Buscar Iniciar sesión

J. J. Benítez: “Estoy seguro al 150 % de que la vida continúa físicamente después la muerte”

El periodista publica su nuevo libro, “En Blanca y negro”, el diario de una experiencia extrema vivida junto a su mujer en los últimos 280 días que estuvieron juntos
Carlos RuizCarlos Ruiz

Creada:

Última actualización:

Dudó mucho a la hora de transcribir el diario en el que durante nueve meses «dolorosos, angustiosos y también cargados de esperanza» fue anotando día a día en dos cuadernos la experiencia vivida con Blanca, su mujer, diagnosticada de cáncer. Unos días descarnados marcados por la impotencia, el descorazonamiento y una enfermedad cruel que avanzaba inexorablemente hasta el final. ¿Debía sacar a la luz momentos tan íntimos?, se preguntaba Juan José Benítez, que al final se decidió a publicar «En Blanca y negro. Diario de una experiencia extrema» (Paneta). «Es algo muy personal, muy íntimo, pero meditando, me di cuenta de que puede haber personas para las que puede ser un rayo de luz, a las que pueda ayudar, y por eso me decidí, no había otra razón», asegura. J. J. Benítez tiene 75 años y ha pasado media vida en carreteras y aviones, viajando, persiguiendo sueños y escribiendo, de ahí sus 65 libros publicados.
Solo aspira a morir en Barbate, frente a su mar. «Es el pueblo donde conocí y me enamoré de la mar y la mitad de mi vida ha transcurrido aquí, esa es la razón fundamental para presentar por primera vez un libro en Barbate. Lo último que podía pensar es que fuera como consecuencia de la muerte de Blanca». Para Benítez, «Blanca no solo era mi esposa y compañera, era mi cómplice y este libro es una declaración de amor desde lo más hondo y esencial, creo que esa es la síntesis más importante, la evaluación de mayor calado, una declaración amorosa hacia la persona que me acompañó a cruzar la calle de la vida», confiesa, convencido que el amor es el mejor medicamento, «sobre todo para el que se va, porque el que queda lo pasa muy mal y no lo consuela absolutamente nada».
Benítez la describe como «una persona inteligente, de una generosidad no escrita y una ternura que lamentablemente descubres cuando ya no está. Era vitalidad, amor, luz… pero no invento nada, los que la conocieron estarán de acuerdo –asegura–. El título alude a nosotros, la noche y el día, que se necesitan y se complementan, pero quizá lo más importante es la luz y la oscuridad que tuvimos que padecer en esos 280 días».

El «Padre Azul»

Si queda algún consuelo, asegura, «es haber tenido una vida plena, haber viajado, cumplido sueños, haber vivido y amado intensamente, lo que ocurre es que esto lo piensas después, cuando empieza a pasar el tiempo y comienzas a reaccionar, entonces valoras que ha merecido la pena, que has compartido intensamente con una persona maravillosa casi cuarenta años y eso es lo que queda». Días intensos que transcurrían con momentos de «angustia y sufrimiento absoluto y otros donde, de repente, se ponía mejor, disfrutaba y albergabas esperanza». Los mensajes positivos eran muy importantes, pero los silencios también cuentan. «A veces son muy elocuentes –reconoce–, vivimos muchos momentos que decían más que las propias palabras y creo que ella lo agradecía mucho más que hablar». En esta situación, ¿hasta qué punto es importante agarrarse a la fe? «Mucho, aunque nada que ver con la religión. Para mí –explica Benítez–, más que fe es una confianza en ese buen Dios, el Padre Azul, como lo llamo y la posibilidad de que cambiara de opinión y la curara. Eso se mantuvo hasta el final, pero no pudo ser. Tengo la hipótesis de que cada ser humano viene al mundo con un contrato y a ella se le acabó. Blanca creía en la Iglesia católica más que yo, que soy apóstata, y discutíamos a cuenta de ello, amablemente, claro, pretendía que abandonara la institución eclesiástica, pero no lo conseguí. En lo que sí creo es en Jesús de Nazaret, que considero un Dios», afirma.
Y prosigue: «Creo que esto no acaba aquí, estoy seguro al 150 % de que la vida continúa físicamente después la muerte, que no es más que un peaje, una genialidad de alguien, pero después la vida continúa. En el libro hablo de señales inequívocas que son pruebas de que ella sigue ahí, viva, no solo desde el punto de vista mental, sino física y real y en algún momento volveremos a encontrarnos. Llevo alrededor de mil investigaciones sobre casos de vida después de la muerte y no tengo ninguna duda». Por otro lado, la eutanasia era un tema debatido esos días, pero «ni Blanca ni yo estamos de acuerdo, pensamos que la vida no debe ser cortada nunca bajo ningún concepto, que debe seguir su curso natural. Aquí, por ejemplo –recuerda–, intervenían mucho los silencios, que hablaban por nosotros, pensar en la muerte era lo último». Porque para él, «el secreto de la vida es el ahora, vivir el momento presente, sin demasiados planes porque el futuro no existe». Y su presente ahora es acostumbrarse a vivir sin Blanca. «Su recuerdo es fundamental para sobrellevar la ausencia y el hecho de que estoy convencido de que a ella no le gustaría que estuviera ni desolado, ni triste, sino todo lo contrario y eso, a pesar de las circunstancias, me anima mucho», concluye.