Buscar Iniciar sesión

Antonio de la Torre: “Solo me he sentido estrella de cine una vez en la vida y ha sido en Francia”

El actor se atreve por primera vez con el francés en “Entre la vida y la muerte”, la última película del cineasta belga Giordano Gederlini en la que da vida a un padre a la deriva, herido por el suicidio de su hijo
ImdbImdb

Creada:

Última actualización:

Su cara, su voz y su derramado talento de animal malagueño se reconocen y se ubican a golpe de pronunciación. El nombre de Antonio de la Torre equivale porcentualmente, desde hace años, a la mención de ese territorio privilegiado y esencial de actores contingentes y necesarios, como silbaría Cuerda, del cine español. Basta con sumergirse cautelosamente en su filmografía, extensa, generosa y poliédrica, para descubrir los bordes del espejo costumbrista en el que nos miramos todos los días. A veces desde la rabia, el miedo, la ira o el impulso salvaje y otras apoltronados en la ligereza mediterránea, la ironía, la retranca o la incluso la empatía de perfiles vulnerables. El actor con más nominaciones de la historia de los Premios Goya –un total de 14 sostienen la destacable cifra– lleva dos años desacelerando, aminorando el ritmo de popularidad en el que estaba sumido como consecuencia de la producción encadenada de estrenos («¿hay alguna película española de los últimos tiempos en la que no salga Antonio de la Torre?», se preguntaba el mundo del cine hace no tanto), pero sobre todo relativizando la dimensión de sus expectativas, las cuales ahora, con 54 años y siendo padre, cambian ostensiblemente.
La sobrexcitación que le producen los retos, eso sí, continúa intacta y ejemplo de ello es el último que ha asumido en términos idiomáticos en «Entre la vida y la muerte», un thriller envolvente dirigido por el cineasta belga Giordano Gederlini en el que De la Torre encarna a un atormentado y apocado conductor de metro que trabaja en Bruselas, enredado en una investigación policial que se abre justo después de que su hijo –con el que la comunicación era nula desde hacía un par de años– se precipite a las vías del tren que conducía él. «No tenía ni puta idea de francés. Sabía decir lo típico: “bonsoir” “merci”, poco más», asume entre risas el de Málaga en entrevista con LA RAZÓN. «¿Qué ocurre? –prosigue– Que cuando mi repre me informa sobre el proyecto, al principio reacciono con tranquilidad y escepticismo, sin intención de lanzarme. No lo veía claro. El thriller es un género por el que he transitado ya varias veces. El caso es que tanto el director, Giordano Gederlini como Jérôme Vidal, el productor (que también produjo “Los lunes al sol”) vinieron a verme a San Sebastián mientras estaba rodando “La línea invisible” y me trasladaron las ganas que tenían de currar conmigo», comenta el actor acerca de la reticencia iniciática que tuvo a la hora de decidirse.
Sin embargo, pronto se disiparon las dudas: «Mira, solo me he sentido estrella de cine una vez en la vida y ha sido en Francia. Cuando estuvimos allí por el estreno de “El Reino” todo el mundo resaltaba la calidad del cine español, de los diferentes géneros, la variedad, el talento. Tuvimos una acogida brutal, extraordinaria. Y yo en el fondo, como la mayoría de los actores, valoro mucho lo que se hace allí también, el músculo cultural que supone el cine para ellos, cómo tratan la industria, cómo la protegen. Empecé a centrarme en ese tipo de reflexiones y como que me empezó a cambiar la idea. Pensaba que solo por la forma en la que me había sentido allí debía tomarme esta película como una buena oportunidad y entonces me cambió la cabeza y acepté convencido», añade antes de meterse de lleno en el desafiante proceso de manejar la lengua de Proust.
«Aprender francés me llevó tiempo, porque no es algo que se pueda hacer en dos meses, conté con la ayuda de una coach y poco a poco le fuimos dando forma. Estaba todo el día escuchando la tele en francés con subtítulos, vi muchísimo cine en francés, me iba a correr con la radio en francés... poco a poco te vas soltando. Hay algo muy orgánico cuando hablas un idioma que no es el tuyo en el cine que, o lo haces tuyo, o se nota. Y creo que al final lo hemos conseguido», apostilla con manifiesta satisfacción.
Acostumbrado a exprimir la complejidad psicológica y comunicativa de sus personajes (piensa una de inmediato en el policía al que interpreta en «Que Dios nos perdone»), el actor ha vuelto a entregarse en esta ocasión a las líneas interpretativas de un hombre que expresa más con el gesto que con la palabra: «En la película «Caníbal», Manolo (Manuel Martín Cuenca), introduce al comienzo una cita de Coetzee, el escritor sudafricano, que decía: “el cuerpo siempre habla». Y esto lo practico bastante. Creo que no hay que pensar de un modo intelectual en la interpretación, sino de una forma animal.  La tendencia te dice que tienes que hacer cosas, rellenar silencios, pero la experiencia me ha enseñado que lo mejor es hacer justo lo contrario, dejarse llevar por las cosas del alma», concluye un Antonio de la Torre cuyo pasado como plumilla le invita a pensar en titulares cada vez que habla con periodistas. Hoy puede estar tranquilo, seremos buenos con el nuestro.