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Paula Hawkins: “La ficción sigue obsesionada con ver el miedo en los ojos de la mujer”

La escritora británica vuelve al “noir”, después de vender casi treinta millones de copias de “La chica del tren”, con “A fuego lento” (Planeta)
Planeta
La Razón

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Durante casi veinte años, Paula Hawkins (Zimbabue, 1972) compaginó su ocupación como periodista autónoma con la escritura de novelas de corte romántico, casi siempre con la “City” bursátil de Londres como escenario pero bajo el pseudónimo de Amy Silver. En 2014, al borde del desamparo económico, y volviendo a vivir de las ayudas de sus padres, la escritora decidió romper con su anterior estilo y se lanzó a la novela negra, al “noir” contemporáneo y a la explotación de los resortes de violencia, misoginia interiorizada y silencio que tan bien estaban funcionando a otros escritores, en masculino plural, en medio mundo. El resultado fue “La chica del tren” (Planeta), que hace seis años se convirtió en uno de los mayores éxitos literarios de este siglo con más de 20 millones de copias vendidas. De hecho, el éxito fue tal que menos de un año después de la publicación de la novela, Emily Blunt ya había protagonizado la adaptación cinematográfica a las órdenes de Tate Taylor (“Criadas y señoras”) con gran éxito de taquilla.
Después de “Escrito en el agua”, de 2017, la escritora británica vuelve al “thriller” más crudo con otra novela situada en Londres: “A fuego lento” (Planeta). El título, más allá del juego de metáforas que puede suponer al encontrarnos con un cadáver y un misterio en los riachuelos del Regent’s Canal al norte de la ciudad, hace referencia al fenómeno de putrefacción de los libros antiguos, cuyo papel se va consumiendo por el propio ácido que desprenden con el tiempo. Ese proceso, que en las páginas de su libro se calienta a base de traumas, sucesos trágicos y diferencias de clase, explota cuando tres mujeres son las principales sospechosas de un asesinato. Como en sus anteriores trabajos, Hawkins juega con las perspectivas, haciendo que sus personajes mientan –deliberadamente o no- y deja que el lector complete la información con sus prejuicios. Las páginas, como si en su pulsión comercial se intuyera también un portento de la somatización y análisis ético del crimen, se suceden a ritmo frenético y se vuelven adictivas gracias a capítulos cortos que bailan a su gusto y diabólicamente sobre el “cliffhanger”.
Novela de novelistas
“La zona de los canales está muy cerca de dónde vivo, y desde finales de 2017 llevaba dándole vueltas a la idea de localizar un crimen allí. Hay una especie de micro-cosmos propio, con la gente que vive en los barcos y que, a su manera, construye su comunidad. Tenía el paisaje, pero me faltaba darle forma a los personajes, y eso ocurrió durante el confinamiento”, explica Hawkins en entrevista con LA RAZÓN sobre una novela en la que se puede leer hasta cinco veces la palabra “sangre” en su primera página: “Quería jugar con las expectativas del lector, ofrecerle lo contrario a lo que se pudiera imaginar tras cada capítulo. Por eso, también, es una novela de gente que escribe y lee libros, porque tenía que conocer bien esos clichés propios del “thriller””, añade.
De pluma afilada y palabra sutil, como si su reivindicación casi política sobre la violencia sobre la mujer en la ficción fuera una herida limpia, Hawkins cree que el tono correcto para abordar la temática va más allá del género, el “noir” y el femenino: “Las víctimas deben ser personas, no cuerpos o carcasas vacías. Durante demasiado tiempo en la ficción, esos cadáveres no fueron nadie a quien se echara de menos o alguien a quien se quisiera. Se pueden hacer novelas crudas y cruentas sin definir el acto violento en sí”, explica. Y sigue: “La ficción sigue obsesionada con ver el miedo en los ojos de la mujer, y es algo que siempre me ha hecho sentir muy incómoda. Creo que cada vez más, eso sí, la violencia se está convirtiendo en algo narrativo y no gratuito”.
Y, después de un éxito global, ¿quedan ganas de salir de la comodidad, de lo que los lectores esperan de una? Hawkins responde: “Como escritora, valoro mucho estar incómoda. Y no creo que sea algo común, porque todos aspiramos a poder vivir de esto. Cuando tienes un éxito como el de “La chica del tren”, tu perspectiva cambia totalmente. Sabes que la gente estará atenta a tu próximo trabajo y que habrá críticos dispuestos a no ser tan generosos como antes, porque entienden que no lo necesitas. La presión es diferente, pero sigue ahí”, confiesa no sin entrar también en el resultado de la adaptación al cine, que trasladó la acción de Londres a Nueva York: “Quizá fue el cambio que menos me gustó, pero creo que había muchas cosas buenas en la película. Podría decir que, en líneas generales, quedé bastante contenta. Sobre todo por el trabajo de Emily Blunt, que sí entendió cómo había escrito a la protagonista”, remata para oídos inquietos