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John Banville: «Los móviles están matando la imaginación»

Vuelve como Benjamin Black en «Los ahogados», la nueva entrega de su serie negra y la más literaria de la saga
John Banville: «Los móviles están matando la imaginación»
El escritor irlandés John BanvilleEFE
Javier Ors

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Benjamin Black empezó como un desafío. El estilo directo, los diálogos rápidos y la presencia de la trama que descubrió en Simenon formaba una cartografía literaria que deslumbró a John Banville y que enseguida le sedujo. El escritor, uno de los autores actuales de mayor exigencia estilística, había capitalizado su talento en obras como «El mar», «Antigua luz», «Las singularidades» o su tetralogía científica, que englobaba «Copérnico», «Kepler», «La carta de Newton» y «Mefisto». Pero en un momento dado presintió cierto cansancio que le empujó a cerrar su carrera de carácter más literario y le hizo buscar nuevas espitas que explorar. 
La novela negra, entendida como lo hacía precisamente Simenon, le supuso, más que una salida, un reto lo suficientemente estimulante. Un territorio que lleva cultivando desde 2007 con indudable éxito. Aunque esta diferencia entre John Banville y Benjamin Black ha desaparecido en todos los países y solo se mantiene en España, hay que reconocer que da juego, que es divertido y que amplía el campo de la ficción. El escritor regresa ahora con un nuevo caso de esta serie que enraíza con la anterior entrega, «Las hermanas Jacobs».
«Yo he escrito frases que son horrorosas y en ocasiones me sorprendo preguntándome a mí mismo cómo puedo haber escrito yo esto»John Banville
En «Los ahogados» (Alfaguara), sin embargo, existe una diferencia notable, algo que ha cambiado. La atmósfera toma un vuelo diferente. Este es el Benjamin Black más «banvillizado». La entrega, sin duda, con mayor peso literario de las que ha publicado hasta ahora. «Sí, es cierto eso. Y espero que sea así. Sin duda, es más profundo que todos los anteriores». El escritor aduce un hecho que es de carácter biográfico y que ha tenido una enorme trascendencia en su vida: «A lo mejor es porque hay un acontecimiento que resulta fundamental: he estado abordando el luto de mi mujer durante estos tres últimos años y este tipo de emociones te cambia la visión de una persona porque cuando el ser amado muere necesitas ese mundo de los muertos, una parte se va con esa persona y no vuelve, y esto te afecta como escritor. Hace que profundices en el sentido de estar vivo y a la vez te hace vivir de una más más vívida, y eso es justo lo que procura una obra de arte. El duelo, en realidad, es como una lente de aumento porque te hace apreciar mejor las cosas. Las personas queridas que pierdes siempre dejan algo. Se mueren, pero no se van. Esto es horrible, por un lado, pero, a la vez, precioso», comenta.
«El duelo hace que ahondes en el hecho de estar vivo y vivir una existencia más vívida»John Banville
En esta entrega, Black/Banville ahonda mucho más en los personajes que en la trama. El argumento, como sucedía en los anteriores libros, se difumina, aunque está presente. En este caso toda la intriga se desencadena cuando un coche entra en un prado y una mujer sale corriendo. Su marido, que ha quedado atrás, vagabundea por la costa buscándola. Asegura que se ha arrojado al mar. Enseguida Quirke y Strafford coincidirán en poner un poco de sentido común a este incidente. «En realidad, me gusta escribir novelas que no tengan ningún mensaje, que no lo incluyan dentro. Solamente busco que el lector lo pase bien y que se entretenga. Si lo piensas bien, el artista no tiene en realidad nada que decir, no tiene tampoco cosas que aconsejar. Lo único que, yo al menos, deseo es que un libro pueda satisfacer a un lector y que al leerlo tenga una sensación superlativa de lo que es estar viviendo. Pero, para eso, claro, cada uno tiene que recurrir a su capacidad más imaginativa, que es algo que puedes educar, aunque ahora estas cosas, los móviles, están matando la imaginación», asegura.

El Premio Nobel

El novelista, sentado en una mesa con americana, sin corbata y una copa de vino blanco en la mano, reflexiona en alto y asegura que en realidad un escritor no sabe nada de la gente porque «la pasa encerrado en su despacho» y comenta lo duro que es trabajar con la materia prima de su oficio: «Tienes que enfrentarte al lenguaje todos los días y esa es una de las cosas más difíciles que existen en el mundo porque el lenguaje reacciona. Piensas que has escrito algo, pero el lenguaje habla por sí solo. Yo he escrito frases que son horrorosas y en ocasiones me sorprendo preguntándome a mí mismo cómo puedo haber escrito yo esto, pero, al final, sigo trabajando, sigo esforzándome para tratar de hacer las cosas lo mejor que sé». Después introduce un matiz: «Cuando escribo los libros de John Banville hay un desafío y una emoción en ellos que parece que no siento con Benjamin Black, aunque en el fondo considero que no existe tanta diferencia entre estas dos identidades», explica. Cuando se ríe es al preguntarle si cualquier año de estos existe la la posibilidad de que gane el Nobel de Literatura. Algo que muchos críticos y muchos lectores considerarían un acierto, pero que él desestima: «Ya no creo que lo gane. Pienso que he dicho cosas en mi vida que a los miembros de la Academia no deben haberles gustado», dice a manera de excusa. Pero cuando se le insiste para que declare si se lo merece, apenas duda: «Por supuesto». Y ríe.