para molestarla, como asqueados por su piel o envidiosos de su figura. Y Catalina sigue sin tomar el sol.